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No nos gustaría
tener que escribir estas líneas, pero nuestro amor por el cine nos obliga
a dedicar, mes a mes, un pequeño recuerdo a aquellos cineastas (en el
sentido amplio de la palabra) que ya no están con nosotros. Ojalá algún
mes esta página tuviera que quedarse en blanco...
John
Frankenheimer
El
6 de julio moría en el hospital Cedars Sinai de Los Angeles uno de los
directores más importantes de los años sesenta y, quizá, el auténtico
creador del cine político norteamericano. Había nacido en 1930 y se
inició en las series de televisión durante los años 50 (junto a Lumet,
Mulligan, Mann…), comenzando a dirigir a finales de la década sus
primeros títulos en cine (Un joven extraño).
Los
sesenta fueron su época dorada, casi siempre con un cine de planteamiento
claramente político de ideología liberal. De hecho, fue íntimo amigo
del senador Robert F. Kennedy, incluso llegó a ser el realizador de su
campaña electoral y estuvo presente cuando fue asesinado, algo que le
condujo a un periodo de franca decadencia, que ni sus coqueteos con el
cine europeo (Sueños imposibles) lograron levantar.
De
los sesenta cabe destacar El hombre
de Alcatraz, El mensajero del miedo, Siete días de mayo, El tren y Plan
diabólico. Un breve interludio comercial con Grand
Prix dio paso a una segunda época gloriosa, con títulos como Yo vigilo el camino y Orgullo
de estirpe. En casi todos ellos puede encontrarse el enfrentamiento
del hombre frente a un sistema que intenta anularle, que le domina, y la
preocupación por mostrar la cara más oscura de la sociedad en que
vivimos, ya sea utilizando para ello el drama político, el cine de
terror, el bélico o el de aventuras.
Sin
embargo, los setenta vieron al peor Frankenheimer, alternando títulos
discutibles (French Connection 2),
con inverosímiles apologías de la violencia (Domingo
negro), o algún acierto parcial (Profecía
maldita: uno de los primeros filmes de terror con claros
planteamientos ecologistas).
Los
ochenta le devolvieron a la televisión, un medio en el que se movía como
pez en el agua, aunque también ofreció algún título plenamente
cinematográfico (52 vive o muere,
El reto del samurai, El pacto de Berlín), destacando su infravalorada
Tiro mortal, un ejemplar análisis de la delgada línea que separa
al policía del delincuente.
Hubo
que esperar a finales de los noventa para verle nuevamente en plena forma,
con dos títulos de acción recibidos de forma desigual por la crítica: Ronin
y Operación Reno. Hoy se recuerdan más las persecuciones automovilísticas
de la primera (que luego trasladaría a un spot de la marca BMW) y la
matanza de “papás Noel” de la segunda, que el esmerado trabajo sobre
actores (De Niro, Reno) o el impecable trato del punto de vista, en su última
película.
Con
Frankenheimer no sólo se va un gran cineasta, continuamente preocupado
por mejorar el mundo en el que vivía, también desaparece un gran
cocinero, un “bon vivant” que desarrolló su primera carrera
profesional en los circuitos de tenis y, sobre todo, un excelente director
de actores.
Katy
Jurado
Mecida
por las notas de populares mariachis (“Las golondrinas”, “Morenita mía”)
era enterrada en Cuernavaca la actriz Maria Christina Jurado García,
nacida en 1924, fallecida el pasado 5 de julio y conocida
internacionalmente como Katy Jurado, seguramente la actriz mejicana más
reconocida, junto a la también recientemente fallecida María Félix.
Iniciada
en el cine mejicano con títulos como No
matarás e Internado para señoritas,
a comienzos de los cuarenta, su oportunidad en el cine norteamericano le
llegó de la mano de Budd Boetticher con The
bullfighter and the Lady (1951), donde interpretó a Chelo Estrada. Al
año siguiente fue coprotagonista, junto a Gary Cooper, de Solo ante el peligro, lo que supuso su definitivo asentamiento en
los Estados Unidos, donde trabajó en los cincuenta en títulos como Lanza
rota, Trapecio o Arizona, prisión
federal, casi siempre interpretando el personaje de mejicana amiga de
los protagonistas o mestiza, papel que repetiría en la única película
dirigida por Marlon Brando, El
rostro impenetrable.
Cuando
la juventud dio paso a una serena madurez supo combinar el cine en su país
natal y las producciones norteamericanas, buscando sobre todo el cine de
calidad. De las últimas décadas se pueden recordar títulos como Pat Garrett y Billy the kid, Pantaleón y las visitadoras, Los hijos de
Sánchez, La viuda de Montiel, Bajo el volcán, El evangelio de las
maravillas y Hi-Lo country,
su último título.
Rod
Steiger
Tras
una neumonía con complicaciones, fallecía el 9 de julio Rod Steiger,
ganador del Oscar por En el calor de
la noche. Había nacido en 1925 y su último título estrenado entre
nosotros fue la película de Peter Hyams El
fin de los días, donde interpretaba al enigmático Padre Kovacs.
Iniciado
en el cine mediados los cincuenta, sobre todo con papeles de duro en el
marco del cine negro o lindando con él (La
ley del silencio, Más dura será la caída), su físico duro le
permitió conseguir sobre todo papeles de personaje atormentado (Yuma, El prestamista), además su presencia fue habitual en grandes
superproducciones, sobre todo en los años 60 y 70 (El día más largo, Doctor Zhivago, Waterloo).
Durante
los setenta trabajó habitualmente en Europa, sobre todo en Italia,
combinando el spaghetti-western (Agáchate,
maldito), con el cine político (Mussolini,
último acto) y el de denuncia (Lucky
Luciano, Inocentes con manos sucias, Cacería humana).
La
última etapa de su filmografía la pasó entre películas para televisión
y títulos de serie-B, donde aportaba la dureza de su físico para dar
presencia a personajes secundarios, casi siempre más interesantes que las
películas en que aparecía, convertido en la mayoría de las ocasiones en
el “malo” en la sombra, como ejemplifican títulos del nivel de El
especialista, Trans-Gen/Los genes de la muerte, Revenant, Huracán Carter o
El fin de los días.
Se
interpretó a sí mismo en El juego
de Hollywood, de Altman, y fue la parodia perfecta de su personaje cínico
y duro en Mars Attacks!, de Tim
Burton, quizá sus últimos dos títulos importantes.
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