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IN
MEMORIAN
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En el cielo no se hizo un silencio como de media hora. Todo lo contrario.
Hubo aplausos, abrazos, risas, jolgorio y muchos reencuentros. Y Dios
sonrió ante la presencia de aquel que había sido considerado como dios
desde un escenario de Hollywood. Y como escribió Mingote en uno de sus
chistes, supo contestar al cineasta con uno de sus dichos (“nadie es
perfecto”) cuando el humilde y soberbio, socarrón, insoportable,
admirado e irónico director se presentó como un cineasta pecador. Y
Dios, desde su altura, invitó en la celebración de aquel curioso jueves
santo del 2002 a un gran banquete a todos aquellos que le esperaban desde
hacía tiempo.
Por
supuesto, se intentó que en la celebración estuviera Lubitsch
sosteniendo su eterno puro, pero seguía convencido, perdido por aquí o
por allá siguiendo a cualquier belleza, que “el cielo puede esperar”.
Si se hubieran encontrado probablemente Wilder habría oído reproches
sobre muchas ideas robadas, aunque desde luego él hubiera contestado que
le había dado muchas otras. Actores, técnicos y sus guionistas
preferidos le llevaban esperando desde hacía tiempo, por eso le
recibieron entusiasmados. Tenía aún tantas cosas que contar y que enseñar.
Y ellos eran ahora los afortunados. Tendría una oficina más grande que
la que tenía en la Tierra, en la que inútilmente iba a recordar sus
viejos éxitos. Ahora podría seguir
escribiendo y contando historias sin cesar.
Wilder
había dejado “su” Hollywood, había, al fin, conocido a un simpático
Dios eterno y se había vuelto a encontrar con viejos amigos,
pero también con muchos de aquellos que le envidiaron o le
atacaron sin piedad. Uno de sus primeros encuentros, ¡como no! fue con
Hitchcock. Hablaron largamente. ¡Hacía tanto tiempo que sus irónicas
presencias habían dejado de encontrarse! Tenían mucho que contar y
cortar. Fue un día grande en el cielo. El viejo Wilder había sido
recibido con todos los honores, incluso la fecha de su muerte era un día
muy especial. Los serafines hicieron coro a Marilyn mientras cantaba las
canciones de Con faldas y a lo loco.
Después
del gran banquete proyectaron El
apartamento y Con faldas y a lo
loco. Wilder, de vez en cuando, miraba a Dios por ver si recriminaba
su “descarado” sentido del humor (las botellas sin fin, la “seducción”
de Curtis), pero en Él no había más que gestos de aprobación. Walter
Matthau, cascarrabias él, protestaba. Pero es que Walter también seguía
siendo así. Otro tanto podían haber hecho Audrey Hepburn, William Holden
o Gloria Swanson, y no digamos nada de Eric von Stroheim, tan
implacablemente vestido como siempre, situado al lado del maestro. Por no
hablar del malhumorado Bogart. Pero no había que preocuparse, mañana
habría nuevas películas del maestro. Todas las suyas, una tras otra, serías
seguidas en aquella eternidad gloriosa. Igual que aquí en la Tierra.
Wilder
se encuentra allí arriba sonriendo y haciendo sonreír a todos, tanto
amigos como desconocidos. A él dedicamos este numero, y el siguiente, de
ENCADENADOS. No es, desgraciadamente, el único gran hombre de cine que
nos ha dejado. En escasos días nos han abandonado un director (excelente)
y una de esas actrices que imprimen carácter. Él nada menos que John
Frankenheimer. Ella Katy Jurado.
Frankenheimer
ha sido uno de los directores claves de la generación de la televisión.
Realizador de películas comprometidas e inteligentes, supo hablar de la
América contradictoria y de los peligros que acompañan a eso que se
llama democracia. Crítico contra el sistema, supo hablar de aquellos
hombres del mas profundo del oeste que querían ser importantes, aunque en
realidad estaban perdidos en una encrucijada sin nada que hacer,
envejeciendo sin sentido. Seres los de sus filmes que juegan con sus
vidas, que piensan en la comodidad, en pactos que le darán una existencia
distinta, sin darse cuenta que forman parte de un sistema donde lo único
que importa es el dinero y donde nada se puede cambiar alegremente.
Hay
que ver hoy un film tan poco apreciado en su tiempo como Plan diabólico para darnos cuenta de cómo podía explotar el
terror cotidiano, el miedo a la rutina o al envejecimiento. De eso,
de la lucha por la supervivencia (El
hombre de Alcatraz) y de la injusticia han hablado muchas de sus películas.
También nos ha explicado historias sobre el fascismo latente en títulos
tan conocidos como 7 días de mayo
o en otros tan poco apreciados como Tiro
mortal. Su cine ha sido irregular, incluso fracasó en sus devaneos
con el cine europeo al “escapar” a Francia, cansado quizás de una
industria que no daba alas a sus proyectos, queriendo adulterar su estilo
atrayente o repulsivo, según se mire, y sobre todo sus ideas equivocadas
o no, pero siempre a favor de la libertad.
Su
último e incomprendido filme (Operación
Reno) es un gran ejemplo de cómo debe filmarse una película sobre la
mentira. Ahora que sorprenden, aceptan y valoran los títulos con final
sorpresa habría que volver a ver con detenimiento esta película, para
mostrar cómo el punto de vista sobre el que gira todo él es “la
mentira”. De ahí que sus continuas idas y venidas, vueltas y revueltas
no resulten en absoluto equivocadas sino perfectamente integradas en la
acción. Sin olvidar su gran ironía. Con Gremlins
quizás sea una de las obras que más ha ironizado sobre el espíritu
navideño.
Tanto
Frankenheimer como Wilder, por encima o por debajo de su éxitos o
fracasos, nos han hablado del hombre, de sus problemas y de sus
contradicciones. Entender cómo reaccionario cualquiera de los filmes de
John (cosa que se ha hecho) es cuando menos demencial.
La
actriz desaparecida ha sido Katy Jurado. Tuvo su primer papel importante
en El torero y la dama de
Boetticher. Antes había interpretado numerosas películas mexicanas, pero
será ese filme de Budd el que señale un cambio de registro y el que cree
su imagen de mujer dura, fuerte. Numerosos westerns, algunos soberbios, y
hasta un filme en que Buñuel la dirigió (El
bruto) nos han mostrado su rostro, su fuerza, aunque quizás para
muchos no sea más que la co-protagonista de Sólo
ante el peligro. La realidad es mucho más profunda. Condenada en el
cine norteamericano a papeles de mexicana o india, supo siempre infundir
su gran personalidad dramática, esa que, por ejemplo, resplandecía en títulos
como aquel raro western que fue El
rostro impenetrable, de
Marlon Brando.
Estamos
seguros que allí arriba los buenos aficionados al cine y los que no lo
son, junto a los ángeles y los querubines verán además de las películas
de Wilder las de las dos otras personalidades desaparecidas. A ellos, como
a nosotros, les gusta el buen cine y seguro que allá en el cielo, en
cualquier lugar, se están continuamente proyectando las grandes películas
de todos los tiempos. Un cielo de cine.
Adolfo
Bellido López
(Director
de EN CADENA DOS).
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