Como cualquier
revista que se precie, la nuestra también tiene su sección dedicada a
las bandas sonoras. Habitualmente correrá a cargo de Juan Francisco Álvarez, un mozo con muy buen oído... como
podréis comprobar en cuanto se quite los cascos y atienda las llamadas
telefónicas que le piden, insistentemente, su crónica musical para este
número.
EL
APARTAMENTO,
de ADOLPH DEUTSCH
Por
Juan
Francisco Álvarez
Adolph
Deutsch fue uno de esos grandes compositores que decidió afincarse en el
Hollywood de los años dorados y que, a diferencia de sus otros colegas
europeos, pasó injustamente desapercibido.
Nació
el 20 de octubre de 1897 en Londres y falleció el 1 de enero de 1980 en
Palm Desert (California. Hijo de un afamado violinista, inició de bien
pequeño sus estudios musicales y estos le llevaron a la Royal Academy of
Music donde completó su formación. Sus primeros trabajos como director
musical en la radio y la televisión no le satisficieron y ello le llevo a
emigrar a los Estados Unidos, donde acabó nacionalizándose. Una vez allí
se convierte en un prestigioso director y adaptador de musicales en
Broadway de la mano de Paul Whiteman.
Siguió
así bastantes años, y se resistió a la llamada de
Hollywood, hasta que gracias a Forbstein en 1937, firma un contrato
con la Warner Bros, primero como arreglador y copista y posteriormente
como subdirector musical del estudio, que lo tiene atado durante nueve años.
Serán años en los que aprenderá del gran maestro Max Steiner quien,
además de involucrarle en grandes proyectos como orquestador (en Lo
que el viento se llevó además de orquestador compone la música de
algunas escenas), le dará las primeras oportunidades para que demuestre
su valía en solitario. Algunos de estos títulos son de gran calidad,
como lo demuestra con El halcón maltés, Gloria Incierta, Pasión ciega, Busca tu refugio o
Persecución en el norte.
En
1945 pasa a formar parte de la Metro, y vuelve a sus origines como
adaptador y director musical de los musicales de la época de la MGM: Siete
novias para siete hermanos, Melodías de Broadway 1955, Las Girls, Una
cara con ángel, Magnolia, Annie
cogió su fusil, etc. Además también compone algunas célebres
partituras para otras tantas comedias y dramas: Un
remolque larguísimo, Melodía interrumpida, Mujercitas, Té y simpatía
(por la que consiguió una nominación al Oscar), El
padre de la novia, etc.
Después
de unos años en la Metro, cambia nuevamente de estudio y ficha esta vez
por la United Artists con la que finalizará su carrera. Y es aquí donde
compone sus mejores obras, y precisamente para Billy Wilder: Con
faldas y a lo loco y El
Apartamento. Es El apartamento su obra más madura y mejor lograda.
Los
títulos de crédito del filme se abren con una imagen nocturna de las
ventanas del famoso apartamento y sus luces encendidas. Acompañando a los
títulos suena el tema principal, el “Tema de El apartamento”. Una melodía memorable, con amplia
orquestación y gran protagonismo de cuerdas y sobretodo del piano. Un
piano cuyo intérprete es el jovencito John Williams, que también realiza
las labores de orquestador aquí y en Con
faldas y a lo loco.
Seguidamente
vemos la ciudad de Nueva York, los pomposos rascacielos y miles de
trabajadores dirigiéndose a sus puestos de trabajo. Siguiendo a uno de
estos rascacielos nos introducimos en las amplias oficinas de la compañía
de seguros donde trabajan los protagonistas de esta historia. Todo este
viaje lo hemos realizado con una irónica y graciosa marcha llamada “Career
March”, cargada de trompetas y que se repetirá a lo largo del filme
en los momentos en que las oficinas y sus trabajadores tomen las riendas
de la historia.
Sin
embargo, el tema principal es el verdadero protagonista de la música de
este filme, dado que con el además de ser un excepcional tema de amor,
también refleja la soledad de los protagonistas, C. C. Baxter (Jack
Lemmon) y Fran Kubelik (Shirley MacLaine) en una ciudad repleta de gente
pero donde la gente honrada y decente escasea. Ambos protagonistas son víctimas
del sistema, y con ellos y en las situaciones que viven, siempre les
acompaña el cálido tema principal, bien sea con un solo de piano, de
saxofón, o versionado al jazz o incluso en un marchoso cha cha cha. En el
caso particular del personaje de Lemmon, suena cada vez que éste espera a
la salida de las diferentes parejas de su apartamento, o cuando recupera
la paz y tranquilidad en el mismo. Por contra, los planos que la cámara
nos deleita de las ventanas del apartamento o cuando surge una nueva cita
en el mismo, se reflejan con una rumba delirante, “This
night”, que nos da una idea de las juergas que en él se montan sus
ocupantes. Nuevamente nuestro protagonista tiene que dejar libre el
apartamento para otra pareja y el saxofón interpreta tristemente la
furtiva salida de Jack Lemmon del mismo o su deambular por las vacías
calles de Nueva York.
En
el filme se produce uno de los mejores encadenados musicales de la
historia del cine, incluso las dos escenas encadenadas, cinematográficamente
hablando, también es de lo mejor de la carrera de Billy Wilder. Se trata
por un lado del encuentro en el apartamento de Fran y Shealdreck, el jefe
de la compañía de seguros, y por otro lado del café-bar donde C. C.
Baxter se está emborrachando porque es conocedor de la relación entre
Fran, la chica que ama, y su jefe y además ésta se está consumando en
su propio apartamento. El encadenado se inicia con la pareja en el
apartamento bajo las notas musicales del tema principal, que se va
enrareciendo y volviéndose más oscuro y triste hasta derivar sin pausa
en un tema jazz de big band que
nos conduce a la otra escena, C. C. Baxter borracho, bailando con una
cazahombres la noche de Navidad. También es memorable la escena anterior
donde la cazahombres lanza reiteradamente las fundas de pajitas en la
barra del bar para acabar dedicándole un villancico al tan desdichado C.
C. Baxter.
El
resto de música incidental cumple a la perfección con su cometido y
subraya cada una de las escenas del filme, pues la música está presente
en casi todo su metraje y eso que hablamos de algo más de dos horas de
película. Adolph Deutsch cumple con maestría en estos momentos menores y
proporciona a la música el tono y la variación adecuada a cada momento.
Algún ejemplo de esto es el caso de cuando la casera de C. C. Baxter sube
muy enfadada a reprimendar a éste por los largos paseos que escucha la
noche anterior en el apartamento y donde la subida por las escaleras de ésta
se acompaña de una música terrorífica, enfurecida, que nos da una idea
de su estado de ánimo, antes de que diga nada. Y así podríamos decir
muchos más ejemplos, que demostrarían que está música no es inferior a
los temas musicales de una banda sonora, y si tal vez uno se da menos
cuenta de ésta, es porqué ésta está cumpliendo perfectamente con su
papel.
Así
pues, estamos ante la obra absoluta, su obra maestra y más madura, de un
Adolph Deutsch que después de esta banda sonora ya dejó prácticamente
de trabajar, y que queremos aquí recordar, no sólo por el especial a
Billy Wilder que nos ocupa en este número, sino también por reivindicar
la figura de Adolph Deutsch, un compositor que mereció todos los honores,
ya que sus obras fueron trabajos de gran maestría y que tal vez, por
cumplir con su cometido, la gente no supo apreciar y valorar en su justa
medida. Vaya aquí nuestro reconocimiento a estos dos grandes maestros.
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