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¿MAÑANA SERÁ OTRO DÍA?

Una de las sorpresas agradables de la nueva temporada: Campanella dirigió este título antes de su aclamada "El hijo de la novia".Estamos ante el comienzo de una nueva temporada cinematográfica. Este año los grandes estrenos parecen haberse quedado para más adelante. Los meses de verano –y los anteriores- no nos han deparado demasiadas sorpresas. Ninguno de los filmes previstos como arrasador en taquilla se ha mostrado excesivamente generoso. Ni las nuevos capítulos galácticos, ni los comics tipo Spiderman han arrasado. Han cumplido su papel y basta.

Ahora nos empiezan a llegar una serie de películas que de una forma u otra aparecen como herederas de los trágicos acontecimientos ocurridos ya hace un año, del 11 de septiembre en Nueva York. Todas ellas hablarán del heroísmo americano, del gran papel que el país ha desempeñado y desempeña en la defensa de los valores éticos mundiales. Que ya se sabe que esos valores son los buenos. Algo así de simple, como ellos, el mundo se divide en los que están con nosotros (los buenos) y los que están contra nosotros (los malos). Poco importa que los grandes intelectuales, (los verdaderos) norteamericanos pongan en entredicho ese parecer y que noticias de acá y de allá, que logran filtrarse entre tanta mordaza, nos adviertan de que las cosas no son tan simples como tratan de vendernos. La guerra y el enfrentamiento como única solución parecen ser sus aprendidas tácticas disuasorias.

Como se ve Hollywood sigue siendo fiel a la tradición del país. Sólo en algunos casos, pocos y llegados desde la independencia, se permitirá poner en tela de juicio las apasionadas apologías. Nuevos tiempos, nuevas maneras, pero en definitiva el mismo mensaje. No estamos muy lejos de los años cincuenta con su caza de brujas, sus múltiples telones de acero, que caían sobre realizadores tan osados que habían creído de buen grado en la verdad de una guerra justa contra los imperialistas de oriente y occidente. Con toda la arrogancia del mundo, y ante el beneplácito de los diferentes países, se permitieron juzgar en Nuremberg como criminales de guerra a militares o gobernantes alemanes. Y no es que no debieran juzgarlos, es que los “buenos” norteamericanos habían dado un ejemplo al mundo de lo que se venía encima con su demostración  de fuerza arrasando Hiroshima y Nagasaki. ¿Quién les podía juzgar a ellos, que eran los vencedores? En muchos lugares se ha querido ver un símil entre el ataque del 11-S y el de Pearl Harbor. Las películas americanas empiezan a hablar no de ello, pero sí de su superpotencia, la de un país que se considera el más fuerte del mundo. Hace años lo era, o casi, pero entonces lo que sí eran maravillosas y únicas eran las películas que Hollywood nos entregaba. Entonces había grandes directores (como también grandes personalidades y estadistas). Hoy encontrar grandes directores, y gran cine, en Norteamérica es muy difícil. Las decenas de excelentes realizadores y técnicos han dado paso a pocos sucesores de calidad. Ahora todo parece ser producto de los efectos especiales, de los ruidos, del aparatoso montaje circense. Y cuando nos quieren enviar mensajes “inconformistas” son capaces de engañar a cualquiera que desee ser engañado. Aún recuerdo aquella cosa de American Beauty ejemplo de falsedad y engaño.

¿Quiere decir que todo el cine actualmente es malo? Hay grandes películas y horribles películas. Lo terrible es que no hay ahora término medio. Y que las mejores películas no vienen de Hollywood, ni siquiera del cine independiente norteamericano, sino de las cinematografías orientales o de las europeas. Lo malo es que la mayor parte de ese cine no llega al espectador. Desaparece enseguida de los cines donde se estrenan, que además suelen ser minoritarios. Y no parece que hagan nada por defender esas importantes obras. Podemos recordar, por ejemplo, en estos meses, cómo desaparecieron inmediatamente de la programación dos filmes franceses tan importantes como Según Mathieu y El empleo del tiempo (del realizador de aquella película ya tan sugerente como Recursos humanos). ¿Nacerá en Francia otro cine tan importante como el de los años sesenta? ¿Nos llegará o seguirá ignorándose? ¿Y qué pasa con el actual cine italiano? ¿Es que solamente tenemos que aguantar las cosas bellas de la vida del señor Benigni? Esperamos impacientes las nuevas obras grandes que aparecieron por Cannes, que lo harán en Venecia y en San Sebastián. Americanas habrá alguna. Seguro. Por lo menos seguimos esperando lo último de Scorsese –Gangs of New York- que después de trifulcas entre realizador y productora parece que se estrenará a finales de año.

Y, para demostrar que también cierto cine pequeñamente grande puede triunfar, apuntemos a ese sensacional Campanella de El hijo de la novia, que ha sido capaz de romper en taquilla aquí y allá. Un éxito provocado por el boca a boca. Un anterior filme del realizador se acaba de estrenar en vista del éxito de la posterior. Un bello título (El mismo amor, la misma lluvia) y está dispuesto (siendo más difícil) a luchar por un sitio en taquilla.

Nueva temporada. Nuevas esperanzas en la espera de unas películas que superen en calidad a las que hemos tenido, muchas veces que sufrir, durante la temporada que ahora acaba.

 

Adolfo Bellido López

(Director de EN CADENA DOS).

 
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