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En esta sección comentaremos los filmes proyectados en la Filmoteca de la Generalitat Valenciana que difícilmente podríamos contemplar fuera de su ámbito. Son las joyas de la programación, películas raras o inencontrables, que van siendo recuperadas por los restauradores y que perviven gracias a los esfuerzos de las cinematecas, que sólo con esos rescates justificarían más que sobradamente su existencia. A
PROPÓSITO DE GODARD Por
Antonia
del Rey Reguillo
Ellos
componen un muestrario de lo que podemos considerar estilemas propios de su
filmografía y de algunos de los temas que más le preocupan. Ya desde À
bout de souffle (Al final de la
escapada, 1959), su ópera prima, el director propuso una ruptura de las
reglas de la gramática cinematográfica, abogando por una estética
antinaturalista que, si por una parte le permitió trabajar con total libertad,
por otra, impuso a los espectadores nuevas formas de lectura. De ese modo, su
osadía estética lo llevó a pasar por alto leyes cinematográficas que hasta
él resultaban prescriptivas -la del raccord
correcto o el tabú del salto de eje, por ejemplo-, y a permitirse libertades
que tuvieron que ver con los insertos de rótulos similares a los del cine mudo,
collages ópticos y sonoros, insertos de película negativa,
planos-flash, asincronías, etc. Así
mismo, desde sus primeras obras, Godard, de forma más o menos intensa, pero
siempre peculiar, se centró en temas sociales y morales de especial relevancia,
tal y como reflejan las películas que nos ofrece la muestra. Si con su primer
filme sentó las bases de su radical pesimismo y su desenvuelta escritura, con Le
petit soldat (El
soldadito,
1960) nos habló de la guerra secreta que se da entre bastidores y paralela a la
lucha armada propia de cualquier conflicto bélico, en este caso, la guerra de
Argelia. Su tercer trabajo, Une femme est
une femme (Una mujer es una mujer,
1961), supuso un homenaje
a su musa y esposa la actriz Anna Karina. Con él, en clave de comedia trató el
tema de la paternidad y, aunque resultó un sonoro fracaso comercial, el
cineasta la definió como una de sus obras predilectas. Vista en el conjunto de
su filmografía, refleja una progresión en la estilización de su lenguaje,
cada vez más antinaturalista y personal. Por su parte, Alphaville,
une étrange aventure de Lemmy Caution (Lemmy
contra Alphaville, 1965) fue la incursión ambiciosa de Godard en un tema
que no dominaba: el futuro de la sociedad tecnológica. Para abordar el tema se
sirvió de la mitología proporcionada por el propio cine y la historieta gráfica,
con un resultado fallido en el que sus maniqueas divagaciones no pasan de la
superficialidad. De
ese mismo año es Pierrot le fou (Pierrot
el loco) con el que cierra un ciclo caracterizado por su visión
individualista y pesimista de la realidad. Sin embargo, la película supone una
suerte de retorno a su primer filme, con el que tiene un paralelismo manifiesto.
Las dos hablan de la dificultad de “ser” y su protagonista es el mismo tipo
de personaje -no es casual que ambos estén interpretados por el mismo actor,
Jean Paul Belmondo-, aunque en Pierrot suponga una trasposición burguesa del
Michel de À bout de Soufflé. Con
todo, entre ambos filmes sí se da una evolución formal sustancial, con lo que
el segundo aporta desde el uso del color, cuyas tonalidades suaves fraguan en un
lenguaje densamente poético. Con
La Chinoise (1967) el cine de Godard
deriva decididamente hacia los problemas políticos. En su momento se convirtió
en un filme fuertemente polémico, al tocar uno de los temas calientes del
movimiento comunista mundial: su conducta ambigua frente al imperialismo
norteamericano. Por
lo que respecta a los últimos trabajos, todos suponen una serie de incursiones
en temas tan variados como dispersos. De ellos, nos llegan dos, Histoire(s)
du cinéma (Historia(s) del cine,
1989/98), una película compuesta por ocho episodios con los que el director
elabora su personal reflexión sobre el cine, y Éloge
de l’amour (Elogio del amor,
2001) con el que tendremos ocasión de disfrutar de su película más reciente,
que con toda probabilidad volverá a sorprendernos a la espera de lograr nuestra
reflexión más o menos cómplice.
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