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En esta sección comentaremos los filmes proyectados en la Filmoteca de la Generalitat Valenciana que difícilmente podríamos contemplar fuera de su ámbito. Son las joyas de la programación, películas raras o inencontrables, que van siendo recuperadas por los restauradores y que perviven gracias a los esfuerzos de las cinematecas, que sólo con esos rescates justificarían más que sobradamente su existencia. "FREE
CINEMA": REALISMO A LA INGLESA Por
Antonia
del Rey Reguillo
Tenía detrás una sólida escuela documentalista que durante los años treinta había retratado los cambios ocasionados por la imparable industrialización en la sociedad inglesa. Buen exponente de ella son títulos como Housing Problems (Problemas sociales) de Edgar Anstey y Coal Face (Cara sucia de carbón) de Alberto Cavalcanti, ambas de 1935. En el paréntesis de la guerra, durante la primera mitad de la siguiente década, la cinematografía británica siguió alimentando la práctica documentalista con cortometrajes cargados de ardor patriótico, destinados a sostener la moral de la población. A partir de los años cincuenta un grupo de jóvenes directores impulsó la corriente del realismo en el cine de ficción, desde el movimiento conocido como Free Cinema. Con su actitud iban a renovar la industria cinematográfica inglesa en paralelo a lo que estaba sucediendo con la creación literaria, teatral o musical. Cambios todos que, una vez más, eran el reflejo de la metamorfosis de costumbres y valores que se estaba operando en la sociedad británica y que cristalizaría en los años sesenta, con el país convertido en un referente de la modernidad europea. Aquellos directores partieron de la voluntad de contar historias inspiradas en lo cotidiano, sin concesiones a la galería. La mayoría de ellos engrasó sus motores con la práctica del cortometraje de corte documental. Sus autores clave —Tony Richardson, Lindsay Anderson, Karel Reisz y John Schlesinger— reivindicaron desde su cine una sociedad más justa por la vía de mostrar las heridas, carencias y contradicciones de una colectividad fuertemente desequilibrada en lo económico. Como muestra del esplendor y fuerza del movimiento valga un botón: The loneliness of the long distance runner (La soledad del corredor de fondo, 1962) de Tony Richardson, una de la películas más hermosas del ciclo. A través de la peripecia vital del protagonista se nos describe el modo de vida de las clases bajas británicas, caldo de cultivo para una juventud rebelde, escéptica e irreverente con el sistema, tan consciente de las carencias propias como de la abundancia ajena, de la que intenta participar por la vía menos ortodoxa, es decir, delinquiendo. Como en este caso, los restantes filmes del Free suscitan la reflexión espectatorial constante. No es un cine gratuito, sino que, desde una concepción formal que rehuye los alardes y busca la sobriedad visual, golpea al espectador, empujándolo a plantearse preguntas que no por viejas o repetidas deben ser soslayadas. Son historias que vistas hoy conservan todo su interés y frescura. Más aún en una sociedad como la nuestra cuyas pautas y formas de vida, incluso salvando todas las distancias, se sitúan paradójicamente cercanas de las que aquel cine retrató. De ahí que no sea casualidad la forma en que desde el mismo cine británico se ha retomado la potente estela que dejó el Free. Ken Loach, Bill Douglas, Mike Leigh y Stephen Frears, entre otros, guiados por el mismo espíritu reivindicativo que sostuvo aquella escuela, se mostraron enormemente críticos desde su cine con el desarrollo del neoliberalismo thatcheriano. Sus trabajos han mantenido una tradición cuyo eco pervive hoy en algunos de los trabajos más interesantes de la reciente producción inglesa. Wonderland, 1999, de Michael Winterbottom; Billy Elliot, 2000, de Stephen Daldry y Like father (Como papá, 2001) del Amber Production Team, son un ejemplo.
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