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Making of Encadenados

 

LAS MADRES DE HITCHCOCK

(Madres, madres)

Por Mister Arkadin 

Para Hitchcock "la única mujer buena es la madre", lo que opina de las otras... imagínenlo.El cine de don Alfredo está plagado de madres. Igual le ocurre al de su primo-hermano Buñuel (don Luis). Madres cargantes, insoportables. Cómo aquella suya (de don Alfredo) que se empeñaba en saber todo lo que su hijo había hecho. Por las noches, como en una confesión, al llegar a casa le recitaba todo su “día” mientras le deseaba “buenas noches”. Madres caprichosas, dominantes que exigen la total –y amorosa- dedicación de sus hijos. ¿Amorosa o simplemente de obligada y necesaria obediencia? Madres que llevan su presencia, como en Psicosis  más allá de la muerte. Nadie se puede librar de las hitchcockianas madres y menos sus devotos y reverenciales hijos. 

El destino de los protagonistas de sus películas es siempre el mismo: aceptar los dictados de su “dadora” –al igual que él hacía en los rodajes con sus técnicos y actores- y buscar otras “madres” con las que perpetuar el necesario flujo existencial. Si la ya citada Psicosis pone de manifiesto la más alta crítica a una perpetua cadena imposible de eliminar, Los pájaros va a plantear la búsqueda de esa continuidad necesaria. Son, ambas, probablemente las películas más claras de don Alfredo sobre la (negatividad) de la existencia materna. Las que mejor exponen sus pensamientos sobre la regía figura sostenedora de la familia, castradora y educadora de las nuevas generaciones. Una imposibilidad de liberación de una determinada forma de ser y de conducta. El personaje interpretado por Tippi Hedren en Los pájaros es el contrapunto a la mujer opresora y oprimida (o opresora por ser oprimida). Un intento de captar a una mujer felina y negada a su destino de mujer como procreadora, y por tanto continuadora, de la especie humana. Un núcleo familiar arropado por la figura emblemática y mítica de la mater-tierra de la que todo nace y a la que todo vuelve. La rebelión de Melanie, su nombre en la película y que luego daría a su hija, es tan inútil como el asesinato de Norma (Perkins en Psicosis). Sus acciones no tienen ningún sentido, no hay posibilidad de éxito. Nadie parece que pueda cambiar lo existente. Y lo que existe es un iracundo orden natural (?) o más bien impuesto. La madre, como gallina que acoge a sus polluelos, arropa, ordena, manda. Melanie asustada ante tanto pájaro iracundo no puede menos que refugiarse en el “orden” familiar y convertirse en una nueva madre hostigadora. 

¿Como puede extrañar la madre de Encadenados? Capaz de luchar con su (falsa) nuera para no perder a su hijo. Mantenedora y ordenadora de toda la vida de su hijo. Igual que luego ocurrirá con la madre de Cary Grant en Con la muerte en los talones o antes había ocurrido con el ama de llaves (una madre disfrazada) en Rebeca. Sin duda es el peor “bicho” viviente en esa obra maestra sobre –no de- amor triangular entre Cary Grant, Ingrid Bergman y Claude Rains. El perdedor nato, el condenado a muerte (o a vivir muerto) es Rains. Cazado entre dos féminas. Incapaz de romper el cordón que le mantiene unido a su despótica madre. ¡Pobre perdedor Rains! ¿Qué puede hacer si todo lo tiene en contra? Esperar la muerte ante el abandono, la soledad a los que todos le condenan. Y todo, claro, por no ser fiel a su mamaíta del alma, la que todo lo dio por él ejerciendo su ávida mirada sobre cada de sus acciones. ¡Vaya madre que le tocó en su suerte! A él y a las decenas de personajes (principales o secundarios) de las películas de don Alfredo. Todos supieron lo que es venerar y aceptar a la madre global, a la necesitada de proteger al macho de otras malas mujeres. Porque ya se sabe, y Hitchcock seriamente desde su sarcástico humor así lo puntea,  la única mujer buena es la madre, las otras... O sea que si Claude Rains es “conducido” a la muerte, la culpa es de la liante mujer-mujer que representa Ingrid Bergman. Todo por no dejarse guiarte por las sensatas palabras de una madre que sólo querían el bien para su querido hijo. A pesar del declarado amor a su madre, Hitchcock, demuestra con sus películas que aquél era más bien ficticio. O quizás no sabía, a no ser a través de la ficción, como librarse de ello. Al menos podía, así, adquirir una cierta  liberación personal. Seguro que por eso engordaba (de satisfacción) un poquito más a cada nueva película que hacia.

 

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