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LA INFORMACIÓN Y EL PODERPor Marcial Moreno
En
Encadenados también está presente
esta estrategia, pero es rápidamente abandonada en favor de un discurso
diferente. En esta película la tensión no se establece tanto entre el
espectador y los personajes, sino que es proyectada en el seno mismo de la
historia, de modo que son los propios personajes los que van variando sus
relaciones de poder con el resto en función de la información que poseen. El
comienzo no difiere mucho del planteamiento habitual: Un personaje del que nada
sabemos, y al que se nos presenta de espaldas, siembra el desconcierto. Es él
quien domina la situación, por cuanto sabe todo sobre su oponente (Alicia),
mientras que a la inversa no ocurre. El punto de vista del espectador en ese
momento es el de la mujer más la inquietud de la espalda de Devlin, o, lo que
podría ser lo mismo, menos el alcohol de Alicia. Pero
este juego dentro-fuera de la pantalla se abandona rápidamente para
proporcionarnos a partir de entonces toda la información, de modo que el
suspense queda de algún modo postergado en favor de temas que parecen
interesarle más al director, como el juego de verdad y mentira sobre el que se
edifica la relación amorosa, o la detentación del poder en función del
conocimiento. Es
sobre esto último sobre lo que queremos invitar a reflexionar desde estas líneas.
Muy pronto el espectador se sale de la película y adopta la posición
omnisciente. Todo lo que ocurra desde ese momento tiene su explicación. Pero no
ocurre así con los personajes, los cuales va a variar su posición de dominio
en función de la cantidad de información que posean y de su habilidad para
ocultar esa posesión a los demás. Así,
cuando Alicia conoce lo que se pretende de ella, rehace la posición de
inferioridad que mantenía respecto a Devlin. Es en ese momento en el que surge
el amor entre ambos. Sus avatares posteriores obedecerán a la ocultación mutua
de sus respectivos sentimientos. La
situación inicial entre Devlin y Alicia se repetirá después entre Alicia y
Alex. El viejo admirador se convierte en un pelele en manos de su amada por
cuanto desconoce las verdaderas intenciones de ésta. Alicia toma posesión de
su casa, usurpa el control de las llaves a su suegra y se erige así en la dueña
y señora. Mientras la relación conocimiento/ignorancia se mantenga, ella
conservará su posición. Pero esa relación cambia cuando Alex descubre el robo
de la llave de la bodega. Eso convertirá de inmediato a Alicia en un juguete
roto en manos del marido y la inquietante madre. Alicia no es consciente de lo
que ocurre, y por ello no cabe que reasuma el mando de la situación e intente
escapar. Tal cosa sólo será posible cuando descubra que su café está siendo
envenenado. En ese momento la información que posee Alex deja de ser privativa
suya, y es entonces cuando se hace posible la salvación para Alicia. El
magistral final de la película es una reiteración del planteamiento general
que venimos comentando, únicamente que ahora se traslada a Alex y sus
compinches. Mientras Alex ha conseguido ocultar la verdadera condición de su
esposa, ha podido tener controlada la situación y seguir siendo el anfitrión
que participaba en las tomas de decisiones. En el momento en que pierde la
exclusividad de la información que atesora, se convierte en un juguete roto e
inútil. Y como decíamos, el espectador asiste a todo ello desde una posición privilegiada, próxima a la del creador de la película, aunque no idéntica, y Hitchcock se encarga de recalcar el matiz. El director no se limita a compartir con nosotros una visión de los hechos, sino que se erige en el sumo hacedor que decide cuales van a ser los tránsitos de información, con sus tempos, que decidirán el desarrollo de la acción. En este sentido su aparición física en la película es muy significativa. Lo vemos bebiendo champagne en la fiesta de presentación de Alicia, es decir, contribuyendo a que la bebida se agote y haya que bajar al sótano a por más, y de este modo Alex descubra el engaño al que está siendo sometido y pueda retomar el control de la situación. Hitchcock no sólo resulta omnisciente, sino también omnipotente. Por si alguna duda nos quedaba en Encadenados decide subrayarlo, aunque, eso sí, en un prodigio de elegancia.
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