En esta sección
comentaremos los filmes proyectados en la Filmoteca de la Generalitat
Valenciana que difícilmente podríamos contemplar fuera de su ámbito.
Son las joyas de la programación, películas raras o inencontrables,
que van siendo recuperadas por los restauradores y que perviven
gracias a los esfuerzos de las cinematecas, que sólo con esos rescates
justificarían más que sobradamente su existencia.
INGMAR
BERGMAN, REFERENTE CULTURAL DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX
Por
Adolfo
Bellido
Un
referente cultural inapelable es Ingmar Bergman. Es difícil hablar de la
cultura del siglo XX, en su segunda mitad, y no hablar del gran realizador
sueco. Realizador de cine y teatro (en sus diferentes facetas), escritor
(al menos) de excelentes libros de memorias, que dieron lugar a (unas)
buenas y (otras) excelentes películas. Pensador, atormentado, filósofo
sin nombre de tal pero ejemplar en sus reflexiones. Alguien capaz (cosa
rara) de no engañar a los demás poniendo “parches” a sus historias,
pero sí de expresar la crudeza y el egoísmo de su propia vida. Son sus
confesiones íntimas, esas que explotan una a una en sus películas. En
sus diferentes etapas (la juventud, la madurez, la decadencia física) se
ha desnudado en la escena a través de hombres y mujeres. Su psicoanálisis
particular han sido cada una de la películas que ha hecho. Obras las
suyas, admirables, entrañables, amargas, incluso, en aquellas aureoladas
por el signo de la comedia.
Si
tuviera que escoger una obra de Bergman no lo dudaría, Persona
(1966) sería mi preferida. Resumen grandioso de su pensamiento, de su
debate (esos dos personajes que son uno y que tratan de expresar, a través
del arte que es la propia película, la dualidad del ser) existencial, de
sus vacilaciones, dudas, incorrecciones, egoísmos. Una obra maestra
absoluta como también lo son muchas otras desde Fresas
salvajes (1956) hasta Infiel, 2000, (aunque esté
dirigida por una de sus mujeres, la excepcional Liv Ullmann) pasando por Como
un espejo (1961), Los
comulgantes (1962), Gritos y
susurros (1972), El huevo de la
serpiente (1977, uno de sus
filmes más incomprendidos), Fanny y
Alexander (1982)...
Un
realizador que trata de desvelar el “alma” humana, sus secretos, y que
muchas veces elige, para ello, como protagonista a la mujer. Una de sus
graves problemas. Entender al otro sexo. Sus obras tratan de descubrir,
saber como son (y sufren y aman) las mujeres a las que él (amó e hizo
sufrir) conoció. Películas sin final (hay que fijarse que en la mayoría
de ellas no aparece la palabra fin porque el fin lógicamente es el
verdadero final es el término de una vida, de una obra) porque la vida
sigue, porque los seres siguen repitiendo (y martirizándose) con los
mismos misterios, las mismas culpabilidades. Pintor de rostros (femeninos,
insisto, sobre todo) que ha ido depurando su estilo y su “conversación”
con los espectadores hasta la simplicidad extrema (a partir de un cierto
momento desaparece la música -salvo que proceda de algo que ocurre en la
propia escena- en sus películas).
Hoy,
en los últimos meses, la obra prácticamente completa de Bergman ha
pasado por la Filmoteca Valenciana. Desde Crisis
(1945), hasta En presencia de un payaso (1997), han sido vistas por muchos espectadores. Algo que engrandece al género
humano. Todavía hay jóvenes que llenan las salas para asistir a las
hermosas lecciones (y reflexiones) de cine de Bergman, Un cine difícil,
distinto al de ahora, a ese de ver y tirar. No todo, por fortuna, es Torrente,
ni su nefasta ideología (aunque S. S. piense lo contrario) fascista
aderezada con la máxima de las inculturas (una cosa va unida a la otra).
Todavía hay gente capaz de pensar y de sentir.
Entre
la totalidad de las películas proyectadas sorprenden muchas, incluso
posteriores a Fanny y Alexander,
que quiso fuera su testamento, lo que obliga a rastrear algunas que realizó
para televisión -incluso como hiciese en La
flauta mágica (1974)-, o
sea rodajes de, o sobre, óperas, pero que prefiere ignorar y trata -a
pesar de su brillantez- de borrar de su filmografía, como es el caso de
la no muy lejana En presencia de un
payaso. Son títulos desconocidos en cines o recogidos de refilón en
algún pase televisivo o en cineclubs de los años sesenta, de su etapa de
juventud, como Prisión ( 1948), La sed
(1949), Tres mujeres (1952),
Sueños de mujeres (1955)... y sorprende tanto en cuanto en ellas se
encuentran muchos de los temas que luego aparecen en sus obras grandes
como en su búsqueda de nuevas formas expresivas.
El
ensayo que es Prisión (un
profesor que desea realizar un filme sobre el infierno) se corresponde con
esa nostalgia o perdida del pasado que son los otros tres títulos. La
sed (en esas tres como en otras, caso En
el umbral de la vida, 1957) analiza la historia de varias mujeres con
diferente problemática. Al fin y al cabo mujeres idénticas, que se
reflejan en las otras como esbozo de la insuperable Persona.
En La sed nada menos que de
1949, ya se plantean varios temas bergmanianos por excelencia: la
dificultad de amar, la nostalgia y la imposibilidad de recuperar el
pasado. Obras cercanas a ella como Juegos
de verano (1950) o Un verano con
Mónica (1952), también se asientan en esa temática, y, ¡sorprendente!,
la conclusión que aunque el infierno (una de sus temas predilectos como
buen existencialista) son los otros es mejor la compañía ya que el
enfrentarse al infierno en solitario es mucho más doloroso.
En
muchas de estas obras encontrarnos sus paréntesis humorísticos o sus
comedias unas veces acertadas (Sonrisas
de una noche de verano, 1955), otras más discutibles (Una lección de amor, 1954) y,
en fin, algunas equivocadas sobre todo por una excesiva composición
teatral (El ojo del diablo,
1960). Pero, en muchas de esta época, lo interesante (Juegos
de verano, por ejemplo) es el equilibrio entre lo romántico, lo humorístico
(Tres mujeres) y lo dramático.
En la última citada, compuesta de tres “historias” contadas por
mujeres que esperan a sus maridos, la tercera es un prodigio de humor y...
de nuevas búsquedas expresivas. En ella un matrimonio debe pasar (y así
poder “conocerse” y saber lo que significa amarse) una noche en un
ascensor. No hay apenas más que eso, pero realmente hay mucho más. Todo
un “tour de force” capaz de dejar la pantalla a oscuras durante un
cierto tiempo (lógicamente debido a que se va la luz en la casa y por lo
tanto el ascensor queda parado) y donde la acción viene dada por las
voces del hombre y de la mujer.
Hay
que acercarse a Bergman con respeto y con amor, con ganas de ver y
reflexionar sobre el cine, sobre la obra de una hombre que ha dejado a
tirones su piel sobre la pantalla en las diversas películas que ha
dirigido. Hay que degustar sus inolvidables primeros planos, la desnudez
del rostro de sus personajes confesándose cara a cara (título de otro
filme de Bergman) con el espectador. Woody Allen es uno de los grandes
amantes del cine del maestro sueco. Muchas de sus obras tienen su
referencia en las de aquel. Por ejemplo el argumento de Desmontando
a Harry (1997), no es más
que una vuelta de tuerca de Fresas
salvajes. Pero entre ambos no solamente existe algo más intangible de
lo que separa al maestro del discípulo: la diferencia que existe entre
una cultura asentada en hondas raíces y una cultura light.
Congratulémonos
que hoy en las sesiones de Bergman en la Filmoteca Valenciana haya habido
mucha gente y mucha, como decimos más arriba, sea joven. Por desgracia no
se puede decir lo mismo de algunas películas del miniciclo (compartido
con Bergman) dedicado al maestro del cine japonés Kenji Mizoguchi.
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