Como cualquier
revista que se precie, la nuestra también tiene su sección dedicada a
las bandas sonoras. Habitualmente correrá a cargo de un nuevo
colaborador, Juan Francisco Álvarez, un mozo con muy buen oído... como
podréis comprobar en cuanto se quite los cascos y atienda las llamadas
telefónicas que le piden, insistentemente, su crónica musical para este
número.
La
música en el cine de Bergman
Por
Juan
Francisco Álvarez
Descubrir el universo sonoro de la
filmografía de Ingmar Bergman puede resultar una experiencia sumamente
enriquecedora y a la vez harto complicada, pues el comentario de todas sus
obras nos requeriría la extensión de un libro. Por ello aquí vamos a
realizar un simple catalogo y descripción de sus obras y tendencias.
Bergman ha pasado a lo largo de toda
su filmografía por varias etapas o tendencias: consolidó perfectos
tandems director-compositor con Erland Von Koch y Erik Nordgren, utilizó
música preexistente de los grandes compositores clásicos y también fue
un maestro del silencio rechazando cualquier partitura musical y supliéndola
con el ritmo y dinamismo que nadie como él sabía imprimir a sus imágenes.
Bergman inició su andadura
cinematográfica con Crisis (1945) y para éste,
su primer film, buscó
a uno de los mejores compositores suecos del momento, Erland Von Koch
(1910- ). Con él, Bergman realizó
las películas: Llueve sobre nuestro amor (1946), Barco hacia la
India (1947), Noche eterna (1948), Una mujer libre (1948)
y Prisión (1949) y la colaboración entre ambos, aunque duró tan
solo cinco años (ya que Von Koch volvió a sus composiciones clásicas,
para el teatro y la televisión) dio lugar a partituras muy notables en
las que se manifiesta una perfecta compenetración entre músico y
director.
Finalizada su etapa con Von Koch,
apareció en escena Erik Nordgren (1913-1992), un excelente compositor
sueco, director del Svensk Filmindustri, con el que Bergman realizaría
sus obras más importantes, aquellas que le valdrían el reconocimiento
internacional.
Suyas
son las composiciones para La Sed (1949), Esto no puede ocurrir aquí
(1950), Juegos de verano (1951), Tres mujeres (1952), Un
verano con Mónica (1953), Sonrisas de una noche de verano
(1955), El séptimo sello (1957), Fresas Salvajes (1957), El
Rostro (1958), El manantial de la doncella (1960), El ojo
del diablo (1960), Como en un espejo (1961) y Esas Mujeres
(1964). A destacar de todas ellas Un verano con Mónica, Fresas
salvajes y El séptimo sello que cuenta con una partitura que
roza la perfección y que recoge coros y danzas de la música medieval
escandinava. Algunas de estas composiciones se recogen en un CD de la casa
Marco Polo que con el nombre de The Bergman Suites rinde
homenaje a este gran compositor sueco fallecido en 1992. Este CD
constituye uno de los pocos documentos sonoros con los que puede contar el
aficionado.
Durante todos estos años de
colaboración con Nordgren, pero sobretodo en años posteriores, Bergman
tuvo algunos flirteos con otros compositores
y así contó con Karl-Birger Blomdhal para Noche de circo (1953),
con Stuart Görling para Sueños (1955), con Ivan Renliden para El
silencio (aunque su música nunca se utilizó y en cambió si que lo
fue la música de Johann Bach) y con Lars Johan Werle para Persona
(que también contó con música de Bach) y La hora del lobo (1968).
Tal
vez las malas experiencias con estos, o un pequeño declive en su
filmografía después de estos últimos títulos o su matrimonio con la
pianista noruega Kabi Laretei hizo que imprimiese un brusco giro en su
concepción de la música cinematográfica que le llevó al abandono de ésta
como tal y a su sustitución por el silencio o bien por música de
compositores clásicos.
El silencio de Bergman no es tal,
sino que el ritmo de sus imágenes, las palabras del texto, los ruidos,
los movimientos de cámara, los gestos y las acciones de los personajes,
confluyen creando un dinamismo que le dan vida propia a la película y que
representa su propia banda sonora, aunque esta sea inexistente
musicalmente hablando. Con ello demuestra que algunas veces el silencio es
el mejor acompañamiento que pueden tener unas imágenes que ya tienen de
por si vida, con el ritmo y la cadencia adecuada. Claros ejemplos de esto
son sus filmes La vergüenza (1968) y Pasión (1970).
Su otra tendencia durante estos años,
la utilización de música clásica, está muy marcada sobretodo por la música
del compositor Johann Sebastian Bach y presente en muchos de sus películas:
El silencio (1963), Persona (1966), Como en un espejo
(1961) (es a la vez una de sus últimas colaboraciones con Nordgren), Los
Comulgantes (1963) , Stimulantia: episodio “Daniel” (1967),
Gritos y Susurros (1972) y Sonata de Otoño (1978). Aunque
también utilizó composiciones de Wagner, Chopin -en Fanny y Alexander
(1982)-, Schumann, Bartok, Schubert, y Mozart -en La flauta Mágica (1975)-.
Un valioso comentario a la utilización
de música clásica y del silencio en las obras de Bergman, lo podemos
encontrar en el libro de Michel Chion, La música en el cine.
Sin embargo, ya en sus últimos
trabajos ha vuelto a contar con la presencia de un compositor que elabore
el comentario musical de sus películas. Entre otros, ha contado con las
colaboraciones de: el compositor alemán Rolf Wilhelm en El huevo de la
serpiente (1977) y en De la vida de las marionetas (1980), con
Ingrid Yoda en su trabajo para la televisión sobre el Marqués de Sade, Markisinnan
de Sade (1992) y con Daniel Bell y otros compositores noveles en la
excepcional Fanny y Alexander (1982) en la que también contó con
piezas clásicas .
Sirva
pues este comentario para introducirnos en la obra sonora de un gran
creador. Una tarea que como ya se advertía al principio resulta un tanto
complicada y que requeriría una extensión más amplia, pero que puede
ayudar a conocer mejor la obra de Ingmar Bergman.
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