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A
Arturo Ripstein hay algo que no se le puede negar: la coherencia de sus
planteamientos cinematográficos. Es esa coherencia la que le hace
retornar en cada una de sus películas a las líneas argumentales y a las
propuestas estilísticas que transitan toda su obra. Sin duda esta manera
de entender la creación artística puede ofrecer grandes resultados, pero
está también expuesta a sonoros fracasos: Si va acompañada de un
ahondamiento en las constantes como manera de trascenderlas y
subvertirlas, podemos asistir a la construcción de una personalidad
creadora de envidiable solidez; Sin embargo en ocasiones la coherencia se
encuentra reñida con la creatividad, y deriva en repetición, y ésta en
tedio. La coherencia a veces no es sino el velo que trata de ocultar la
monotonía y la falta de imaginación.
En
Ripstein conviven ambas opciones. Junto a obras estimables como La
mujer del puerto o Profundo
carmesí, podemos encontrar notables decepciones como El
evangelio de las maravillas o esta La
perdición de los hombres, película que a pesar de venir avalada por
el premio cosechado en el festival de San Sebastián, es uno de los
trabajos más decepcionantes del autor mexicano.
Desde
el inicio la película aparece lastrada por sus orígenes. Por mucho que
se estiren los diálogos no puede ocultarse que se trata de un corto
alargado, ya que ni la anécdota que nos cuenta ni el tratamiento que de
ella se hace son capaces de justificar la hora y media larga de su
metraje. La consecuencia es una ausencia de ritmo a la que la película en
ningún momento puede escapar.
De
lo fallido del planteamiento inicial proviene también el carácter
teatral que posee la película. Rodada en pocos y larguísimos planos
secuencia, el realismo desaparece para dejar paso al artificio que se
desprende de una estructura más propia de la fragmentación teatral que
de la continuidad cinematográfica. Por otra parte, la ruptura de la
linealidad temporal parece obedecer más a un guiño al espectador o a una
marca de fábrica que a una exigencia del relato mismo.
Por
todo ello, la película acaba sin poder trascender la anécdota, y ni
siquiera el recurso a unos diálogos supuestamente chispeantes que
vagamente recuerdan al humor negro, aunque sin el poder corrosivo y
destructor de los grandes maestros de este género, logran cambiar la
situación. Lo mismo cabe decir de la ambientación, las emisiones de
radio o la presencia de las botas como hilo conductor de la historia: más
que dotar de complejidad a la película, la hacen naufragar en una
vanalidad irresistible. Al final nos quedamos con la sensación de haber
contemplado una película innecesaria, que nada aporta a la filmografía
de Ripstein, y que trasluce una desgana impropia de un director cuya
reputación (justa o no) exigiría un mayor cuidado en la selección y
realización de las historias.
Marcial
Moreno
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La
perdición de los hombres.
Nacionalidad:
México, España, 2000.
Blanco
y negro. Dolby.
Dirección:
Arturo Ripstein.
Argumento
y Guión:
Paz Alicia Garcíadiego.
Fotografía:
Esteban de Llaca.
Música:
Leoncio Lara “Bon”.
Intérpretes:
Patricia Reyes Spíndola, Rafael Inclán, Luís Felipe Tovar, Carlos Chávez,
Leticia Valenzuela, Alejandra Montoya, Eligio Meléndez.
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