Sin perdón
Principal ] Arriba ] [ La comunidad ] Las razones de mis amigos ] Persiguiendo a Betty ] Lo que la verdad esconde ] Sabiduria garantizada ] El Dorado ] La perdición de hombres ]

 

La comunidad

Alex de la Iglesia sigue jugando a ser un genio. Lo único que demuestra es su (gran) sentido de lo comercial. Si su producto está mejor terminado que los de otros directores galardonados con la discutible aureola de lo exitoso, como las “tremebundas” Airbag o Año mariano, es simplemente porque conoce mejor el cine (sus posibilidades), su historia y sus realizadores. Pero, ahí, termina todo. Su debut avalado por algunos discutibles cortos (aplaudidos por mentes preclaras, al igual que otros, tan mediocres como el suyo, de otros realizadores en su conjunto, tan inútiles como faltos de originalidad o sentido del cine) no demostraba más que un sentido (falso) de la provocación. Eso si muchos de sus referentes estaban incluidos en el más que discutible cine gore actual aunque su idea fuese contactar con el sentido (o la atmósfera) de ciertos importantes realizadores de lo –por llamarlo de alguna manera aunque sus excelentes obras escapan a cualquier tipo de clasificación- policiaco (¿no estaría mejor decir insólito) presente en el cine del gran Alfred Hitchcock. Cuando Alex de la Iglesia pasó al largo trató de ser fiel a su etapa de cortometrajista. Como entonces (para mal suyo) siguió recogiendo el aplauso de tirios (sus fans incondicionales) y troyanos (algunos nuevos conversos). Lo mejor que rodó fue la más bien liimitada El día de la bestia. Lo peor vino cuando nuestro director, aclamado como supergenio, tuvo la gran idea (¿) de rodar la internacional Perdita Duranga, filme donde sus limitaciones quedan más patentes. Un fracaso posterior –Muertos de risa- no impide que el filme se super-rentabilice merced a una gran campaña promocional. Y, a continuación, llega esta tan hueca como aparente  La comunidad

                Carmen Maura alcanza el premio en el festival de San Sebastián, como mal menor a un intento de lograr mayores galardones para el filme, que al igual que otros títulos de De la iglesia, logra imponerse a los espectadores y... a cierta crítica miope y adocenada. Sí, porque toda la película es un puro disparate mantenido en pie debido a un envoltorio tan aparente como inútil. El director se cura en salud diciendo que hoy todos (¿por qué su generalización?) los realizadores copian. Bien, al menos tiene la delicadeza de proclamarlo. Él no homenajea, copia. Y copia, claro está, a Hitchcock. Los maestros siguen siendo los maestros y los copistas los copistas, pero hay algunos que en ciertas obras –pienso en De Palma- logran insuflar –en la copia- un cierto- aire personal. No es este caso de La comunidad.. Pongamos un ejemplo. Hitchcock en Cortina rasgada es capaz de regalarnos un momento insólito casi insoportable para el espectador como ilógico en lo “real” como es un asesinato (silencioso) en un horno casero de gas. Pues bien el equivalente aquí sería la alargada secuencia del asesinato –por cercenamiento de un ascensor- de un vecino de la comunidad . Lo ilógico de A. H. Adquiere categoría de maestría, lo insólito de De la Iglesia suena a risible, a una acumulación gratuita de efectos como forma de sorprender a sus incondicionales.

                Lo más interesante de la referencia hitchconiana de La comunidad se encuentra sorprendentemente en su argumento, que toma uno de los temas menos estudiados, pero de los más importantes, de su cine: el egoísmo (total) de los humanos, la ausencia de un héroe positivo. Todos los personajes de la película de De la Iglesia actúan de acuerdo a sus intereses personales. Para alcanzar su “bien” harán cuanto puedan. Todo es válido. El asesinato, la muerte de los que se oponen a su “felicidad” será la norma de sus acciones. De ahí que una “comunidad” (y la señalización del título) sea el (sin) sentido de toda una trama  Frente a un mundo vivaz y bello aparece el monstruo de una (otra) existencia. Basta entrar en patio cualquiera de una calle cualquiera para encontrar otro mundo o, quizás, sea el mundo, el único posible.. Bonita idea, por supuesto. Como también lo es, el hecho de encontrarnos en el centro (la casa de la acción) de una determinada ciudad (Madrid) y en una época concreta (hoy). La miseria moral, los fantasmas (viejos, ancestrales) que nos acechan forman parte del aquí y del ahora. Un apartamente ultra-moderno se esconde en la oscuridad real y obtusa de unos seres monstruosos, amables en su apariencia de cotidianidad. Cualquiera podrá ser el ser maligno que trata de ahogarnos, destrozarnos. Probablemente hay una semejanza del “yo” protagonista (el punto de vista del filme corresponde al personaje de Carmen Maura) con los otros. Una clara identificación. La mujer que conduce el relato no es, pues, inocente. No, es otro individuo más de un colectivo empeñado en alcanzar su “status” de riqueza sin importar los medios. El hecho por el cual el espectador se introduce en la piel de Carmen Maura no es más que un intento de exponer el espejo en el cual buscamos nuestro propio reflejo. Esas estupendas ideas están ahí pero rotas al supeditarse a un progresión de efectos propios de un simple filme de terror. Es una lastima porque la película señala lo que nunca es pero que para muchos expresa. Triste sentido para la pretendida (y nunca lograda) sugerencia de una cruenta realidad.

                Hay mucho más claro como es la clara identificación del espectador con el “falso” buen personaje de la historia (y no menos sinvergüenza que los otros), un simple ciudadano (a) de a pie, lleno (a) de frustraciones que se encuentra en el camino con un dinero buscado, ansiado, por todos. Representación de lo que se vive y (en una palabra) desea. Estamos ante el  paso, pues, de lo vulgar a lo extraordinario. Todo ello característica indiscutible del cine soberano (e inimitable) del gran director conocido como mago del suspense. Pero de él a De la iglesia existe un gran abismo de manera que el realizador español no llega, hoy por hoy, ni a acercársele.

                Los letreros de crédito son (y la música no digamos) una clara apuesta por la presencia-copia del cine de Hitchcock. O sea que Saul Bass y Herman también se “elementalizan” en el conjunto. ¡Ahí es nada! Líneas que se cruzan, círculos (y ojos) que hablan de los otros “yos” o de vértigos alucinados como entrada a ese otro mundo oculto. ¿Cuál es el problema? Varios y no sólo uno. El principal,  la existencia de una historia que se alarga de forma monocorde hasta llegar a un final tan previsto como forzado. ¿Qué hay escenas conseguidas? También sería que no las hubiera? Por ejemplo está esa interminable persecución por los tejados, al borde del abismo, con ciertos toques disparatados y que desemboca en otro final explicito e inadecuado: el encuentro del falso tonto y de la mujer protagonista en un bar subsidiario del mismo –o parecido- mundo comunitario a pesar (¿no eran lo mismo los otros?) de la apacibilidad de sus parroquianos. Pero no es sólo eso, ya que se nuestra ese más difícil todavía de unos personajes marionetas empeñados en llegar a una determinada tesis. Todo es posible en ese submundo donde lo lógico y lo ilógico se alinean cuando no se identifican. ¿Cómo entender, comprender o admitir el asesinato, ya citado, del ascensor? Es un ejemplo entre otros muchos momentos o personajes, entre los que citaré:

                . la visita (frustrada) de la policía municipal a la casa (otra vez el mundo de fuera y de dentro) resuelta como le interesa al guionista para sus fines (y no como tiene que ocurrir), algo muy a tono con toda la película;

                . la secuencia de la “cortada” noche de bienestar y amor entre la protagonista y su marido en el dormitorio de la casa moderna (no me cansaré de repetir la presencia de la “casa” como la otra casa, un sitio maquillado con los signos de modernidad pero tan misteriosa y “oscura” como las otras viviendas) con las cucarachas cayendo del techo. Momento excelente lastrado por un “y ahora qué”. Sí, porque el después no se concreta en nada determinado. Carmen Maura se sienta en la cama como si tal cosa sin saber que está pasando con los condenados bichitos que proceden del piso de arriba. ¿Dónde está la historia, el sentido o sin sentido de una determinada progresión narrativa?

                . el instante (¡que mal dado!) en que la protagonista (tanto sobre el guión como a través de la interpretación de Carmen Maura, cuyo falso nerviosismo pone en entredicho su excesivo premio como mejor actriz en el festival de San Sebastián del año 2000) cuenta –y se da cuenta- de la cantidad de dinero que tiene entre sus manos;

                . la (citémosla otra vez) constante y monótona repetición de los mismos elementos, de forma que la película se estanca sin progresar, sin añadir nada nuevo a lo ya (reiteradamente) dicho. De otra manera, el buen corto que podría ser esta historia (o como máximo mediometraje) da paso a un torpe largometraje tan insistente como inútil.

            Queda, pues, la idea, pero eso no es una película, eso es algo que puede dar lugar a una obra interesante o mediocre, eso si gracias a la idea repleta de buenas intenciones. Este es el caso de estra “comunidad” a mayor gloria de ese buen dibujante de fuegos de artificio que es Alex de la Iglesia. Una de las falsas estelas luminarias de este (inculto) fin de siglo.

 Adolfo Bellido                

La comunidad

Nacionalidad: Española, 2000.- 

Dirección: Alex de la Iglesia. 

Argumento y guión: Alex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarria. 

Fotografía: Kiko de la Rica. 

Música: Roque de Baños. 

Intérpretes: Carmen Maura, Emilio Gutiérrez Caba, Eduardo Artuña, Sancho Gracia, Jesús Bonilla, Terele Pávez.

 

Volver al SUMARIO Página ANTERIOR Página SIGUIENTE Ir a la ÚLTIMA PÁGINA
 

Principal ] Arriba ] [ La comunidad ] Las razones de mis amigos ] Persiguiendo a Betty ] Lo que la verdad esconde ] Sabiduria garantizada ] El Dorado ] La perdición de hombres ]