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He aquí la segunda
página que dedicamos a la televisión (la otra es Malalts de tele).
Sumadas os ofrecen mucho más que un análisis de la programación
televisiva: constituyen toda una filosofía de vida.
LA
PROGRAMACIÓN DE NIÑOS
Por
Ángel San Martín
Hace unos
años, no sé exactamente cuántos, una frase hizo fortuna en los
mentideros divulgativos. Ni más ni menos se le atribuía a la TV la función
de “guardería” para los vástagos de la casa. Poco tiempo después y
ahora en un congreso científico, se dio a conocer el descubrimiento, vía
encuesta, que un alto porcentaje de niños preferían la TV a los abuelos
biológicos. Constatación que sirvió para endosarle a la TV el
calificativo filial de “abuela electrónica”. De entonces hasta la
fecha, los empresarios del medio, por boca de sus programadores, no han
hecho más que dar argumentos para que la profecía se cumpla. Y en aras
de tal empeño, se programan espacios con el ánimo de embelesar a una
cantidad cada vez mayor de niños con el noble propósito de ofrecérselos
así, todos juntitos, a los publicitarios.
No creo
que las audiencias y mucho menos las infantiles, respetasen la
compartimentación de las franjas de programación a ellos dedicadas, como
tampoco el calificativo que las recatadas autoridades exigen anteponer a
cada emisión. En lo único que realmente se puede creer es en la TV bien
o mal hecha, en programas dignamente elaborados o bazofia emitida por TV
con o sin etiqueta de calificación moral. Pero si los programas de los
adultos, por lo general, son tan malos como aquí venimos reseñando
insistentemente, ¿cabe esperar que los destinados a los niños sean
mejores? Juzguen ustedes mismos.
Sí se
han observado, no obstante, algunos cambios, sobre todo en los criterios
de programación. Así nos encontramos que los programas infantiles ya no
van en horario de tarde, sino de mañana, pero además de primerísima
hora: desde las 7,30 ya les están dando caña catódica. Por otro lado,
la unidad de programación no es el espacio, aisladamente considerado,
sino lotes en los que se mezclan series de animación, concursos en
estudio, breves reportajes y reposiciones sin fecha de caducidad. Aparte
del atractivo del “dos por uno”, el lote se presenta en forma de
“club” como el TPH Club de
La 2 de TVE, Club Disney de Tele
5 (sólo sábados y domingos) o Club
Megatrix de Antena 3.
Respecto
al cambio en los horarios de emisión, es un síntoma evidente de la
adecuación de la programación al descarnado ritmo vital de la sociedad
de nuestro tiempo. Hasta tal punto es así que no dudamos en que resulten
absurdas preguntas como la de ¿qué carajo hace un pitufo a las 7,30 de
la mañana ya enchufado a la tele? Pero si han de socializarse en el
comienzo y final de la jornada, también lo deben hacer respecto a la
vinculación con la institución, y para esa conexión permanente les
animan a formar parte de un club. Así dejan de ser meros espectadores y,
en la nueva escala que les proponen, acceden un escalón: pasan a ser
miembros del club en el que pueden participar e incluso recibir algún
premio a su inocente disposición a tomar parte en concursos de contenidos
y reglas más que dudosos. Con esta oferta televisiva no se puede
pretender otra cosa que socializar a los retoños para que de mayores no
sean respondones ni se escandalicen de nada. Más si estos jóvenes
espectadores no son tan inocentes, ¿qué pensarán de mayores de la tele
de su infancia?
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