He aquí la segunda
página que dedicamos a la televisión (la otra es Malalts de tele).
Sumadas os ofrecen mucho más que un análisis de la programación
televisiva: constituyen toda una filosofía de vida.
IMÁGENES
DEL TERROR
Por
Ángel San Martín

Con
el atentado terrorista del pasado 11 de septiembre, la televisión volvió
a mostrar el gran poderío que la caracteriza. De la mano de la CNN fue,
desde los primeros instantes, la gran “notaria” del ataque a edificios
símbolo del poder occidental. Mientras en la radio titubeaban respecto a
lo que estaba sucediendo, la TV ofrecía en directo la embestida del
segundo avión. La prensa ilustraba al día siguiente la noticia con imágenes
que, en su mayoría, habían sido tomadas de la televisión. Pese a todo,
estos medios cumplieron con su función, ya que la telefonía e internet
quedaron fuera de servicio al ser superadas por las circunstancias.
En
medio del desconcierto creado por lo que estaba sucediendo, la televisión
mantenía sobre sí la atención del mundo entero. Desde su posición de
megamedio, capturó a las audiencias para ir conduciéndolas, en medio de
una gran tensión dramática, hacia el lugar seguro de su telepantalla. En
un primer momento y con imágenes inéditas informó a la población del
atentado más grande de la Historia. Luego aleccionó al respetable que
contemplaba algo no superado por la ficción cinematográfica ni los diseños
virtuales de los videojuegos, pues aquí sí había muertos aunque no los
vieran. Superado el desconcierto inicial y con el espacio aéreo
despejado, comenzó la TV a saturar la programación de mensajes que
identificaban a las fuerzas del Bien y al imperio del Mal. Es la tercera
fase, en la que estamos todavía, cuando el suceso se recrea una y otra
vez con imágenes de segunda o cuarta generación.
Poco
importa ya si las imágenes que ofrece la televisión son verdaderas o
falsas (en internet hay versiones para todos los gustos), de lo que se
trata es de explotar simbólicamente la tragedia del 11 de septiembre. La
megatelevisión se ha convertido en fuente inagotable de imágenes
redundantes y opacas en relación a los hechos, pero cumple su función:
ocultar a los muertos propios y pasear a cara descubierta a los presuntos
retenidos por los cuerpos policiales, señalar sin reparos quiénes son
los buenos y quiénes los malos. De este modo la televisión reestablece,
al menos en el plano simbólico, el orden burlado que no supieron defender
con la tecnología militar. Con el apoyo de los nuevos juglares o expertos
tertulianos, la televisión alentó desde el principio la restauración de
ese orden declarando la guerra a un individuo o a un mísero pueblo. Pese
a tanta incógnita, el inicio de aquélla nos lo anuncian en cada
informativo. Eso sí, sin reparar en que, probablemente, la injusticia
inherente a ese orden es uno de los principales argumentos de la situación
en la que nos encontramos. Pero esto no cabe en el espectáculo
televisivo.
|