LA
MENTIRA DE LA GLORIA
Ha
comenzado el curso una vez terminado el verano. Nuevo cine que parece
viejo. Nuevos colaboradores en nuestras páginas, jóvenes con ganas de
hacer bien las cosas. De analizar películas, de estudiar directores. Algo
distinto al hecho de escribir por escribir, de hacer juegos malabares con
el lenguaje (como ciertos pontífices críticos hacen ahorita mismo en
cierta prensa considerada como independiente, lo que parece ser sinónimo
de progresía), de decir banalidades sobre obras que a lo mejor ni se ven.
Nosotros optamos, tengamos los lectores que tengamos, por un análisis en
profundidad de los filmes, que en algunos casos (aparte de lo expresado en
el espacio Rashomon) pueden ser
de varios de nuestros redactores y/o colaboradores. No se trataría de
contracríticas y sí de formas de ampliar los distintos puntos de vista
que una película importante, compleja o, simplemente, discutida pueden
dar de si.
Huimos
de un mercantilismo fácil, de una forma de vender la publicación. En la
anterior etapa se nos aconsejó incluir fotos (por llamarlo de alguna
manera) llamativas. Otras revistas de cine de la red lo están haciendo en
estos momentos. Lo triste es que esos hechos provengan de gente
considerada abierta, inquieta, progre... Parecen olvidar lo que Aranguren
exponía en algunos de sus libros más leídos de los años setenta en
alusión a la utilización por estados o grupos de cualquier tipo, de la
pornografía como elemento o refugio
salvador (de ellos, de su poder: una forma de adormilar a los ciudadanos).
No
creemos en ello. Tampoco deseamos claudicar o vendernos. Nuestra posición
está clara. Podemos equivocarnos, pero es una posición razonada, analítica
antes que crítica. En esta nueva etapa, en un curso más, mientras el
mundo, con su extraño devenir, nos lo permita, seguiremos presentes,
buscando nuevas formulas de entendimiento, de claridad y razonamiento.
Trataremos de olvidar críticas monolíticas, aquellas que prácticamente
no hacen referencia al filme analizado y que muy bien podía, como ocurre
muchas veces en cierta prensa incluso especializada en cine (o en
cualquier otra rama del arte), intercambiarse por (la crítica de) otro título
cualquiera. De críticas válidas para cualquier filme el mundo del cine
está lleno. Trataremos también de evitar comentarios breves, simplistas
(en ese caso será mejor no hacerlos). Aunque sea una película “de
cero” pensamos que debe (en caso de hablarse de ella) plantearse su análisis
en bastante más de unas apretadas y escasas líneas.
Queremos,
si el futuro nos deja y existe, evitar las mentiras que acompañan a
tantos eventos y acontecimientos. Nuestro deseo es buscar formulas nuevas,
de hacer mejoras pero siempre en bien de la cultura y de la verdad, de la
lucha por aquello en lo que realmente creemos.
Vivimos
en un mundo dominado por la premura, la rapidez, el digo que me dicen, la
impresión sensibilizada, orquestada o dirigida por los poderosos imperios
de la comunicación o, simplemente, por las ocultaciones de las realidades
que señalan o cercan nuestro entorno. No hace demasiados días los medios
de comunicación se volcaron sobre los terribles y (semi) apocalípticos
sucesos acontecidos en Norteamérica. La información televisiva fue
exhaustiva, presentada de forma instantánea. Un bombardeo dirigido hacia
la opinión pública de todos los países del globo. El suceso era
inquietante. ¿En manos de quién estamos? Los “malos” imaginados en
las películas del agente 007 como dueños del mundo parecían convertirse
en realidad. El Spectra o Spectras que intentan dominar al mundo
civilizado (?) aparecen como más real que la imaginación de Ian Fleming
o la de los guionista de la serie. Aunque tamaño bombardeo y terror, su
difusión vía satélite, no se equilibraba con la diaria masacre
orquestada contra los palestinos (o el macabro juego en que ellos y los
israelitas se encuentran inmersos) o con la presencia del hambre en
Centroamérica, la persecución de inmigrantes aquí y allí. Eso, como máximo,
son noticias que se despachan en menos de cinco minutos en informativos
diarios. Unas y otras son terribles. Probablemente unas provienen, o se
alimentan, de las otras. Pero, los medios lo tienen claro: la manipulación
la orquesta el más poderoso y olvida a los que no pueden llegar a su
altura.
Mentiras
a medias o totales lanzadas desde lo alto de los Imperios en su propio
beneficio, que además se atribuyen el atributo del bien. Muchas veces, en
este tremebundo juego manipulador, todo tiende hacia el enriquecimiento de
los medios. La noticia se ha transformado en publicidad y ésta en
aquella, de forma que es muy diferenciar una de otra.
Centrándonos
en el hecho publicitario en sí (dejando aparte los planteamientos políticos
–si es que eso se puede evitar ya que “todo” termina por ser, o es,
política-) digamos que han existido a lo largo de este último mes
algunos tristes ejemplos generalizados o dirigidos por ciertos grandes
poderes mediáticos. En ellos se refleja una sociedad, una forma de vida,
una intensa manipulación y orquestación de formas y estilo.
No
sabemos si el anuncio de un niño pequeño (no más de cinco años) con
brazos cruzados, desafiante y malhumorado, ha aparecido en todas las
ciudades, ya que el citado mensaje se refiere a un multicentro de la
ciudad de Valencia. Nos figuramos que sí, que ha servido como estandarte
para albergar la publicidad de centros semejantes en otras ciudades. Pues
bien, el citado anuncio estático, que no ha recibido ninguna crítica de
las asociaciones de consumidores, es como mínimo provocador. Resulta que
el tal tierno infante, se niega a ir al colegio (de ahí su malhumor), a
no ser que reciba no sabemos cuántas cosas del citado centro. Las
palabras que acompañan al texto son claramente relevantes. Sobre la
figura del niño aparece una pegunta (que se supone se hace el chaval):
“¿Al cole?”. La solución, para hacerles entrar en razón, aparece en
una frase, junto al nombre del multicentro, colocada al final del
anuncio“Todo lo que deseas para convencerle”. El mensaje es patético,
generador de una forma de conducta vergonzante. Un mocoso, con perdón, es
capaz de convertirse en un dictador nada simpático que exige sus tributos
para ser contentado. Lastimoso ejemplo, y valores, los que se trasmiten a
la nueva generación. Así, es imposible conseguir que las cosas (el
mundo) sea tan distinto (en su desfachatez y/o pretenciosas estupidez) de
cómo es.
Pasemos
ahora a recordar un anuncio más generalizado en cuanto, vía cine o TV,
se ha podido ver en todo el Estado. Se trata de otro ejemplo de publicidad
directa, de algo que se oferta sin aparente engaño a los futuros
consumidores, aunque estos (o sea todos nosotros) solamente al final
sabemos de qué va la cosa. El anuncio comienza por mostrar en planos
cercanos a personas que parecen identificarse con grupos políticos.
Portan banderas (el color no se adivina porque el anuncio es en blanco y
negro, pero, mal pensados que somos, a simple vista nos parecen rojas, rojísimas).
Su manifestación, o incorporación a la misma, se acopla con una voz en
“off” que habla de convivencia, unión y otras lindezas. Poco a poco
el plano se va abriendo de más en más hasta el punto de presentar a
multitudes que se disponen a entrar... en un campo de fútbol. La cosa no
termina ahí. Las masas en ebullición “gritan” en las gradas agitando
sus banderas. La cámara puesta en el centro del campo muestra ahora un
plano de las gentes. Entra en primer plano un jugador, que se arroja de
rodillas al suelo, enaltecido ante la probable buena jugada al tiempo que
extiende los brazos. Entonces, ocurre el milagro (no olvidemos el
recorrido programado por el anuncio: masas en un recinto, el oficiante
jugador cayendo de rodillas...): sobre la figura del jugador que permanece
en tierra con los brazos extendido –en una imagen congelada- se dibuja
una cruz. A continuación viene el mensaje publicitario referido a la
correspondiente emisora de televisión, que abastece a sus clientes de
espectáculos (entre otras cosas) deportivos. Se trata de Canal Satélite
Digital. Canal Plus (+). El anuncio no tiene desperdicio. Su oferta se
genera a partir de una serie de símbolos sagrados que representan sin
duda la sacralización (concedida a sus
abonados actuales y futuros) de dicho canal, que oficia infinidad de
ceremonias purificadoras. Increíble la forma de manejar, manipular, dar
unos mensajes desde otra aparente óptica. La sorpresa de tal anuncio y su
interés estriba en su propio carácter de reportaje, que revierte en una
clara manipulación. Cualquier cosa es hoy válida con tal de vender.
Canal
+, la primera televisión de pago de este país, codificada, apadrinada
por un grupo mediático de ideas, según parece, abiertas, liberales,
controladora de editoriales de libros de todo tipo, inclusive de textos,
de periódicos, de revistas especializadas, de emisoras de radio, de
productoras y distribuidoras de cine, acoge como ejemplo de independencia
informativa al canal de noticias americano CNN, y se proclama en su prensa
como “independiente”. ¿Es posible que alguien “trague” con esa
independencia informativa? Vamos a estudiar una historia, referida al
cine, de la que ha sido protagonista la “independencia” mediática del
Canal Plus.
Los otros, la última y fallida película de Amenábar, ha sido
aupada por sus medios, al entrar en la producción dicho grupo. Las
emisoras de radio, de televisión y las publicaciones han dedicado
espacios sin fin (y entrevistas a diestro y siniestro con el realizador)
para conducir al espectador hacía el conocimiento de esa “su” película,
que por ser suya, pertenecerles, debe ser extraordinaria. Algo que importa
poco, ya que lo fundamental será alcanzar altas cotas de comercialidad
con ese producto. Se lanza, se infla, se exageran sus (falsas) bondades,
se es magnánimo en la crítica elaborada por unos “libres” escritores
de cine, que deben plegarse a la empresa ya que cobran y van a los
festivales gracias a ella. Hay que ser agradecidos. No se puede morder la
mano de aquel que nos da de comer con tal generosidad, que encima de
hartarnos, nos sobra.
No
queda hay la cosa. Se magnifica un triunfo inexistente. El ejemplo ha sido
el de la presencia del filme en el festival de Venecia. Entre líneas se
podía leer en su prensa que había recibido algunos pateos y silbidos al
terminar la proyección, pero que la mayoría de los espectadores
aplaudieron e incluso la crítica la consideró como una de las películas
favoritas a la hora del reparto de premios. Como es sabido no recibió ni
uno tan sólo. No importa: la intoxicación informativa del grupo
“apostará” ahora a su candidatura a los Oscars en uno o varios
apartados.
Pero
vamos por partes. Hablemos de la realidad vivida en la presentación a
bombo y platillo de Los otros en
Venecia. Dejemos a un lado el hecho de que sea discutible la presencia de
dicho filme en la Mostra como español (rodado en ingles, estrenado antes
en EEUU, actores no españoles...), para centrarnos en la forma en que fue
recibida. Pues bien, en su pase, tanto para la prensa como para el público,
la película convenció poco. La crítica presente, al igual que había
ocurrido con la norteamericana, fue bastante negativa a la hora de juzgar
las hipotéticas (más bien inexistentes) bondades del filme. En la
proyección no fue muy bien recibido y jamás se tuvo en cuenta que la película
de Amenábar fuera una de las favoritas en la ronda final de los premios.
Como máximo se dejaba ver la posibilidad de premiar a Nicole Kidman, cosa
que al final no ocurrió. La presión del grupo mediático no ha terminado
ahí para conseguir convertir la
cinta en un gran éxito. En “su” diario “independiente” se dio
sobrada cuenta del estreno en Madrid. No hubo un solo día en el que se
habló de ellos. Se extendieron sus comentarios (su publicidad encubierta
en forma de reportaje) a la largo de dos o tres días, tiempo en el que lo
más reseñable se refiere, incluso por encima de las fotos y entrevistas
con la actriz y el director, a dos hechos:
a)
una página dedicada al fastuoso estreno del filme. Un pequeño comentario
aludía al selecto público presente (actores, técnicos directores
–aparte de los de la película- de nuestro cine, así como las más
altas personalidades culturales, políticas y económicas de este país,
sin olvidar, claro está, a los responsables del grupo mediático),
mientras que el resto de la página (como confirmación de dicha
presencia) eran fotografías realizadas a la puerta del cine donde se
proyectó el filme. Allí estaban reflejados muchos “otros” seres con
poder de nuestro país.
b)
una sorprendente página entera del periódico publicado dos días después
de terminar el certamen de Venecia. Era el anuncio previsto en principio
para el caso (muy probable) en que Nicole hubiera recibido el premio de
interpretación. Como no fuera así se alteró mínimamente el texto
vendiendo lo que no había ocurrido, un premio. Sobre el propio cartel
(Nicole con su candil) se podía leer un equívoco texto, “Venecia no
olvidará tu interpretación porque olvidaron que estabas
interpretando”. Debajo de la imagen y antes de hacer alusión a Canal +
(al fin y al cabo se trataba de publicidad para captar nuevos abonados) se
daba la “enhorabuena a NICOLE KIDMAN por su interpretación en LOS OTROS
y a ALEJANDRO AMENÁBAR por hacer grande nuestro cine. CANAL + siempre con
el mejor cine”. Nada en el cartel se dejaba a la improvisación. Los
nombres en mayúsculas de la actriz, del director y del canal publicitado
identifican una igualdad (en lo bueno) entre ellos.
Mentiras
mediáticas que quieren vendernos cualquier cosa, que desean que admitamos
como artístico lo que no son más que vulgares productores comerciales. Y
de eso, en nuestro cine, en los estrenos del “extraordinario cine español
del momento actual”, hay multitud de casos y de cosas que tratan de
hacernos creer que tenemos los mejores (o casi) directores del mundo y que
nuestras películas son (sin duda) excelentes. No digamos si además han
sido realizadas por jóvenes procedentes de la televisión. En esos caos
no se puede hablar de genios en potencia. Son realidades confirmadas. Así
nos va, encerrados en nuestras mentiras, creyendo que vivimos en el mejor
de los mundos posibles. Lo malo es cuando se nos despierta, cuando un
determinado hecho nos permite descubrir las mentiras en las que estamos
nadando, el mundo de falsedad en que estábamos viviendo, nuestra
indefensión total frente a los hechos. Los demás pensaban por nosotros y
ahora somos nosotros los que debemos tratar de ser nosotros y recuperar
nuestra independencia perdida. No está mal salir del sueño antes que la
pesadilla sea tan agobiante que nos impida despertar sanos y salvos.
Adolfo
Bellido López
(director
de EN CADENA DOS).
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