| PEGGY SUE SE CASÓPor Adolfo Bellido
La película de Coppola se adentra en el universo de los sueños, al encuentro de un mundo extraño en su vuelta al pasado. Peggy Sue es incapaz de dominar, encontrar o sentir el (“su”) presente. Siente miedo ante lo que ocurre en su hoy y por ello se ve impulsada a “viajar” al pasado (o a soñar con un improbable futuro). En
el filme se puede encontrar cierta semejanza con Regreso
al futuro, pero sólo en cuanto a nivel primario de la historia, en la vuelta
al pasado de su protagonista. En realidad, aquí asistimos al enfrentamiento de
un personaje con su “yo”. Es una forma de entender el hoy: el buscar la
realidad del ayer. ¿Por qué el presente es como es? ¿Por qué los hechos
acontecidos no se han desarrollado como se esperaba?. Peggy Sue (al igual que
los protagonistas de Fresas salvajes de
Bergman o de La prima Angélica de
Saura) marcha en busca de sus recuerdos y en ellos aparece como “es” hoy.
Los demás personajes re-encontrados se corresponden, por el contrario, con su
edad en el ayer. Para Peggy Sue ni siquiera el ayer fue gratificante: su novio,
marido actual de quien espera el divorcio, se nos muestra como un ser estúpido;
sus amigas, integradas en el sistema, sólo esperan casarse para “tener un
hogar”; el escritor “progre” desea huir a un pueblecito para ser
“servido” por dos mujeres... No todo es tan hermoso como se vivió. El
pasado se acoge con cariño, como algo pasado. Objetivamente es un periodo
triste, tan triste, al menos, como el presente. No se puede recuperar el pasado
porque los hechos ya “han pasado”. El pasado y el futuro nunca funcionarán
al ser sus errores propios de un presente que se niega a admitirse. El
filme de Coppola (aparentemente una simple comedia) insiste desde el inicio en
el carácter de búsqueda interior (el espejo desde el que se inicia el filme y
donde concluye reflejando a los personajes que “salen” y “entran” en el
espejo), una forma de toma de conciencia que termina por mostrarse como inútil.
Una total desesperanza se instaura en el acomodaticio y falso final: nada es
posible cambiar, todo, siempre y por siempre, se repetirá, será igual. Para
que el cambio se produzca tiene que existir una alteración del propio ambiente,
de la sociedad. La
evocación de una época está plenamente conseguida en las imágenes.
Personajes y situaciones nos resultan cercanos. Los instantes aparecen
remarcados por una acertada realización: el guateque, la escena con los
abuelos, la conversación con la madre sobre los hombres, la entrada en el
“pasado” reviviendo los objetos del ayer, para comprobar cómo el paso del
ayer al hoy (el salto de un tiempo a otro) no supone mucha diferencia. Compruébese,
por ejemplo, en el personaje del investigador, un ser (en el ayer)
exclusivamente preocupado por el dinero y que se ha transformado (en el hoy) en
un rico hombre de negocios informáticos. El final del filme supone otro sueño
imposible: la salida de la cámara del espejo (al principio entraba). Se
dice que el filme es un encargo. Puede ser, pero Coppola dista mucho de tomárselo
como tal. Ni está realizado con desgana ni se encuentra alejado de la
estructura e ideas de sus filmes anteriores. Es, por cualquier lado que se mire,
una película “made in” Coppola. En prácticamente todas sus obras se ahonda
en el pasado como forma de conseguir la razón del momento actual, de conocer la
inutilidad de un sistema o la mentira de un espectáculo. Mentiras sin cuento,
personajes que se esconden de sí mismos, engañados por palabras, por
situaciones. La verdad es difícil de alcanzar entre tanta palabrería, tanto
discurso sin sentido. Peggy Sue al final se queda con lo que tiene (es lo único
que realmente posee). Es decir se queda sin nada, soñando con sus hijos, como
fue enseñada. A ellos añora y por ellos vuelve a la vida. ¿Qué ha sido todo
en definitiva más que el ansia de morir, de huir? ¿Acaso un suicidio, un shock
emocional? El
dominio técnico del director es excelente. En muchos momentos asistimos a
grandiosas lecciones de cine. La colocación de la cámara en la primera escena
y en la final, vistas ambas a través del espejo. Precisión en el cambio de
focalización al pasar de unos a otros personajes... Pero si, con todo, se duda
del saber de Coppola basta con recordar todo el inicio de la película: la
celebración de la fiesta repleta de pequeños -y excelsos- gestos y detalles. Peggy
Sue viaja hasta el pasado creyendo que en ello (en soñar con lo que fue)
alcanzará la felicidad. Es el terrible dilema que mantienen en el hoy muchos
hombres y mujeres como forma de huir de la mediocridad existencial. Crudo
retrato el dibujado por Coppola en este reflejo existencial de la (in)existencia. Publicada originalmente en la revista del Cine Club COUL: ENCADENADOS, número 28, mayo 1987.
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