Principal Arriba
Introducción La ambigüedad como estilo Los demonios Repulsión Chinatown Frenético La muerte y la doncella La novena puerta
| |
AHOGARSE EN CHINATOWN
(A propósito de Chinatown)
Por
Elisa Mª Martínez
Chinatown
(1974) está frecuentemente considerada como la película más atípica de Roman
Polanski. Mucho se ha escrito acerca de si es una obra de género o si en
realidad se trata de un homenaje al cine o a la novela negra. Sin embargo, más
allá de estas discusiones, esta película tiene un ambiente muy peculiar, lleno
de tensión, donde lo físico se encuentra indisolublemente ligado a lo psicológico
y donde sólo puede existir lo perverso.
He
escogido esta película, no solamente por ser una de las más conocidas de la
filmografía de Polanski, sino también como un paradigma en la utilización a múltiples
niveles de un elemento de la puesta en escena, el agua, cuya presencia o
ausencia estructura todo la narración. Es cierto que en otras películas como,
por ejemplo, Lawrence de Arabia (1962, David Lean) o El paciente inglés
(1996, Anthony Minghella) abundan las imágenes de lo seco para hacer resaltar
lo húmedo y viceversa, pero en Chinatown, este juego de metáforas
visuales llenas de simbolismo es una obsesión narrativa: el agua, o falta de
ella, se convierte en tan poderosa herramienta de la puesta en escena que llega
a empapar todo el relato. De manera que las escenas donde el pantano o el cauce
del río dominan el encuadre con sus enormes dimensiones de gigantescos
contenedores para uno de los elementos más poderosos de la naturaleza (¿aguantarán?)
son complementadas por otras cuyo goteo constante de pequeños detalles (todos
aprovechados al máximo, ninguno superfluo), nos recuerdan lo esencial, el agua.
Embriagada por las posibilidades que ofrece este elemento a la narración
visual, no he podido quedarme en la orilla y he intentado adentrarme en esta película
siguiendo un delgado hilo de agua... Así he podido comprobar la habilidad de
Polanski para dotar a semejante elemento cotidiano de numerosos y sugerentes
significados.
La
acción transcurre en Los Ángeles durante una grave sequía. Al comienzo de la
historia, el alcalde (Mayor Bagby, interpretado por Roy Roberts) se dirige a los
ciudadanos para proponer la construcción de una presa, tan necesaria para una
comunidad bajo cuyas calles se encuentra el desierto. Mediante este discurso se
introduce el elemento bipolar que estructura todo el relato: el agua y su
contrario, la sequía. La propuesta encuentra la oposición de un ingeniero,
Hollis Mulwray (Darrell Swerling), que recuerda cómo otra presa de construcción
similar causó la muerte de quinientas personas cuando se rompió, mientras que
un granjero (interpretado por Rance Howard) se queja de los pastos secos y acusa
al ingeniero de recibir sobornos para desviar el agua.
El
agua tiene una simbología compleja y ambivalente puesto que puede remitir a
conceptos contradictorios, como son la vida y la fertilidad o la destrucción y
la muerte. En muchas mitologías es el fluido primordial del que surge la vida
pero también es el elemento en que las criaturas se ahogan y la materia se
disuelve. Otros conceptos a veces relacionados con el agua son la pureza o
limpieza, pero en este relato, lejos de éstos significados se asociará al
poder y la corrupción. El tema del agua será desarrollado a lo largo de la película
tanto como un elemento plástico, de puesta en escena, como metafórico, de
resonancias morales.
Más
allá de sus límites físicos, de su ubicación en Los Ángeles, Chinatown es
un estado de ánimo: una especie de tierra baldía psíquica únicamente capaz
de generar podredumbre. Los personajes que hacen de ese lugar su hábitat también
están condenados. El que menos, tiene oscuros recuerdos que no se dejan ahogar
por el paso del tiempo. El que más, como Noah Cross (John Huston) es rico y
depravado. En un desierto, quien controla el agua, tiene el poder. Aquí, el
megalómano Noah Cross manipulará el suministro de agua no sólo con fines
lucrativos sino para controlar el futuro.
No
por casualidad la lucha por el poder de los personajes de Chinatown tiene
lugar en un escenario hostil, donde el desierto, que no entiende de amos ni de
fronteras impuestas, reta al hombre a un duro pulso continuo. Si semejante
paisaje agresivo no tuviese suministro de agua durante un par de días, no cabe
duda que los chacales harían acto de presencia inmediatamente y todo rastro de
civilización quedaría enterrado bajo un mar de arena. Como dice una octavilla
que pide el voto de los ciudadanos para la construcción de la presa: Los Ángeles
se muere de sed. Tan perversa resulta el ansia de poder que motiva a los
personajes de Chinatown como su empeño en (sobre)vivir en una ciudad
artificial, que han creado a partir de la mezquindad.
Visualmente
se establece un juego entre imágenes complementarias que se potencian mediante
el contraste, de manera que el calor, el desierto, lo seco, se oponen al
frescor, al oasis, al agua. Así cuando la acción transcurre de día, vemos
cielos azules, soleados y despejados. En general, los colores están
restringidos a gamas de ocres o tierras, sin estridencias. Los paisajes están
castigados por la sequía y en ese telón de fondo se recortan edificios de
estilo español, con relucientes fachadas blancas. Los interiores apenas ofrecen
protección del clima y del calor reinante. Aunque estén en penumbra, no
producen una sensación de frescor: las sombras son sucias, marrones, pegajosas
y polvorientas, abundan los ventiladores y las persianas permiten la osmosis
entre interior y exterior.
Disponer
de suficiente agua significa vida y fertilidad, y así lo entendemos al ver los
verdes y frondosos campos de aguacates y nogales o los pequeños bosquecillos de
robles y eucaliptos. No obstante, también queda claro que un mal uso del agua
puede ser muy peligroso e incluso mortal. A este respecto no sirven de
advertencia las imágenes del torrente de agua que baja con violencia por el
anteriormente seco cauce del río, removiendo con su fuerza toda la porquería
del lecho. Las referencias al agua en este relato siempre llevan implícitas
cierta complejidad y, además, existen numerosos ejemplos de otros líquidos que
funcionan como peculiares “substitutivos” del agua.
Ya
hemos comentado el ambiente asfixiante de Chinatown. Los personajes sudan
a causa del calor, como resultado de la presión a la que se sienten sometidos o
por realizar algún ejercicio vigoroso, como montar a pelo en el caso de Evelyn
Cross Mulwray (Faye Dunaway).
Para
aplacar su sed, beben. Refrescante té helado, por ejemplo, pero llama la atención
las numerosas bebidas alcohólicas que son preparadas y consumidas a lo largo
del relato: los tragos de whiskey o bourbon y los combinados, fuertes, con poco
hielo y mucho alcohol.
Además,
se establecen distintas relaciones entre los personajes y el alcohol, destacando
quienes sucumben a sus efectos, como el borracho que se suena la nariz con los
dedos en una fuente al pie de la escalera del ayuntamiento, y la esposa borracha
de un antiguo cliente quien interrumpe al protagonista cuando se encuentra
tomando unas copas con Evelyn. Por otra parte, el personaje de Mulivill (Roy
Jenson) también ha encontrado irresistible la tentación del alcohol, aunque en
otro sentido, no exento de ironía. Durante el tiempo en que transcurre el
relato, Mulivill trabaja para el departamento de agua de la ciudad de Los Ángeles.
Sin embargo, el protagonista comenta que antes había sido sheriff y estaba
involucrado en el negocio del contrabando de ron. Si en su antiguo cargo no dejó
que se escapase ni una sola gota, ahora no debería tener problemas para
controlar el agua.
El
papel principal en la película, el detective Jake Gittes, encuentra en Jack
Nicholson un magnífico intérprete, pero quisiera resaltar tres escenas tan
notables por su presencia como por estar estructuradas alrededor del simbolismo
del agua, auténtico protagonista del relato. En primer lugar, la escena que
tiene lugar en la barbería, especie de oasis para la higiene y acicalamiento
masculinos. Gittes lee el periódico. Mientras el barbero y los demás clientes
hablan acerca del calor que hace, afuera en la calle, del radiador de un coche
surge vapor: muestra claramente lo que ocurre si el agua es sometida a presión
y sobrecalentada; un aviso de lo que está por venir.
En
otro momento, Gittes pregunta al teniente Escobar (Perry López) si aún se
dedica a mandar a chinos a la cárcel por escupir en la colada. Escobar le
contesta que ahora disponen de planchas de vapor. Otra vez nos encontramos con
agua caliente sometida a altas temperaturas, además se crea un contraste con un
fluido corporal, la saliva, representativo aquí de agua sucia.
Por
último, una de las escenas de máxima tensión y violencia de toda la película:
cuando el hombre de la navaja (interpretado por Polanski) le corta la nariz al
protagonista. Es de noche y Gittes ha sido arrastrado por una corriente de agua.
Atrapado contra una valla, es amenazado y luego herido. El diálogo está
cargado de ironía en todo momento: el matón (Polanski) llama a Gittes
“gatito curioso” y le acusa de meter la nariz donde no debería. Después le
amenaza diciendo que alimentará sus peces de colores con la nariz de Gittes. La
herida sangra profusamente y señala el peligro que corre el protagonista a la
vez que remite al tema de la muerte o el asesinato. La sangre es otro fluido
vital, espeso y rojo, que aquí, cargado de connotaciones negativas, se
contrapone al agua clara, tan escasa en el relato.
La
violencia marca el macabro ritmo de la historia y en determinados momentos
desemboca en la muerte. Hay tres casos en particular que llaman la atención y
quisiera destacar. Gittes encuentra el cadáver de Ida Sessions (Diane Ladd),
quien se hacía pasar por Evelyn, en su casa, rodeado de la compra. La escena
resulta espeluznante: debajo de la mesa del teléfono, una lechuga mustia,
cebollas y rábanos sobre el suelo de la cocina y hormigas siguen un rastro de
helado derretido hacia la boca de la víctima.
Un
borracho que vivía cerca de un desagüe para tormentas también es hallado
muerto, mejor dicho, ahogado, a pesar de que el río que pasa por Los Ángeles
está seco... Este ejemplo remite a la muerte de Mulwray, hecho de especial
relevancia en el relato, catalizador de la compleja trama que deberá desenmarañar
Gittes en su búsqueda.
Se
dice del jefe del departamento de agua de la ciudad de Los Ángeles, Mulwray,
que tiene “agua en el cerebro”. Hace referencia a la seriedad con la que se
enfrenta a su trabajo (investiga minuciosamente los escapes de agua) y al escándalo
con que intentan dañar su reputación (la publicación de fotos junto a una
joven mientras dan un paseo en una barca de remo). La sequía no es impedimento
para que aparezca su cuerpo en una presa. La muerte es el precio que paga este
personaje benévolo por descubrir lo que ocurre con las reservas de agua de la
zona y quién está detrás de semejante maquinación. Mulwray ha sido ahogado,
pero el agua que contienen sus pulmones es salada: he aquí un enigma cuyo carácter
doble tiene la función de (des)velar todo el misterio de Chinatown.
En
realidad la pista crucial se le presenta a Gittes al poco de comenzar la
historia, solo que él, en ese momento, es incapaz de verla pese a que se
encuentra delante de sus narices. Necesitará volver a la residencia de los
Mulwray, al estanque donde un jardinero chino está trabajando; tendrá que
descifrar lo que éste dice y fijarse mejor en lo que brilla debajo del agua. Se
trata de un estanque de agua salada que simboliza dónde empezó la vida en la
Tierra y dónde acabó la vida de Mulwray. Al fondo, reflejando la luz del sol,
las gafas bifocales del asesino, Noah Cross.
No
cabe duda que la habilidad de un narrador radica en manipular al espectador,
lector u oyente. Y tampoco cabe duda que Polanski posee esa rara habilidad. La
narración consiste en situar elementos en un orden específico que conducirán
al espectador por un camino determinado, en cierta dirección. Debe existir un
propósito. Analizando un único elemento narrativo, el agua, en Chinatown,
se desvelan los propósitos, se desvela parte del camino, se descubre la
capacidad de manipulación. En definitiva, podemos comprobar cómo mediante la
sabia utilización de un elemento cotidiano de la puesta en escena es posible
crear una obra densa de significados y que permite lecturas a múltiples
niveles. Las características plásticas y simbólicas de este elemento son
explotadas al máximo en la película de manera que el agua empapa tanto el
relato como la manera de relatar.
|