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Introducción La ambigüedad como estilo Los demonios Repulsión Chinatown Frenético La muerte y la doncella La novena puerta
| | INTRODUCCIÓN
A POLANSKI
Por
Luis Tormo
"Desde
que yo recuerdo, la línea entre la fantasía y la realidad ha estado siempre
irremediablemente borrosa" (Primeras líneas de la autobiografía de
Polanski).
Cuando
se habla de Polanski resulta difícil disociar la propia vida personal de su
trabajo como director; de hecho se le podría aplicar aquellas palabras que
Orson Welles dedicó a John Huston en las que decía que su obra no era tan
interesante como su propia vida. Desde luego, queda fuera del objeto de análisis
de estas líneas el relato pormenorizado de su trayectoria personal (para quien
quiera adentrarse en este aspecto puede consultar su estupenda autobiografía Roman,
en cuyo título jugaba con su propio nombre y roman,
novela en francés, idioma en que se publicó originalmente el libro) pero sí
utilizaremos aquí algunos detalles personales que, como en cualquier artista,
se traducen o tienen reflejo en su obra.
Y
hemos nombrado en repetidas ocasiones la palabra obra porqué las diferentes películas
de Polanski conforman un corpus con la suficiente entidad de ser considerada
como tal, ya que, por un lado, ha conseguido una continuidad a lo largo de
cuarenta años, desde que a finales de los 50 dirigiera sus primeros
cortometrajes hasta su último film, El
pianista (que aún no hemos visto por aquí); y por otro lado, gran parte de
estas películas mantienen una serie de puntos comunes desde el punto de vista
temático y estilístico. Veamos esto de una manera más detenida.
I
Lo
primero que llama la atención del director polaco (aunque nacido en París, de
donde emigró a los tres años a Polonia, para sufrir en la II Guerra Mundial la
amargura de la ocupación nazi en el tristemente famoso del gueto de Cracovia)
es la continuidad de su trayectoria en los más variados países y sistemas de
producción. Continuidad, además, siempre basada en la idea de cine de
autor, cine en el que Polanski controla de manera férrea, junto a la
dirección, la elaboración del guión.
Así,
en la parte inicial de su carrera, los cortometrajes y su primera película en
Polonia (El cuchillo en el agua, 1962)
se desarrollan bajo el sistema de producción comunista que, siguiendo el modelo
de la Unión Soviética, controlaba la propia existencia del filme (mediante la
subvención pública) y, por supuesto, la ideología que dicho filme transmitía,
la cual debía ser acorde con la propaganda estatal. Esto le crea los primeros
conflictos que le llevarán a buscar en la Europa occidental el desarrollo de
sus posteriores trabajos.
Tras
esta etapa en Polonia, rueda en Francia el episodio El collar de diamantes para el film Las más bonitas estafas del mundo, 1963, y que servirá para
trabajar por primera vez con el que será su colaborador más estrecho a lo
largo de toda su trayectoria, el guionista Gérard Brach. A partir de este
momento, y descartada la idea de volver a su país de origen, se instala en
Londres para rodar tres filmes que le sitúan como renombrado creador y en los
cuales va asentando algunos argumentos que se repiten a lo largo de su carrera
(terror, thriller y comedia fantástica):
Repulsión (1965), Callejón sin salida (1966) y El
baile de los vampiros (1967), que además le permiten afrontar el salto al
cine americano, con un proyecto basado en la novela de terror de Ira Levin y en
el que Polanski manejará ya un presupuesto considerable muy alejado de la
penuria de sus primeros tiempos y que dará lugar al éxito artístico y
comercial de La semilla del diablo
(1968).
Ese
éxito debía permitirle mantener una continuidad laboral en los EE.UU pero el
asesinato de su mujer, Sharon Tate, y algunos amigos a manos de la banda de
Mason (un acontecimiento escabroso de los tiempos de la cultura posthippy)
truncó de manera repentina su carrera (atención al tema de lo repentino que
desarrollaremos más adelante y que tiene mucho que ver con las situaciones que
Polanski sufre a lo largo de su vida). De esa manera, buscando dinero para
llevar adelante sus proyectos regresó a Inglaterra para rodar dos
coproducciones en 1971 y 1973, Macbeth
y ¿Qué?. En ambas, a pesar de ser
muy diferentes, una basada en la obra de Shakespeare y la otra es una comedia
satírica/absurda rodada con capital italiano, retoma los temas comunes que
veremos más adelante. Los dos filmes significan un fracaso en lo económico y
van amplificando una leyenda sobre la falta de seriedad en la forma de abordar
los proyectos del director de Repulsión.
Sin
embargo esto no es óbice para que en 1974 vuelva a EE.UU para el rodaje de Chinatown,
otra vez con un presupuesto grande y rodeado de actores importantes (Nicholson,
Dunaway), que a la postre se convirtió en el mayor éxito de su carrera dentro
de Hollywood. Pero otro episodio oscuro de su periplo personal (la acusación de
violación de una menor, estupro, cárcel) le cierra las puertas de su aventura
americana (de hecho, no puede volver a EE.UU. por temor a ser encarcelado).
De
nuevo un acontecimiento repentino le obliga a volver a Europa donde rodará en
Francia El quimérico inquilino (1976) , otra vuelta de tuerca sobre el tema
de la represión, la obsesión y la locura. Desde este momento Polanski
planificará ya toda su carrera en Europa bajo diferentes coproducciones (con
EE.UU, Gran Bretaña, Italia, Francia e incluso España) a la vez que se va
espaciando poco a poco los diferentes proyectos aunque las características temáticas
continúan siendo fieles, desde Tess
(1979), Piratas (1986), Frenético
(1988) o Lunas de hiel (1992), alternando éxitos con fracasos económicos,
pero siempre con un alto interés artístico. Es curioso porque a pesar de los
reveses en taquilla en producciones importantes, por ejemplo, Tess
fue el film más caro rodado en Francia, y no fue demasiado bien; a continuación
rodó Piratas, otro proyecto caro que terminó igualmente en fracaso, y
luego vino Frenético, un film de gran
presupuesto (producción en París, Harrison Ford), es decir, parece que siempre
encuentra confianza para desarrollar su trabajo.
Su
última etapa, dejando al margen El
pianista (Palma de Oro en el último festival
de Cannes), nos deja dos películas que tienen su génesis más como encargos
que como obras personales, pero que Polanski lleva a su terreno a pesar de todo.
Son La muerte y la doncella (1994),
donde por primera vez no participa en el guión, y La novena puerta (1999).
II
Como
se puede apreciar, muchas películas, muchos argumentos (drama, comedia, fantástico,
terror, sátira, histórico) una sensación de universalidad facilitada por el
rodaje en diferentes países a lo largo de diferentes años, y sin embargo,
vamos encontrar una serie de temas que se repiten a lo largo de su filmografía.
Estos temas o ejes que soportan la estructura fílmica se pueden resumir en:
La
irrupción de lo repentino. El mal y la tragedia
Los
argumentos de casi todas las películas del director polaco desarrollan
historias que no se caracterizan precisamente por su amabilidad (incluso en sus
comedias) pues siempre giran alrededor de historias de terror, thriller,
dramas, etc. Y todas ellas se
caracterizan por la irrupción de lo repentino, así un pequeño hecho trastoca
lo que en principio parecía una situación normal (siguiendo un poco el esquema
de Hitchcock donde una casualidad forzaba el argumento hacia delante). Por
ejemplo, un viaje placentero desemboca en drama (El
cuchillo en el agua, Lunas de hiel),
un matrimonio joven en La semilla del
diablo, una investigación sin importancia descubre los peores aspectos (en Chinatown
o La novena puerta), una incidente sin importancia con el coche
facilita el encuentro de un torturador y su antigua víctima en La
muerte y la doncella, etc. Estas situaciones inesperadas jamas son
placenteras o ayudan a los personajes, todo lo contrario. Lo más normal es que
sirvan como vehículos de representación del mal, cuando no acaban en tragedia.
Fantasía
y realidad, contradicción y dualidad
En
la visión de los filmes de Polanski, o en partes de ellos, suele aparecer la
pregunta sobre si lo que estamos viendo es real o no. Es decir, ¿todo lo que
pasa en Repulsión es real o fruto de las obsesiones de Carole?, ¿la
conspiración de La semilla del diablo es real o son sólo imaginaciones
de Rosemary?, todo el amplio fragmento de flash-backs
que cuenta el personaje de Peter Coyote en Lunas
de hiel ¿es inventado o no?. Este tipo de dualidades introduce una
complejidad en la trama de las películas que se extiende a todos los
personajes, nunca estamos seguros de cómo van a actuar; de esa forma, todos
muestran un lado negativo, en La muerte y
la doncella, al final, se confunden los papeles de torturador y víctima. En
Tess el personaje de Nastassja Kinski
que encarna la inocencia, termina matando movida por las circunstancias.
Represión,
sexo, claustrofobia, violencia
Estos
cuatro temas se encadenan de manera asidua en el cine de Polanski. En Repulsión,
La semilla del diablo o El
quimérico inquilino modelan a los personajes, mediante la puesta en escena
del sexo como elemento que distorsiona favorecido por una situación de
aislamiento -espacios cerrados- que sufren en todas las películas (viajes en
barco en El cuchillo en el agua o Lunas
de hiel, apartamentos en La semilla
del diablo o El quimérico inquilino,
casas aisladas en Callejón sin salida o
La muerte y la doncella).
El
tema del sexo es un referente repetitivo que actúa como elemento transgresor de
determinados comportamientos morales siguiendo un poco la tendencia del cine de
ese momento (desde mediados de los 60 hasta principios de los 70, véase el
modelo Ultimo tango en París),
pasando desde las referencias más o menos disimuladas (Repulsión, El baile de los
vampiros) a las más explícitas (lenguaje, utilización del desnudo, por
ejemplo en ¿Qué? o Lunas
de hiel). La violencia es la última consecuencia de esa ecuación y no hay
filme del polaco en que los comportamientos humanos no acaben en violación,
asesinato, muerte, etc.
Pesimismo
Lógicamente,
con todos estos antecedentes, en general el cine de Polanski traduce una sensación
de pesimismo, de perdida de la inocencia en los personajes y en los valores
tradicionalmente aceptados que es lo que ataca fundamentalmente el director
polaco. No hay protagonista que no sufra una transformación en su naturaleza al
ponerse en contacto con problemas que parecen ajenos a su mundo, problemas y
situaciones que sacuden su vida rutinaria y que terminan en una evolución
absolutamente negativa. Este tema, además, se muestra en cualquier filme: En Frenético,
el personaje de Harrison Ford cambia radicalmente al enfrentarse a un mundo que
desconocía, lo mismo ocurre con el detective de Chinatown, que descubre
un lado oscuro de las personas, o el matrimonio formado por Hugh Grant y Kristin
Scott Thomas en Lunas de hiel; esto se
ve incluso en aquellas películas basadas en textos ajenos como Macbeth o Tess.
Todo
ello conforma una filmografía compleja, contradictoria, con muchos altibajos
pero desde luego siempre personal, propia. Y lo que se rastrea en las imágenes
de sus películas si que parece traslucir las vivencias que Polanski ha ido
acumulando a lo largo de los años, fundamentalmente en ese sentimiento de
escasa confianza en el ser humano, tal y como el propio autor reconoce en sus
memorias hablando de sí mismo: "creo
que he perdido el derecho a la inocencia, al disfrute del placer en la
vida."
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