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LA INCÓMODA MIRADA SOCIOPOLÍTICA DE YIMOUPor José Luis Barrera
La otra gran dificultad es el fuerte exotismo que transpiran estas películas, a pesar de la globalización que andamos ya metidos, que hace que el espectador se fije en las extrañas situaciones de la cultura oriental, perdiendo el hilo de su posible discurso o no captando la doble intencionalidad crítica que el filme puede comportar. Y es que pese a que los medios de comunicación nos hablen de situaciones y acontecimientos que pasan en China, se nos hace harto difícil entender realmente lo que está pasando allí dentro y más cuando su orientación gubernamental, por causa de la dictadura de corte comunista, practica una hermética política de puertas cerradas.
Lo que es evidente es que las grandes convulsiones que la historia de China ha sufrido dieron de lleno en historia personal de Zhang Yimou. Todo esto va apareciendo en su filmografía pero donde aparece de un modo casi sistemático en el filme ¡Vivir! de 1994. Nacido en 1950 en Xian Shansi, después de la guerra civil en la que Mao Zedong obliga a Shang Kai Seng a refugiarse en Taiwán, vivirá el gran salto adelante de los años cincuenta (el esfuerzo programado de Mao por rehacer la economía ruinosa después de la guerra) en plena infancia, donde el culto a la personalidad de Mao y el miedo a la traición patriótica y a la disidencia ideológica son obsesiones constantes en algunos de sus filmes. La Revolución Cultural China, otro paso más del feroz régimen maoísta por salir del marasmo en que estaba sumido el país dado el relativo fracaso del Gran salto, es el período más terrible de la historia contemporáneas china y por tanto también de Zhang Yimou. Las persecuciones ideológicas fueron constantes y fulminantes, se destruyó todo el pasado a la consigna de “¡contra más antiguo, más reaccionario!” y donde ninguna familia quedó al margen de este lamentable movimiento. El padre de Yimou estuvo a punto de ser ejecutado y nuestro cineasta que tardíamente empezó a estudiar el bachillerato fue sacado del instituto y obligado a trabajar primero en el campo y después en una hilandería, impidiéndole seguir la vocación de cineasta que estaba empezando a surgir en él. Referencias muy claras de esta época aparecen en además de en ¡Vivir! en El camino a casa donde le maestro es deportado por disidencia. También a un nivel de escenografía utilizará su tiempo de trabajo en la hilandería del filme Semilla de crisantemo. A los veintiocho años (concretamente, en el año 1978, cuando la Revolución Cultural se da por acabada) y después de varios intentos vetados por causa de su ideología logrará nuestro director ingresar el Instituto Superior de Cinematografía, licenciándose en 1982. Pasará por los oficios de actor y fotógrafo hasta que en 1988 deslumbraría a todos con su brillante y algo efectista Sorgo rojo. Las historia de China perece ahora establecida en un estancamiento, después de la muerte de Mao y del intento de democratización del país abortado en el baño de sangre de la cruel represión de los estudiantes en la Plaza de Tiannamen. Un estado burocrático, instalado en una cómoda, hermética, pero siempre cruel dictadura impera a sus anchas en el país oriental. Las últimas películas de Zhang Yimou, siguen siendo críticas, aunque su acidez parece haberse suavizado a primera vista un poco. Sin embargo cualquier espectador adivina por poco que se fije en sus imágenes un dejo de amargura y de desesperanza en su cine. Tanto en El camino a casa como en Ni uno menos, el retrato de un país que necesita grandes reformas sobre todo en las zonas más marginales –el mundo campesino, base por otra parte fundamental del pueblo chino- y la crítica feroz a una burocracia que ha congelado todo posible cambio, son mensajes más que evidentes y que supongo que a las autoridades chinas no les hará ninguna gracia: el retrato de la atrasadísima y miserable vida de los campesinos de la aldea donde se desarrolla la historia de Ni uno menos (con niños pequeños que tienen que abandonar la escuela para sustentar a su familia con su trabajo en la ciudad) no puede ser más terrible. Y la escuela donde ni siquiera el maestro dispone de tiza para escribir en una cochambrosa pizarra, pueden recordar muy bien la situación que hace ya muchos, muchos años denunciara el gran Luis Buñuel en su famosa Tierra sin pan.
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