He aquí la segunda
página que dedicamos a la televisión (la otra es Malalts de tele).
Sumadas os ofrecen mucho más que un análisis de la programación
televisiva: constituyen toda una filosofía de vida.
PIOJOS
EN LA TELE
Por
Ángel San Martín
El
otro día me desperté de la siesta con un profundo malestar. Me picaba
todo el cuerpo. A mi alrededor no había más que un calor sofocante. En
fin, lo propio de la época pero insuficiente para justificar los
sarpullidos que me estaban saliendo en las zonas cutáneas no protegidas.
Cuando me incorporé, advertí que la televisión estaba encendida. Fijé
la mirada sobre la pantalla hasta tratar de reconstruir las emanaciones
catódicas que pudieran haberme ocasionado aquella desazón. El
subconsciente poco a poco fue devolviéndome imágenes del pasado
televisivo inmediato. Eran imágenes de los hijos de una pareja de famosos
de tres al cuarto, que se iban a no sé donde de campamento para
ejercitarse en la fonética inglesa. La hija de otra “marciana”, en
cambio, debía acudir todas las mañanas a una academia porque había
suspendido física y química. Mientras que los vástagos menores de
nuestro cantante más “universal”, eran acompañados por su joven mamá
a un chiringuito de Marbella para reforzar el alemán y los buenos
modales. Para el presentador cotilla, creo que de Tele 5, los famosos
también necesitan los colegios del glamour para alcanzar la distinción.
Pero
escarbando en mi subconsciente me tropecé con La 2, de la que dicen es la
cadena de todos. Allí apareció la sin par Belinda Washington. La auténtica
inventora del cotilleo rosa en la cadena de Berlusconi de hace unos años.
Instalada ahora en la cadena “culta”, aplicaba su saber presentando a
media tarde El planeta de los niños.
El espacio transcurre en el tono de los talk
shows, pero sin insultos ni gritos. Ante un decorado pobre e
infantilizado, la presentadora reparte juego verbal entre un “niño o niña
especial” y el pediatra que trata de relajar a los padres ante tal
circunstancia. Y como el pediatra es un todo terreno, se da paso a las
preguntas que personas anónimas le formulan desde la calle y luego las
que fluyen del correo electrónico. El pediatra (a veces hay otro
experto/a), tiene respuesta para todo, eso sí, en tono severo y lacónico.
Da igual que la patología sea la diarrea de un bebé, la cefalea de una
adolescente o la adición a los videojuegos o a los móviles, nadie se
queda sin absolución. Ahora bien, el docto pediatra suele curarse en
salud -nunca mejor dicho- recomendando la visita al pediatra o
especialista médico. Es decir, lo que todos ya sabemos.
La
fórmula no es en absoluto novedosa, ya ha sido muy explotada, sobre todo
en la radio. Lo que llama la atención, incluso hasta la indignación, es
que se toque con tanta frivolidad temas tan delicados. E indigna porque se
extiende el formato del cotilleo televisivo incluso a asuntos tan
sensibles como la salud, la relación padres e hijos, la anorexia o la
escolaridad, etc. Por el contrario, a mediados de junio, Canal + emitió
el documental No sólo ESO, que
bien merece ponerse como contraejemplo. En formato de documental, próximo
al estilo de cámara oculta, nos ofreció una visión bastante próxima y
bronca de la vida en un centro de secundaria. Tal vez sobraban algunos
comentarios y faltaron más datos contextuales, pero es un buen ejercicio
televisivo de aproximación al mundo escolar de hoy.
El
planeta de los niños,
en cambio, invita a pensar que es más un publirreportaje que un servicio
público (caso de los videojuegos o de los móviles). Claro, ayuda muy
poco a descartar esta sospecha cuando se ve en los títulos de crédito
que el programa está patrocinado por clínicas y laboratorios privados.
De todos modos, esto no justifica que sea una señora, mal vestida y con
dificultades de expresión, la que pregunta cómo erradicar los piojos que
su hijo coge por estas fechas en el cole, sin evitar aclarar que es público.
De parecido calado es la pregunta de un padre preocupado por si la
presencia de repetidores en una clase contribuye a “bajar el nivel” de
los demás. No sé si los responsables del programa se han dado cuenta o
lo hacen intencionadamente, pero ponen en boca de las clases sociales más
desfavorecidas las preguntas que refuerzan los estereotipos que se ciernen
sobre ellas. ¿Será por salud o educación de la ciudadanía? No lo sé,
pero ahora ya entiendo lo de mis sarpullidos. Mañana le llamaré a
Belinda, pese a mi edad, para ver qué me aconseja el pediatra
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