|
¿Tan
grande es el impacto de los donuts en los policías del celuloide que
siempre han de ir de dos en dos? ¿O es este hecho el que provocó en la
empresa empaquetar las rosquillas a pares? Que más da, lo que resulta
cierto es que si la pareja repostera es idéntica entre si, no sucede de
igual manera en las fuerzas de la ley y el orden, al menos en su
contenido, puesto que el uniforme puede asemejarlos. Vamos a parar a que,
generalmente la pareja policial de la pantalla suele tener características
totalmente opuestas opuestas: el viejo tópico del poli bueno-poli malo
(roles desempeñados en algún momento por todos), novato-veterano,
negro-blanco. Los de Narc, no es que sean el colmo de lo novedoso,
pero no es tan repetitivo un binomio formado por dos policías
traumatizados, de violencia contundente, con el concepto corrupción
colocado a diferente altura en la escala de valores, y con diferentes métodos
de actuación.
Narc
destaca principalmente por su planificación, en perfecta concordancia con
lo que se nos muestra. Propone planos abiertos, estáticos y pausados para
el espacio familiar, lugar acogedor de tranquilidad con los tuyos, y no
duda de mantener esta puesta en escena a la hora de discutir, lo que acentúa
la incomodidad del enfrentamiento entre marido y mujer con la presencia de
un bebé ajeno a los acontecimientos. Largos planos con breves
desplazamientos laterales (desde fuera del coche donde conversan los dos
policías, sentado uno delante y otro detrás) ofrecen como van conociéndose
poco a poco confesándose fragmentos del pasado. O el potente inicio de
una salvaje y cruda persecución, cámara en mano, un recurso que no duda
en retomar en cuanto la acción se acelera. Siguiendo con el buen
planteamiento del filme existen lo que para algunos serían salidas de
tono, pero que se enclavadas coherentemente en el relato, como pueda ser
el, aparcado, recurso de la pantalla dividida (como sucedía en El
secreto de Thomas Crown original). Lo usa para mostrar en un breve
lapso de tiempo -a modo de las clásicas, y muy olvidadas, secuencias de
montaje-, una evolución más prolongada de como la investigación acaba
de empezar, y se multiplican los esfuerzos (y las imágenes en pantalla)
por indagar en el caso. O cómo al encontrar un cadáver, Jasón Patric
cuenta la hipótesis de lo sucedido a sus compañeros, mientras que a
nosotros se nos visualiza (como sucede constantemente en la serie de
televisión CSI). Sin embargo, desaparece la coherencia mencionada
por la torpeza y sensación de cabreo que provocan una serie de flash
backs, que funcionan como fogonazos de memoria para espectadores
despistados. Así como el abuso de ese juego con el punto de vista,
volviendo una y otra vez a lugar de los hechos en sus múltiples
versiones, cansa y es fruto de un guión que juega con la vuelta de tuerca
más. Lo sorprendente, por inusual, es que el ultimo giro satisface las
expectativas, sobre todo por su forma, al no plasmar lo mismo que narra la
voz en off, sino que un susurro inaudible para nosotros articula lo
que vemos.
Jasón
Patric interpreta –palabra cuyo significado ha comprendido de una vez–
al oficial Nick Tellis, suspendido de servicio por la muerte de una
embarazada en un tiroteo. Le ofrecen una segunda oportunidad de entrar en
acción para investigar la muerte de un policía, a él le hubiera gustado
más un despacho y cierta estabilidad ahora que es padre, a su mujer también,
pero no tiene otra opción. La responsabilidad de tener una criatura, el
haber privado de vida a otra, en este degradado mundo desquicia a Nick, y
sobre todo tener que volver a la unidad de narcóticos, donde nada es
limpio y si quieres ser el mejor has de involucrarte demasiado. Para colmo
le imponen un compañero de malas pulgas, el Teniente Henry Oak (Ray
Liotta) excompañero del cadáver. Para él todo vale, es impulsivo y
violento, es uno de esos papeles de dudosa moralidad en los que Liotta se
desenvuelva tan a sus anchas. Tan anchas como para tener que engordar unos
cuantos kilos, dejarse barba, algo de maquillaje y alzas en los zapatos,
ligera evocación wellesiana (el director confesó haber pensado en
Sed de mal). Inclusive se involucró como productor “para poder
realizar un proyecto diferente, y con un papel mas complejo, basado en un
buen guión” (Tom Cruise al verla en Sundance 2002 la ha apoyado como
distribuidor).
La
historia se va adentrando en una espiral de corrupción y va cobrando
relevancia el tema del racismo, que se presenta en principio de forma
circunstancial, pero es acentuado por un dato que contextualmente nos
queda muy lejano. Narc se sitúa en Detroit, una ciudad en la que el
setenta y cinco por ciento de los policías, mientras que un ochenta de la
población son de raza negra. La película está inspirada en un
documental
(desconozco si se trata de un Narc de 1988 dirigido por Gene
MacPherson) sobre la investigación de la muerte de un policía que se
movía el mundo de la droga y partía con un cortometraje.
Su
director Joe Carnahan, a su paso por Sitges, se ha explayado en
declaraciones para todos los gustos. Sobre Hollywood opina que “ha
perdido el norte, ya que se hace mucha basura y pocas películas que
lleguen al corazón”. Y esta lo hace; de un disparo o de un mal chute.
Cuando su película se comparó, respondió que “aunque parezca
chulesco, mi filme es superior. De Training day solo me interesaron
los primeros cinco minutos, luego cae en los tópicos del cine de
Hollywood”, ya. Por eso dirige un policiaco en la línea de los años
setenta para revivir películas del estilo de French connection y
la concluye a lo Reservoir dogs -por no mencionar la cantidad de
berridos y fucks por fotograma-. Sea provocación o no, lo mejor
será que cierre la boca y siga trabajando para que sus estupefacientes
tengan mayor grado de pureza.
Israel
L. Pérez
|
NARC
|