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Hace
unos diez años, Manuel Gutiérrez Aragón realizó para ser emitida en
televisión la primera parte de esta inmortal novela. Allí, con formato
no del todo cinematográfico, pudo contarnos con más que notable acierto
las aventuras del Hidalgo de la Mancha. Tuvo medios y sobre todo espacio:
la serie duraba mucho más tiempo que el que se le concede ahora para
realizar la segunda parte del libro cervantino. Porque esta nueva mirada
sobre el Quijote está expresamente realizada para ser exhibida en la
pantalla grande, lo cual anda en consonancia con el espíritu de lo aquí
se intenta retratar: ni tiempos ni público están ahora para quijotadas.
El
caballero Don Quijote que se estrena ahora y que ha sido
realizada sin escatimar medios parece una especie de película
trasnochada, no sólo por ir a contracorriente, sino porque además el
filme no se acerca mucho a la esencia de la famosa novela y encima, parece
un indigesto y comprimido resumen. Con un regusto crepuscular (a fin de
cuentas narra las últimas aventuras y la muerte de Alonso Quijano el
bueno), la selección de los pasajes de su segunda parte no ha sido
representada con sus fondos temáticos. Entre los episodios que se plasman
en imágenes están la aventura de los engaños que el conde infiere a Don
Quijote, el de la Cueva de Montesinos, Sancho Panza en la Insula Barataria,
los encuentros con la falsa Dulcinea, el duelo del bachiller Sansón
Carrasco en la playa de Barcelona y el retiro y muerte del soñador Don
Quijote.
En todo
momento la película da la sensación de querer y no poder, intentando
emular el estilo y el genio de otros filmes de aventuras más o menos míticas.
Así el filme parece copiar en música y formato de titulares a El Señor de los Anillos o citar descaradamente a Excalibur.
La dicotomía realidad-ensoñación que recorre toda la obra literaria no
queda muy bien reflejada en el filme, cayendo en momentos de dudoso gusto
estético, como puede ser la lastimosa aparición de Dulcinea en un hombre
travestido. Igualmente el episodio de la Cueva de Montesinos queda
convertido en una especie de relato fantástico cuyo valor único sería
la aparición del entrañable actor Manuel Aleixandre. La secuencia de
Sancho Panza en la Isla Barataria se presenta muy simplificada y sin
apenas gracia, cuando al leer el relato literario el lector se desternilla
de risa por su cómico ingenio. El filme a veces se pierde en
disquisiciones algo inextricables, para los que no frecuentan la lectura,
sobre la competencia que Alonso F. de Avellaneda provocó con Cervantes al
escribir un Quijote apócrifo. En fin, a este comentarista (lector, además,
asiduo de la obra cervantina) le ha parecido esta adaptación algo muy
frustrante y sólo salvaría su final: el enfrentamiento con Sansón
Carrasco en la playa y la muerte del ingenioso hidalgo “en algún lugar
de la Mancha”.
Y es
que es muy difícil trasladar un texto literario de tal envergadura al
cine. Y más, cuando éste es de una riqueza lingüística tan grande y de
una complejidad de personajes tan diversa. Otro de los puntos débiles del
filme: los actores no andan a la altura de sus papeles. Exceptuando a Juan
Luis Galiardo que encarna a Don Quijote y que está muy convincente, los
demás no adquieren destacada altura. Sancho esta interpretado de un modo
muy histérico, no dando el aspecto de hombre bonachón, tranquilo y
realista que fue el escudero del hidalgo. Juan Diego Botto encarna a una
chirriante Dulcinea, Santiago Ramos sobreactúa y los demás secundarios
van de estrellas famosas del cine español. Habrá que volver a la versión
para televisión que se hizo o revisar la lograda versión que Rafael Gil
realizara en 1948.
José
Luis Barrera
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EL CABALLERO
DON QUIJOTE
Título
Original:
El caballero don Quijote
País y Año:
España, 2002
Dirección:
Manuel Gutiérrez Aragón
Guión:
Manuel Gutiérrez Aragón
Fotografía:
José Luis Alcaine
Música:
José Nieto
Montaje:
José Salcedo
Intérpretes:
Juan Luis Galiardo, Santiago Ramos, María Isasi, Kiti Manver, Carlos
Iglesias "Pepelu", Emma Suarez, Juan Diego Botto, Manuel
Alexandre
Distribuidora:
Alta Films
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