| CINE, TEATRO Y ESPADACHINES: UNA REFLEXIÓN SOBRE SCARAMOUCHEPor Alex Sebastian
Scaramouche es un clásico, como hemos dicho, de este tipo de cine que incluso conoció una primera versión en la época del cine mudo con el protagonismo del actor Ramón Novarro, hoy para muchos un perfecto desconocido, que en su tempo era el actor tipo “latin lover” y cuya tipología después continuaría Errol Flynn. Scaramouche está basada en el texto de una popular novela de época escrita por Sabattini y fue una de las muchas películas de este género en boga por la década de los cincuenta. Fue y sigue siendo una filme modélico que en cierta manera, junto con la otra gran película de Sidney, Los tres mosqueteros, marcaron un hito en este tipo de cine de aventuras. Se juntan en Scaramouche varios elementos que aparecen constantes en la literatura francesa de siglo XIX y cuyo autor más representativo sería Alejandro Dumas. El folletín, el melodrama, la representación del mundo de la nobleza, el ambiente prerrevolucionario y a la vez decadente de la nobleza, un cierto aliento de la “grandeur” y el chovinismo francés y la mitificación de los dueles y combates a espada, que convertían algo en sí trágico y bastante sórdido en una mitificación de la destreza y del deporte, en una suerte de saltos y desplantes ejecutados como una danza atlética como si de una película de vaqueros se tratara y donde en vez de revólveres y escopetas y cabalgadas a caballo, se manejan espadas y florines.
Otra de las originalidades de Scaramouche sería su ecléctica mezcla de cine de espadachines con el mundo del teatro y de la farándula: la vida y la aventura de la vida como representación y a la vez la vida también como proceso de aprendizaje: al fin y al cabo, debajo de la máscara de Scaramouche se esconde alguien que está aprendiendo, que está preparándose para el duelo final, para cumplir una venganza, para dar sentido una vida frustrada por la muerte de un amigo. Ese mismo sentido de enmascaramiento, tan corriente en el cine de aventuras, da paso a toda una serie de ocultamientos de la verdad sobre el mismo origen, sobre el propio nacimiento y parentesco que se desvelará para dar lugar al más feliz termino de esa aventura humana: él se casará con la muchacha joven, guapa y noble, pese a sus devaneos con otra mujer, y descubrirá que también es de sangre noble. Hoy es algo que no admitimos fácilmente y que incluso nos repugna, pero en la literatura clásica de los cuentos y leyendas es un tema que se repite constantemente: véase el final delos cuentos clásicos de Blancanieves, La Cenicienta, La Bella Durmiente, etc. Una gran ironía e incluso unas alusiones llenas de picardía que para aquellos años eran demasiado atrevidas y que tal vez se escaparon a la censura, pintan aún de más color a este filme y que aumentan su encanto. Me refiero por ejemplo a la graciosa y pícara escena del carromato y la pelea de las sartenes entre Scaramouche y su amante de la farándula, donde después de mostrarnos cómo se pegan de sartenazos, en un plano externo al carromato vemos cómo este vibra con movimientos alta y sospechosamente eróticos. Mencionemos también la aparición de un joven Napoleón en unos de los palcos del teatro en la secuencia final del filme: un inteligente guiño para el espectador.
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