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LEVANDO ANCLAS,LEGANDO DANZASPor Israel L. Pérez
Dos
instituciones se alternan en importancia en el transcurso de la película:
Hollywood y la Marina de los Estados Unidos. La primera por ser la creadora, la
segunda, tiene su explicación, estamos en 1944-45, no hace falta decir más. Se
abre el filme en la cubierta de un barco de
la Marina, la banda toca su tema “Anchors aweigh” (que da titulo a la
cinta), infiltrándosele el elemento hollywoodiense de realizar coreografías
del musical, y estar bajo las órdenes de José Iturbi. Llegado el final la
situación queda de esta guisa: toda la banda se encuentra en un auditorio de la
ciudad fabricante de sueños, es decir, el desarrollo de la historia ha llevado
a todos hasta Hollywood, y aunque se diga que ha sido “todo gracias a la
Marina”, es la institución cinematográfica la que prevalece. Incluso en el
trailer, las imágenes del estamento militar son solapadas por las siglas de la
MGM. Pero no solamente se percibe este cambio, también los personajes sufren
transformaciones considerables. Joseph “Joe” Brady (Gene Kelly) es un
descarado, un caradura mujeriego que ansía su permiso para ver a una
supuestamente peligrosa Lola Laverne –invisible para nosotros, nunca aparece-;
y acaba perdidamente enamorado. Mientras que el infantil Clarence “Brooklyn”
Doolitle (Frank Sinatra), pierde su inocencia –gracias a los enredos de Joe-
hasta tal punto de mantener prácticamente dos relaciones al mismo tiempo.
El
niño es utilizado como elemento patriótico por excelencia, hijo de marine
fallecido, representa al futuro de la nación, cuyo máximo sueño es enrolarse
en la Marina. Y aunque desaparece durante un buen rato de la narración, al fin
logra su propósito y acaba sentado junto al Capitán, no sin antes haber
recibido importante lecciones como la de que para alistarse “en la armada ha
de saberse leer y escribir” por ello se aplica en los estudios; propaganda
característica de un contexto sociopolítico beligerante. El
tercer sujeto es el español José Iturbi, haciendo de si mismo, dándole esa
relevancia realista a la entidad hollywoodiense,
representándola fuera de sus dominios, es decir mas allá de las paredes que
delimitan los estudios, allí adonde no puede mostrar su artefacto y tiene que
respetar la ficción dejando que se desarrolle. Es en esos lugares en los que
nuestro compatriota representa a Hollywood. Casualidades
de la vida hacen que José Iturbi fuera
valenciano y que George Sidney falleciera hace un mes escaso, justo antes de
viajar a esta tierra donde iba a ser homenajeado en el Festival Cinema Jove.
Un director capaz de recordar a España en una comedia musical de tintes tan
patriótica. Una ensoñación, la del esperado baile del cortejo, nos es
representada a golpe de pasodoble español; desde planos picados –punto de
vista de la amada en el balcón- vemos al bandolero Kelly pantalón negro y
camisa amarilla bailando sobre un suelo rojo, seduciendo con su danza,
hipnotizando con los colores de la bandera. Genuino George Sidney que revitaliza
el género musical con Levando anclas, aunque se diga de ella que tiene
escenas que funcionan independientes, la verdad es que todo el metraje conforma
un perfecto mosaico. Obtuvo cinco nominaciones a los Oscar: fotografía, canción,
actor principal (primera vez que nominaron a Gene Kelly), película y el único
conseguido, el de mejor adaptación musical, para George E. Stoll (Oscar que
compró el Septiembre pasado Kevin Spacey en una subasta).
Y aunque el legado de George Sidney es mucho mayor, esta película será recordada por un baile muy especial, el que realiza ese animal de la danza que es Gene Kelly, con otro animal, pero este de dibujos animados, el ratón Jerry (que años más tarde nadaría junto a Ester Williams). Está fue la primera vez que podíamos ver juntos en la pantalla a seres humanos y personajes de animación, y se eligió a Jerry gracias al tio Walt que se negó a prestar los servicios de Mickey o Donald. Un trabajo laborioso por parte de todos que hubo que retocar después de dado por hecho, pues la sombra de Jerry no apaecía por ningún sitio. Pero como cabía esperar, no solo era exhibición técnica, no hay que olvidar como se llega a ese baile: Kelly comienza a contar un cuento a un grupo de niños, la cámara se aproxima al protagonista, la frente se le hace transparente y lo narrado se va materializando en la mente-frente del niño, hasta que el tamaño del cuadro se funde con la imaginación y comienza el relato. Maravillosa introducción para no menos maravilloso baile. Señor Sidney, allá donde esté, déjelos que bailen y siga rodando.
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