|
| PROVOCACIÓN, COMPLICIDAD Y DENUNCIAPor José Luis Barrera
La filmografía de Michael Haneke es corta y de ella además en nuestro país sólo han llegado a estrenarse y, en circuitos restringidos, cuatro películas: El vídeo de Benny, Funny games (para este comentarista el filme más terriblemente cruel que ha visto en su vida), Código desconocido y La pianista, estrenadas estas dos últimas en este año que ha pasado. La última fue aclamada y premiada en el último Festival de Cannes. Tiene además de otras películas, muchas realizaciones para la televisión y, sobre todo, una gran serie de montajes teatrales de obras dramáticas clásicas y modernas. Curiosamente, Haneke recuerda enormemente –salvadas las diferencias- al gran cineasta y también eminentísimo director de teatro Ingmar Bergman: ambos en su cine, tienen resabios teatrales, dan una gran importancia a los actores, se expresan con una excepcional lucidez y no tienen inconveniente en mostrar sin tapujos ni casi pudor las vergüenzas de nuestra sociedad contemporánea. Por desgracia Haneke es de los poquísimos directores europeos lúcidos y con verdadera vocación de artistas que nos quedan. Los grandes maestros del otrora gran cine europeo ya ha envejecido o han muerto y el resto de cineastas andan a la greña y competencia del cine americano. Funny games es un filme que enerva desde el principio por la frialdad con la que nos presenta el actuar de unos jóvenes psicópatas y que hace desde el arranque del filme cómplice al espectador de la terrible violencia que se representa, de modo que éste se convierte en un autentico voyeur, que es en el fondo lo que los medios de comunicación hoy realizan. Lo que al principio parece la visita inoportuna de dos jóvenes de impoluta vestimenta y refinados modales se convierte en un infierno de exasperada violencia, donde el espectador es sucesivamente invitado para que entre y participe, con la mirada, junto a los ejecutores de esa misma violencia. A sangre fría, no hay ningún sentimiento moral -positivo o negativo- que sancione o premie lo que los dos jóvenes realizan, reflejo, para Haneke, de la otra violencia social y ausencia de sentimientos humanos con la que se ha montado la sociedad del bienestar.
La historia de esta mujer de doble vida que recuerda la de Belle de jour de Luis Buñuel, nos muestra un problema de raíces freudianas ( hay una extraña relación edípica y lesbiana con su misma madre) con las consecuencias de una personalidad reprimida que se manifiesta en una represión sexual y que intenta escaparse a través de un erotismo desorientado y desenfrenado: es una especie de biografía personal e individualizada que tiene su proyección o espejo en el ámbito de una sociedad refinada y muy “civilizada”, que es, como no, la Austria de nuestros días, la hermosa y elegante ciudad de Viena y el refinado mundo de la música, donde Schubert sería el paradigma del más puro y exquisito refinamiento artístico. Algo parecido ocurre también en el arranque de Funny games, durante los títulos de crédito: mientras seguimos en el coche el trayecto hasta la casa de campo, el educado y culto matrimonio juega a adivinar títulos de fragmentos de música clásica... hasta que ésta se interrumpe con la audición de la más salvaje música heavy, avance de los terribles sucesos que van a tener lugar después. Pero bajo la máscara de la cortesía, de la alta sensibilidad artística, del bienestar más lujoso, se esconde mucha miseria, mucha soledad, mucha corrupción. Haneke (cineasta de una mirada totalmente pesimista sobre el hombre y la sociedad que le rodea) no hace en este filme más que levantar la bella alfombra para mostrarnos la basura que debajo se esconde y para así provocarnos un malestar y hacernos reflexionar que no estamos ciertamente en el mejor de los mundos.
El filme contempla con mirada de entomólogo las figuras de unos personajes que no se saben atrapados por un sistema social castrante, donde la competencia profesional y el éxito personal obligan a renunciar a los más sagrados derechos, como son la libertad y el seguimiento de su propia conciencia. En este sentido, es la protagonista, pese a ser la mayor víctima de estos males, el personaje más lúcido (la terrible secuencia que provoca con los cristales rotos la mutilación de una alumna es un gesto desesperado de la protagonista para que esa alumna no repita en su vida su propio drama). Incluso el final de la película, abierto a distintas interpretaciones, indica una solución fatal a una situación insostenible. A la vez (y esto es una constate de este director) Haneke subraya el poder degradante de los medios audiovisuales que son tentáculos del poder y que sirven para domeñar, aún más si cabe, a los individuos de la sociedad. En el filme estos medios audiovisuales aparecen como transmisores de la más abierta alienación (la anciana madre que espera siempre a su hija con la televisión encendida, viendo programas entontecedores) o el vídeo de las cabinas pornográficas o el mismo cine al aire libre que sirve a las parejas para sus encuentros sexuales. El contraste de este mundo de miseria que se muestra en el filme se subraya además con la ejecución de numerosas y bellísimas piezas musicales, especialmente de Schubert y Schumann, paradigmas de la delicadeza y altura musicales. En ese sentido hay una significativa secuencia, soberbia y muy bellamente planteada, que es la del concierto-examen del alumno enamorado, donde la historia avanza y retrocede con una serie de planos intercalados.
|