Sin perdón
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Sunshine

Szabó se dio a conocer para parte del público selecto con Mephisto. Este director húngaro sin embargo había sido alimento de cineclubs y de espectadores habituales de los cines de artes y ensayo (finales de la dictadura y principio de la democracia, lo que quería decir películas proyectadas en versión original con subtítulos) desde sus primeras películas como por ejemplo La edad de las ilusiones o Padre. Su cine estaba tan vivo como el que nos venía (o al menos eso nos parecía) de los países heladores del este, en periodo de deshielo. Polonia, Hungría y las “viejas” Yugoslavia y (sobre todo) Checoslovaquia... nos alentaba con sus novedosas producciones. ¿Qué ha ocurrido años más tarde? El caos... Muchos de aquellos jóvenes directores (de Polanski a Forman) pasaron a Europa o EE. UU., otros como Wadja intento seguir siendo fiel a sus propuestas y otros, en fin, desaparecieron de la misma manera que habían llegado, es decir inesperada y fantasmalmente..., e, incluso, algunos, se decidieron a montar g

Sunshine es una especie de película río en la tradición de ese cine yanqui de sagas. Algo que hoy parece más propio de la televisión que de una película. Y es que en principio (algo que se nota mucho) era una serie de televisión. Pero, bueno ahí está el producto espectacular y grandioso. Un derroche de metraje y dinero. En este caso la cosa (esos gastos) no se entienden muy bien salvo en función de una historia que quiere ser el retrato de una saga a lo largo (prácticamente) el siglo XX. O sea que como un Novecento. Pero, con todos los errores de aquel filme, Bertolucci no hay más que uno. Esta enorme (por desmesurada) película parece más una serie de televisión que otra cosa. Las razones para esa conclusión son varias, pero sobre todo se encuentran en la presencia/existencia de unos personajes aparentemente con una relieve o importancia que no tienen tal como están (caso del oficial que se enfrenta a nuestro campeón Olímpico de esgrima). Es decir, da la sensación (con toda su enorme cantidad) que falta metraje.

Pero vamos a otras cosas menos visibles y vistosas. La primera es la existencia de un guión plano por reiterativo/repetitivo. Escribir una historia río así es fácil, ya que únicamente se trata de contar lo mismo pero cambiando de año. Quizás para dar ese sentido se utiliza a un mismo (o mismos) personajes interpretando a distintos miembros de la familia en la distintas épocas. ¿Repeticiones? Sí, hasta la saciedad, tanto en escenas como en personajes. Así vemos como los aristócratas del emperador van de caza igual que los “furibundos” comunistas de tantos años después. En personajes e ideas todos se repite igualmente: hay en toda época (lugar y tiempo) una mujer entre dos hombres, aunque la mater-libertad venga dada por la abuela (testigo, visión y conciencia de la historia: por algo es fotógrafa), hay (en cada generación) una mujer fogosa que repite (como ocurre con otros personajes o situaciones) las mismas escenas tórridas con los hombres. Lo que en definitiva se quiere decir, con los ciclos que se repiten incansablemente (una idea válida pero muy peligrosa), es que cualquier gobierno es malo y termina (a pesar de las esperanzas en él depositadas) por convertirse en (ante el poder) corrupto y esclavizador del hombre. Lo único válido, en opinión de Szabo, es la libertad personal (¿el individualismo?) y la fidelidad a los suyos y, por tanto, a la familia. Ejemplos a decenas hay en el filme como por ejemplo la vuelta al hogar de la abuela Valeria cuando su marido es detenido y entra en declive. Un sistema, por supuesto, que es fiel al citado, anteriormente, esquema televisivo. Se trata de no olvidar el sentido primario de la historia y menos, claro está, que la gente pierda el “olfato” de lo que se está contando. El serial televisivo repite constantemente el mismo esquema. Por eso la película no hace. En todas las épocas pasa exactamente igual. Algo que se señala, incluso, por la presencia del mismo protagonista dando vida al hijo, padre y abuelo.

No falta tampoco la aceptación del símbolo representado en este caso no sólo por momentos o motivos aislados sino por la presencia de la mujer -¿la patria, la familia, el discurrir de la vida...?- unidora de personajes y épocas. Tan forzado como inconsecuente ya que los personajes se dedican a “actuar” de acuerdo a las exigencias del guión y no a ser.

Bonita de ver, fastuosa en su inutilidad. La verdad es que añoramos la simplicidad (¿y la inocencia?) del primitivo Szabo, esa que ya ha perdido desde hace años sin ganar intensidad dramática ni enfoque social.

 Adolfo Bellido                

Sunshine 

Nacionalidad: Hungría, Alemania, Canadá, Austria, 1999. 

Dirección: Istvan Szabo. 

Argumento y guión: Istvan Szabo e Israel Horovitz. 

Intérpretes: Ralph Fiennes, Rosemarry Haris, Rachel Weisz.

 

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