Sin perdón
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La Ley de Herodes

            Cine, ante todo y por encima de todo, didáctico. Con todo lo bueno y lo malo que ello genera. Lo bueno el análisis de una situación caótica e injusta, lo malo el pretendido discurrir “real” de unos acontecimientos. En este tipo de cine lo primero, lo didáctico, el llegar a unas determinadas conclusiones, está muy por encima de lo otro, es decir de plantear una vivencia de los seres, de dejarles vivir. Y es que lo fundamental es llegar a unas determinadas conclusiones. No importa el camino y si los puntos extremos de el mismo.

             El protagonista, un ser gris de, hasta hace muy poco el único partido mexicano, el PRI recibe desde su trabajo (la “simbólica” jefatura del basurero) la noticia por la que sustituirá al alcalde (asesinado como todos los otros) de un pueblo perdido. Al comienzo quiere cambiar el pueblo, pero poco a poco termina por ser otro de los muchos alcaldes que intentan aprovecharse de su situación. La importancia de la historia, o su tesis, como mejor se quiera, está en función de la subida hasta las alturas del senado de nuestro personaje. Antes otro personaje sustituye a nuestro alcalde cumpliendo el mismo rito anterior. Historias pues circulares donde los personajes repiten siempre las mismas acciones. Nada cambia y el PRI sigue en el poder.

             Loable empeño el de esta ley de Herodes, tan primaria como insuficiente. El protagonista, por ejemplo, no sigue un camino lógico en la historia narrada, su caminar se produce porque el guión –y la tesis propugnada- así lo exige. Su cambio, por ejemplo, es un puro artificio. Se puede contraatacar diciendo que estamos ante un puro disparate, pero realmente hasta el disparate debe poseer unas determinadas reglas. La presencia del norteamericano (en pos de sus determinados intereses como se corresponde con una –más- presencia simbólica) no aporta demasiado al transcurrir de la narración, entre otras cosas porque Alex Cox (director tan discutible como actor con pretensiones trasgresoras) no da el papel, desde su pose entre irónica y distanciadora. Cox, que ha trabajado con Ripstein (director maestro del de éste filme, Luis Estrada), es un “tópico” más que un personaje, hasta el punto que (como el desarrollo de la obra)  su forma de obrar, y lo que le pasa, es sabido por el espectador desde mucho antes que pcurra.

             Ese “ya sabido” es propio de muchos de estos títulos que no hacen más que explicar lo que ya se sabe, sin lograr que la imagen sea algo más que una apoyatura del mensaje.

             Luis Estrada no es Ripstein (aun en sus múltiples limitaciones) y mucho menos Buñuel. Algo que se deja notar en un desarrollo monocorde y, eso si, explosivo. Cualquiera se puede preguntar como es posible que se haga un filme tan crítico sobre el partido en el poder. En ese sentido la película alcanza sus fines. Interpretación e idea motriz son, pues, las mejores apoyaturas de esta obra pequeñita y eficaz

 Mister Arkadin                

La ley de Herodes.

Nacionalidad: Mexicana, 1999.

Dirección: Luis Estrada. 

Guión: Luis Estrada, Jaime Sampietro, Fernando León, Vicente Leñero. 

Argumento: Estrada y Sampietro. 

Intérpretes: Damian Alcázar, Pedro Armendáriz, Delia Casanova, Juan Carlos Colombo, Alex Cox.

 
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