John
Malkovich es por ahora el último de los actores de prestigio que,
avanzada su carrera, decide dar el salto a la dirección. En la mayoría
de los casos la aventura tras la cámara puede calificarse de efímera, lo
cual no presupone el fracaso del empeño, ya que los resultados han sido
de lo más variados: desde absolutas obras maestras (la inolvidable La
noche del cazador) pasando por productos más que dignos (Robert de
Niro y su historia del Bronx, o, entre nosotros, Fernán Gómez) a fiascos
insufribles (¿se acuerdan de aquella cosita de Ana Belén?). Pasos de
baile no es una obra maestra, pero sí una película interesante. Si
no toda ella al menos en el aspecto reflexivo e intimista por el que
parece más interesado el director, justamente aquel que viene sugerido en
el título.
El
marco en el que se desarrolla la historia es un apenas disimulado Perú
asolado por la brutal guerrilla de Sendero Luminoso y la fascinación que
entre sus seguidores suscita el líder Abimael Guzmán (Ezequiel en la película).
Un policía idealista, que aún cree posible mantener cierta integridad en
medio de la imparable corrupción que lo rodea, tratará de encontrar y
detener al inductor ideológico de la violencia imparable que asola el país.
El resultado de la trama policíaca que con estros mimbres se construye es
más que discutible. Adolece de una notable desgana en la realización, y
acumula demasiadas casualidades que restan veracidad al relato, si bien
hay que reconocer que consigue momentos inquietantes que logran transmitir
el desasosiego perpetuo que recorre todo el film, sea la repetida imagen
de los perros ahorcados, sea la actuación de niños y jóvenes suicidas.
Poco
más tendríamos que añadir si sobre este incierto fondo no se
desarrollase una preciosa historia de amor. Es ahí donde John Malkovich
muestra su brío y capacidad para expresar con medios fílmicos los
sentimientos y matices de los personajes. Sin alharacas, con un ritmo
pausado y contenido, pudoroso incluso, va mostrando el progresivo
acercamiento, el irremediable magnetismo, la mutua e inútilmente
resistida fascinación que desembocará en la rendición amorosa más allá
de las dificultades. Claro que a ello contribuyen dos magníficos actores.
Laura Morante y Javier Bardem hacen del gesto (más bien de su ausencia) y
de la mirada la vía expresiva privilegiada para volcar sobre la pantalla
la contradicción que aprisionan en su interior. John Malkovich demuestra
sobradamente que conoce el oficio, y extrae de ellos verdaderas piedras
preciosas.
Y
desde aquí brota la complejidad final de la película: el hombre honesto
se ha enamorado, sin saberlo, de la terrorista, y cuando lo descubre no
cabe ya vuelta atrás. El amor le ciega e impide reconocer hasta el último
momento lo obvio, la implicación de su amada en los hechos que investiga.
Más aún: la maldad absoluta no solo posee una cara digna de ser amada,
sino que es capaz de engendrar belleza a través del baile. La hija de
Bardem representa la dolorosa síntesis en la que el bien y el mal se dan
la mano, el recuerdo del amor imposible, el testimonio de la complejidad
humana.
Como
decíamos, una película, pese a sus deficiencias, más que digna, que nos
hace desear, esta vez sí, que no sea la última de este actor metido a
director.
Marcial
Moreno
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PASOS DE BAILE
Título
Original:
Pasos de baile
País y Año:
España, 2001
Género:
BIOGRÁFICA
Dirección:
John Malkovich
Intérpretes:
Javier Bardem, Juan Diego Botto, Elvira Mínguez, Laura Morante
Distribuidora:
Lola Films
Calificación:
No recomendado menores de 13 años
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