11.09.01
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Una subjetividad objetiva

Historias distintas, de variado interés, pero que suponen un filme atractivo.Durante los años 60 y 70 se popularizó una serie de filmes de episodios, sobre todo en el cine europeo, en los que cada director de los que participaban en la película rodaba una parte que siempre solía tener un nexo de unión a través del tema (la política, el sexo, historias de un novelista, etc.); entre estas películas recordamos Tres historias extraordinarias, Bocaccio 70, Amor y rabia, y también algunos ejemplos españoles como Los desafíos o Cuentos eróticos. Este tipo de experimento que al final terminaba siendo diferentes mediometrajes unidos (con calidad variable) fue perdiendo fuerza y apenas tuvo continuidad (Historias de Nueva York). Recientemente, de manera aislada y con escasa difusión, tenemos los ejemplos de Celebrate cinema 101 o Ten minutes older.

Los acontecimientos del 11 de septiembre sirven ahora como telón de fondo para elaborar once historias de once minutos cada una en base a la idea expuesta en los títulos de crédito donde, sobre un mapamundi, se dibuja el impacto del atentado y a modo de ola se reproducen unas ondas que afectan a todo el mundo. Esa es la propuesta de partida: ver cómo diferentes realizadores plasman estos sucesos que ocurridos en una parte del mundo afectan a los sitios más lejanos.

El filme resulta interesante, al margen de la diferente calidad de los episodios, por  una razón fundamental y es que es uno de los escasos ejemplos donde partiendo de la ficción y la subjetividad se es más objetivo que aquellas imágenes que se suponen neutras. Es decir, tras la catarsis visual que supuso la retransmisión en directo de los atentados del 11 de septiembre, documentales, artículos y sus consecuencias (intervención en Afganistán, inicio del asedio a Irak, etc.) y la escasa divergencia planteada a nivel general (ya saben, aquello de, o conmigo o contra mí, que predican nuestros líderes occidentales), las once pinceladas suponen un buen acercamiento a estos hechos pues Resultan atractivas las propuestas de Irán y Burkina Faso, por ofrecer el otro lado de la noticia. esa diferente mirada se eleva por encima de los propios hechos para explicar o, al menos, intentar comprender las reacciones que ha suscitado, revisando también algunas de las causas que han provocado que algo así pueda pasar.

Ahondando en el tema de la repercusión que puede tener la globalización de este conflicto son especialmente hermosas las propuestas de Irán y de Burkina Faso, en los cuales a través de la inocencia de los niños se nos muestra de una manera terrible la situación de estos países y, de paso, apuntala causas que posteriormente generan estos fenómenos. Así, en ambos trabajos vemos la miseria, el hambre, la importancia de lo cotidiano (sacar agua de un pozo, obtener medicinas para una madre enferma), las enfermedades, el trabajo infantil y el futuro pesimista que les espera a sus protagonistas. Minutos tiernos, divertidos, pero que esconden por debajo la dureza de la realidad de estos países.

Igual de interesantes resultan las dos propuestas que unen el dolor de las víctimas del 11 de septiembre a otras víctimas que han sufrido el genocidio en sus propias carnes. Así Ken Loach realiza, a través de la carta que escribe un exiliado chileno en Londres a los familiares de las víctimas del atentado del 11-S, un ejercicio donde expone las causas (golpe promovido por el gobierno norteamericano) y consecuencias (derrocamiento de Salvador Allende y miles de represaliados bajo la tortura y los asesinatos) alternando imágenes de ficción con documentos reales del golpe militar. Igualmente hermoso (y triste) resulta el episodio bosnio donde un grupo de mujeres rememoran los 11 de cada mes a las víctimas de la matanza de Srebrenica y donde se realza el dolor de las mujeres, del pueblo en definitiva, que es quien sufre directamente el conflicto. En ambos casos, bien por causa directas (Chile) o indirectas (conflicto de la antigua Yugoslavia, que no interesaba a nadie y donde la intervención de Europa y los propios EEUU llegó un poco tarde) se muestra que el dolor de ahora tiene el mismo significado que otros anteriores.

Por el contrario, resultan menos interesantes aquellos que se centran de una manera más directa en los propios sucesos pues tanto el de Claude Lelouch que resulta excesivamente redundante en la idea de la incomunicación (a través del tema de la protagonista sordomuda), el de la india Mira Nair centrado en la persecución de los ciudadanos árabes en EE.UU por el mero hecho de ser árabes o el ejercicio experimental del mejicano Alejandro González Iñarritu absolutamente fallido (pantalla en negro con sonidos, músicas e imágenes intercaladas de la gente que se arrojaba de las torres) no aportan novedades al tema. Lo mismo que aquellos que muestran una ideología ambigua (el egipcio Yusef Chahine que no termina de aclarar a qué carta juega) y el israelí Amos Gitaï que bajo un trabajo formal admirable basado en el plano secuencia apunta su crítica al tratamiento de los medios de comunicación ocultando una toma de posición ideológica frente al acontecimiento. O el del japonés Shohei Imamura que realiza un alegato contra Quizá el más discutible de todos los episodios es el de Sean Penn, de una ambigüedad total. la guerra en general (episodio que vuelve al tiempo histórico de la Segunda Guerra Mundial), que puede incluirse en este filme como en cualquier otro.

Por último, llama la atención el episodio un tanto ambiguo (incluso en lo formal, ¿a qué viene tanto plano estético como el agua, las gotas...?) que representa al país agredido, dirigido por Sean Penn, que narra una historia centrada en un anciano que habita en un oscuro apartamento viviendo del recuerdo de su esposa ya desaparecida, de una manera rutinaria (le arregla la cama, le habla, etc.), hasta que la caída de las torres deja paso a la luz (un plano con mucha fuerza basado en la sombra que se desliza en la pared de la ventana) y que parece que extrae al anciano de su mundo irreal, dejando ver que el ataque terrorista tiene la función de abrir los ojos (ese entrar la luz), despertarse a una nueva realidad y esa nueva situación produce dolor (el anciano se alegra de la entrada de la luz, las plantas crecen, pero se da cuenta de que su mujer no está y termina llorando, apenado al comprender su situación real). Si este dolor implica una reflexión sobre los problemas actuales o todo sigue igual es algo que Penn esconde o deja a la imaginación del espectador.

Dejando entonces claro que este tipo de filme, por su propia génesis, se plantea abierto e irregular, al final sí queda la sensación de que se ha reunido un grupo de trabajos donde bajo la libertad de las propuestas se aporta una bocanada de aire fresco al tema de los atentados contra las torres gemelas.

Luis Tormo

11.09.01

Título Original:
11 09 01
Dirección:
Mira Nair, Shohei Imamura, Ken Loach, Claude Lelouch, Alejandro González Iñárritu, Danis Tanovic, Sean Penn, Samira Makhmalbaf, Youssef Chahine
Guión:
Alejandro González Iñárritu, Claude Lelouch, Danis Tanovic, Ken Loach, Paul Laverty, Shohei Imamura, Samira Makhmalbaf, Sean Penn, Youssef Chahine
Fotografía:
Ebrahim Ghafori
Música:
Heitor Pereira
Montaje:
Hajime Koizumi
Intérpretes:
Ernest Borgnine
Distribuidora:
Alta Films

 

 

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