Durante
los años 60 y 70 se popularizó una serie de filmes de episodios, sobre
todo en el cine europeo, en los que cada director de los que participaban
en la película rodaba una parte que siempre solía tener un nexo de unión
a través del tema (la política, el sexo, historias de un novelista,
etc.); entre estas películas recordamos Tres
historias extraordinarias, Bocaccio
70, Amor y rabia, y también algunos ejemplos españoles como Los
desafíos o Cuentos eróticos. Este tipo de experimento que al final terminaba
siendo diferentes mediometrajes unidos (con calidad variable) fue
perdiendo fuerza y apenas tuvo continuidad (Historias
de Nueva York). Recientemente, de manera aislada y con escasa difusión,
tenemos los ejemplos de Celebrate
cinema 101 o Ten minutes older.
Los
acontecimientos del 11 de septiembre sirven ahora como telón de fondo
para elaborar once historias de once minutos cada una en base a la idea
expuesta en los títulos de crédito donde, sobre un mapamundi, se dibuja
el impacto del atentado y a modo de ola se reproducen unas ondas que
afectan a todo el mundo. Esa es la propuesta de partida: ver cómo
diferentes realizadores plasman estos sucesos que ocurridos en una parte
del mundo afectan a los sitios más lejanos.
El
filme resulta interesante, al margen de la diferente calidad de los
episodios, por
una razón fundamental y es que es uno de los escasos ejemplos
donde partiendo de la ficción y la subjetividad se es más objetivo que
aquellas imágenes que se suponen neutras. Es decir, tras la catarsis
visual que supuso la retransmisión en directo de los atentados del 11 de
septiembre, documentales, artículos y sus consecuencias (intervención en
Afganistán, inicio del asedio a Irak, etc.) y la escasa divergencia
planteada a nivel general (ya saben, aquello de, o conmigo o contra mí,
que predican nuestros líderes occidentales), las once pinceladas suponen
un buen acercamiento a estos hechos pues esa diferente mirada se eleva por
encima de los propios hechos para explicar o, al menos, intentar
comprender las reacciones que ha suscitado, revisando también algunas de
las causas que han provocado que algo así pueda pasar.
Ahondando
en el tema de la repercusión que puede tener la globalización de este
conflicto son especialmente hermosas las propuestas de Irán y de Burkina
Faso, en los cuales a través de la inocencia de los niños se nos muestra
de una manera terrible la situación de estos países y, de paso, apuntala
causas que posteriormente generan estos fenómenos. Así, en ambos
trabajos vemos la miseria, el hambre, la importancia de lo cotidiano
(sacar agua de un pozo, obtener medicinas para una madre enferma), las
enfermedades, el trabajo infantil y el futuro pesimista que les espera a
sus protagonistas. Minutos tiernos, divertidos, pero que esconden por
debajo la dureza de la realidad de estos países.
Igual
de interesantes resultan las dos propuestas que unen el dolor de las víctimas
del 11 de septiembre a otras víctimas que han sufrido el genocidio en sus
propias carnes. Así Ken Loach realiza, a través de la carta que escribe
un exiliado chileno en Londres a los familiares de las víctimas del
atentado del 11-S, un ejercicio donde expone las causas (golpe promovido
por el gobierno norteamericano) y consecuencias (derrocamiento de Salvador
Allende y miles de represaliados bajo la tortura y los asesinatos)
alternando imágenes de ficción con documentos reales del golpe militar.
Igualmente hermoso (y triste) resulta el episodio bosnio donde un grupo de
mujeres rememoran los 11 de cada mes a las víctimas de la matanza de
Srebrenica y donde se realza el dolor de las mujeres, del pueblo en
definitiva, que es quien sufre directamente el conflicto. En ambos casos,
bien por causa directas (Chile) o indirectas (conflicto de la antigua
Yugoslavia, que no interesaba a nadie y donde la intervención de Europa y
los propios EEUU llegó un poco tarde) se muestra que el dolor de ahora
tiene el mismo significado que otros anteriores.
Por
el contrario, resultan menos interesantes aquellos que se centran de una
manera más directa en los propios sucesos pues tanto el de Claude Lelouch
que resulta excesivamente redundante en la idea de la incomunicación (a
través del tema de la protagonista sordomuda), el de la india Mira Nair
centrado en la persecución de los ciudadanos árabes en EE.UU por el mero
hecho de ser árabes o el ejercicio experimental del mejicano Alejandro
González Iñarritu absolutamente fallido (pantalla en negro con sonidos,
músicas e imágenes intercaladas de la gente que se arrojaba de las
torres) no aportan novedades al tema. Lo mismo que aquellos que muestran
una ideología ambigua (el egipcio Yusef Chahine que no termina de aclarar
a qué carta juega) y el israelí Amos Gitaï que bajo un trabajo formal
admirable basado en el plano secuencia apunta su crítica al tratamiento
de los medios de comunicación ocultando una toma de posición ideológica
frente al acontecimiento. O el del japonés Shohei Imamura que realiza un
alegato contra la guerra en general (episodio que vuelve al tiempo histórico
de la Segunda Guerra Mundial), que puede incluirse en este filme como en
cualquier otro.
Por
último, llama la atención el episodio un tanto ambiguo (incluso en lo
formal, ¿a qué viene tanto plano estético como el agua, las gotas...?)
que representa al país agredido, dirigido por Sean Penn, que narra una
historia centrada en un anciano que habita en un oscuro apartamento
viviendo del recuerdo de su esposa ya desaparecida, de una manera
rutinaria (le arregla la cama, le habla, etc.), hasta que la caída de las
torres deja paso a la luz (un plano con mucha fuerza basado en la sombra
que se desliza en la pared de la ventana) y que parece que extrae al
anciano de su mundo irreal, dejando ver que el ataque terrorista tiene la
función de abrir los ojos (ese entrar la luz), despertarse a una nueva
realidad y esa nueva situación produce dolor (el anciano se alegra de la
entrada de la luz, las plantas crecen, pero se da cuenta de que su mujer
no está y termina llorando, apenado al comprender su situación real). Si
este dolor implica una reflexión sobre los problemas actuales o todo
sigue igual es algo que Penn esconde o deja a la imaginación del
espectador.
Dejando
entonces claro que este tipo de filme, por su propia génesis, se plantea
abierto e irregular, al final sí queda la sensación de que se ha reunido
un grupo de trabajos donde bajo la libertad de las propuestas se aporta
una bocanada de aire fresco al tema de los atentados contra las torres
gemelas.
Luis
Tormo
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11.09.01
Título
Original:
11 09 01
Dirección:
Mira Nair, Shohei Imamura, Ken Loach, Claude Lelouch, Alejandro González
Iñárritu, Danis Tanovic, Sean Penn, Samira Makhmalbaf, Youssef Chahine
Guión:
Alejandro González Iñárritu, Claude Lelouch, Danis Tanovic, Ken Loach,
Paul Laverty, Shohei Imamura, Samira Makhmalbaf, Sean Penn, Youssef
Chahine
Fotografía:
Ebrahim Ghafori
Música:
Heitor Pereira
Montaje:
Hajime Koizumi
Intérpretes:
Ernest Borgnine
Distribuidora:
Alta Films
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