Dragonfly
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Campo de sueños, segunda parte

Una buena idea inicial, un torpe final y, ante todo, un realizador sin una idea clara de lo que quiere contar. Una pena.A finales de los ochenta Kevin Costner estaba en la cima como actor con películas como Campo de sueños (Phil Alden Robinson, 1989), luego vendría su consagración como director con Bailando con lobos... y casi inmediatamente comenzó una cuesta abajo que aún dura: año tras año estrena películas en las que vuelve a tocar el mundo del deporte (Entre el amor y el juego de Sam Raimi), el romance (Mensaje en una botella de Luis Mandoki) o la aventura (Mensajero del futuro del propio Kevin Costner), sin que en ningún caso haya vuelto a contar con el beneplácito del público o de la crítica.

En su desesperada búsqueda de un éxito, nos llega ahora este refrito que es Dragonfly, un extraño híbrido de El sexto sentido y El último escalón que, en su parte final, desvela sus auténticas intenciones, convirtiéndose en un inesperado remedo de Campo de sueños con algunas gotitas de Ghost.

¿Qué nos narra la película? (Aviso: si no queréis saber el final, no leáis este párrafo, pasad directamente al siguiente.) La vida feliz de una pareja de médicos se ve truncada con la muerte de ella, que ejerce de misionera en Sudamérica mientras está embarazada. La culpa y la obsesión llevan a su marido (que, como buen médico, nunca ha creído en el más allá, sólo en el más acá) a recibir avisos: ella quiere ponerse en contacto con él a través de distintos pacientes que están en coma o que han estado a punto de fallecer. Un camino desde su agnosticismo inicial hacia una absoluta creencia en que hay algo más allá le llevan a un nuevo itinerario, éste físico, buscando las cataratas que son el origen de sus visiones, y las encontrará en Venezuela. Allí vive una tribu apartada del mundanal ruido, una tribu por la que su esposa peleó para sanarles, una tribu que le tiene guardado al creyente doctor (que cae de rodillas en un plano inenarrable que confirma su absoluta sumisión a la nueva fe) el regalo más preciado que ella le podía dar: su hija, que se ha salvado milagrosamente y allí está, rubita inmaculada, esperando entre tanto negro sucio a que llegue su padre para devolverla a En el fondo del relato subyace un tufillo religioso difícilmente digerible, sobre todo al final: inenarrable el plano de Costner cayendo de rodillas ante la revelación última.la felicidad, a esa felicidad que se encarga de subrayar los planos ralentizados finales con el padre y la hija retozando por el parque. Y colorín colorado...

Dragonfly es por lo menos tres películas en una y esa indefinición perjudica seriamente el resultado final. La primera parte, como ya hemos apuntado, se asemeja a la moda implantada por El sexto sentido y El último escalón, o incluso por Lo que la verdad esconde: un muerto no puede descansar en paz y por eso atormenta a un vivo con continuas visiones, esperando que éste reaccione y tome una decisión. Hay en este tercio algunos de los mejores momentos de la función: el niño que grita a Joe y se despierta tras haber estado clínicamente muerto, la ropa que aparece nuevamente ordenada en el armario, cierto ambiente general obsesivo bien marcado por la tenebrista fotografía nocturna de Dean Semler (el fotógrafo que ganó el Oscar con Bailando con lobos)...

La parte central retoma el espíritu aventurero de cualquier película en la selva sudamericana, con la búsqueda de esa tribu que puede contener la clave si no para salvar el mundo (como en Los últimos días del Edén) sí para salvar el alma del incrédulo de Costner. Esta parte aparece llena de continuas panorámicas con el pobre doctor corriendo entre los bosques buscando... su alma, suponemos.

Por último, la traca que cierra la función es difícilmente digerible: los nativos afirmando que tienen “el alma” de la sanadora, Costner cayendo de rodillas, la niñita rubia impecable en su cunita (menos mal que estos negritos vivían aislados, que si no), los planos al ralenti con la pareja feliz... Uf, demasiado para este pobre cronista. Toda esa bondad, esa “magia” convertida en buenos sentimientos, recuerdan demasiado a Campo de sueños, aunque sin la fuerza que contenía aquella película. De hecho si tenemos en cuenta esta línea argumental, lo cierto es que Dragonfly parece un remake No era ésta la película adecuada para el relanzamiento de Costner... quizá si cambiara de director.de aquella película: la historia de un hombre obsesionado, que recibe instrucciones del más allá para llevar a cabo un sueño... y lo cumple pese a la incomprensión de los que le rodean.

Los problemas de la película nacen no ya de la historia (que tiene cierto encanto, exceptuando el insoportable final), sino de la ausencia de un director que sepa lo que lleva entre manos. Aunque en nuestro país la película la distribuye Buenavista (o sea, Walt Disney: ¡ajá, he aquí una de las explicaciones de su mensaje final!), lo cierto es que es una coproducción con la Universal Pictures, por lo que ha sido uno de los directores fijos de la casa el encargado de llevar a buen puerto (ejem) este nuevo producto de Kevin Costner. El director elegido es Tom Shadyac, quien ya demostró sus sobradas aptitudes para la comedia con El profesor chiflado o Mentiroso compulsivo. Su trabajo es exactamente el que se espera de él: coloca la cámara lo más apañadamente posible, deja que Dean Semler ilumine cuando toca crear ambientes y se limita a esperar que Costner y los demás acaben sus poses gestuales (muy limitadas, como siempre, en el caso de don Kevin), para ordenar el habitual “cooorten”. Shadyac no era una persona adecuada para contar la primera parte de la historia, no tiene sentido de lo fantástico, no sabe crear tensión, no nos mete en la historia, no sabe transmitir la obsesión... y los pocos hallazgos de esta hora de película nacen del guión o de la iluminación de Semler. Y si en esta primera parte, que es la más atractiva, da poco de sí, imagínense cuando tiene que filmar “realismo mágico” o “cine fantástico cotidiano” o como quieran llamarle: simplemente, no sabe qué registro utilizar. Para que el espectador se crea lo que está viendo no basta con retratar un paisaje o unos personajes, hay que saber cómo y dónde colocar la cámara, cuándo cambiar de plano, cuándo utilizar un travelling circular envolvente (por cierto, hay uno en una simple conversación en un restaurante que por resultar tan ostentoso acaba resultando ridículo... y fuera de sitio), en fin, hay que planificar, hay que sentir la historia... y no parecen esas cualidades de las que esté dotado este apañado técnico que se limita a registrar película con la cámara y luego ya decidirán en la sala de montaje cuál es el plano más conveniente.

Sabín

DRAGONFLY, LA SOMBRA DE LA LIBÉLULA

Título Original:
Dragonfly
País y Año:
EE.UU., 2002
Género:
THRILLER
Dirección:
Tom Shadyac
Guión:
David Seltzer, Brandon Camp, Mike Thompson
Producción:
Universal Pictures
Fotografía:
Dean Semler
Música:
John Debney
Montaje:
Don Zimmerman
Intérpretes:
Kevin Costner, Alison Lohman, Kathryn Erbe, Kathy Bates, Ron Rifkin
Distribuidora:
Buena Vista Internacional
Calificación:
Todos los públicos

 

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