Con
su primera película, Antes de la lluvia, el cineasta macedonio M. Manchevski consiguió
convertirse en un cineasta de culto. Ahora, en esta su segunda obra, quizá
esté pagando el temprano y repentino éxito de aquella. Y es que es difícil
mantenerse en el centro del culto, y más aún cuando se tiene una
voluntad deliberada de ello; entonces se torna una tarea casi imposible.
El
planteamiento recuerda el de su anterior película: se sitúa en el
contexto de la lucha por la identidad macedonia y, como en aquélla,
recurre a la conexión entre varias historias acaecidas en tiempos
distintos que se suceden unas a otras a lo largo del filme, aunque en este
caso el hilo temporal lineal puede finalmente reconstruirse sin ninguna
dificultad. Pero desde ese marco similar se quiere ahora dotar de mayor
trascendencia al relato, y para ello se intenta enlazar la lucha macedonia
con la violencia del lejano oeste americano, y las dos con su reproducción
en la sociedad estadounidense actual.
Y
hay que decir, en primer lugar, que esa yuxtaposición no funciona. Como
mensaje, vale, pero como estructura fílmica resulta completamente
fallida. Acaba siendo especialmente ridícula la presencia del cowboy en
medio de la guerra entre turcos y macedonios, algo que en lugar de incitar
a la reflexión deviene un recurso vulgar. La razón hay que buscarla
también en la endeblez de la historia que se nos cuenta. Podríamos
describir las múltiples trampas que esconde el guión (¿tan fácil era
en aquella época viajar del oeste americano al este europeo? ¿Cómo es
posible que se encuentren los dos hermanos? ¿Cómo pudo un ejército tan
incompetente como el turco alcanzar tanto poder?), pero el director parece
consciente de ello e introduce el elemento de la imaginación al apuntar
la idea de que cada cual puede construir su propia historia. Podría
haberse convertido ésta en la idea central de la película, construyendo
desde ella un relato sobre el deseo, la ficción y la realidad, pero lejos
de ello,
tal idea queda abandonada y parece más un antídoto para defenderse de la
arbitrariedad que una aportación sustancial y enriquecedora a lo que se
nos está contando.
Esta
ausencia de reflexión está suplida en muchas ocasiones por metáforas
simplonas: el materialismo del oro, la lucha fratricida, los disparos que
matan a la vez a amigos y enemigos, el nacimiento redentor, etc., apuntes
que no pueden disimular la vacuidad de la historia.
Como
tampoco pueden hacerlo los alardes de violencia constante y gratuita que
recorren todo el metraje de la película. Al final parece que asistimos a
un muestrario de escenas violentas, ofrecidas de manera reiterada y con
gran lujo de detalles, pero sin que se vea una justificación o una
necesidad que haga avanzar, a través de ellas, la historia que se nos
cuenta. Si la cuestión es hacernos saber que la violencia es terrible y
está extendida por todas partes, muy bien, nos damos por enterados.
Marcial Moreno
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CENIZAS
Y PÓLVORA
Título
Original:
Les enfants du siècle
País y Año:
Francia, 1999
Género:
DRAMA
Dirección:
Diane Kurys
Guión:
Murray Head, Diane Kurys, François-Olivier
Rousseau
Producción:
Alexandre Films, France 2 Cinéma, Le Studio
Canal+, Les Films Alain Sarde
Fotografía:
Vilko Filac
Música:
Luis Bacalov
Montaje:
Joële Van Effenterre
Intérpretes:
Juliette Binoche, Benoît Magimel, Stefano
Dionisi, Robin Renucci, Karin Viard, Isabelle Carré
Distribuidora:
Lauren Films
Calificación:
No recomendado menores de 13 años
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