En
el desolado y a la vez esperanzador panorama del cine español, que se
refleja en una actitud de rechazo y de ansiedad por parte del espectador,
nos llega otra vez más una grata sorpresa: esta película del vasco
Urbizu, que es un thriller, género muy característico del cine
americano, pero que no tiene nada que envidiar a éste, y que además
tiene todos los ingredientes de nuestro propio cine. Es una película con
fuste, sólida y mucho nervio y cuya tensión dramática no languidece en
ningún momento.
La
acción se desarrolla en el sur de España, en ese triángulo que es
Marbella, Tánger y Gibraltar, caldo de cultivo de los fraudulentos
negocios de la especulación del suelo, el contrabando de mercancías
humanas y no humanas, drogas y toda suerte de vicios. Como moscas a la
miel allí acuden los grandes y poderosos clanes de las mafias
internacionales. Y allí, un desdichado director de banco que ha perdido a
su hija adolescente en un incendio en el campo, descubre que esa muerte no
ha sido casual, sino provocada por los planes asesinos de los intereses
inmobiliarios. En un robo de las cajas privadas del depósito del banco
nuestro protagonista casualmente descubre la conspiración. Su propósito
será entonces cumplir su venganza, más allá de la justicia, pese a los
graves peligros que deberá correr. El riesgo aún se hace mayor cuando
detrás de los documentos contenidos en la caja 507, va también un
expolicía corrupto y sumamente violento, al que sólo le honra el amor
que tiene hacia una pobre muchacha alcohólica.
Arranca
La caja 507 con una secuencia prólogo que nos cuenta muy líricamente
el penoso accidente de la hija del protagonista en un incendio en la
playa. Después, sigue con el relato, concentrado y paralelo, del
secuestro, asalto y robo al banco. Casi no se dicen palabras. El director
del filme, con sobriedad casi espartana, nos introduce en un mundo lleno
de crueldad y vacío de escrúpulos donde la única norma ética son los
fríos códigos del crimen organizado: normas erigidas en los principios
del “ojo por ojo” y en el escrupuloso respeto al poder del
otro. Cuando alguien se salta eso, todas las furias caerán sobre el. El
desarrollo de la narración continúa en este tenor, dejando cabos sueltos
en la narración que después se vuelven a anudar en la conclusión del
filme cuyo final lleno de ambigüedad aumenta su aliciente.
La
película de Urbizu recuerda a ese caso real del padre que intenta
descubrir la trama que hay detrás de la muerte de su hijo –el caso del Padre
Coraje, llevado también a la televisión– y también a ese clásico
del cine negro que es Chinatown de Roman Polanski. Y no hay reparos
con poner esta comparación, puesto que el nivel que alcanza el filme español
en su dirección artística, fotografía, puesta en escena, etc., nos
parece muy conseguido. Los diálogos son sobrios, creíbles y no
desbaratados –algo poco frecuente en muchas de nuestras películas–,
los personajes muy bien definidos –sus dos protagonistas en el fondo son
dos perdedores en medio de un mundo corrupto– y la utilización de la cámara
con movimientos sobrios y muy bien encuadrados dan la sensación de estar
contemplando un cine de raíces clásicas.
Mención
aparte hay que hacer del trabajo actoral: tanto Antonio Resines como José
Coronado bordan magníficamente sus papeles; dos actores que conforme van
madurando nos demuestran la buena madera de la que están hechos. Los
actores secundarios igualmente no desmerecen de los principales.
José
Luis Barrera
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LA CAJA 507
Título
Original:
La caja 507
País y Año:
España, 2002
Género:
POLICÍACO
Dirección:
Enrique Urbizu
Guión:
Michel Gaztambide, Enrique Urbizu
Producción:
Sogecine
Fotografía:
Carles Gusi (I)
Música:
Mario de Benito
Montaje:
Ángel Hernández (I)
Intérpretes:
Antonio Resines, José Coronado, Goya Toledo,
Dafne Fernández, Sancho Gracia
Distribuidora:
Sogepaq
Calificación:
No recomendado menores de 7 años
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