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He aquí la segunda página que dedicamos a la televisión (la otra es Malalts de tele). Sumadas os ofrecen mucho más que un análisis de la programación televisiva: constituyen toda una filosofía de vida.

 CANTA, CANTA

Por Ángel San Martín

"La televisión de todos... y cada uno". Un bello eslogan que no puede hacernos olvidar la realidad: ¿de verdad alguien cree que a Rosa la hemos elegido entre todos los españoles?Cuando me enfrento a esta pantalla en blanco, faltan dos días para el magno festival de Eurovisión. Va a toda pastilla la campaña de agitación y propaganda patriotera, al pairo de una canción harto insulsa. La ofensiva da sus frutos y se hace perceptible por doquier. Llevo toda la mañana oyendo la musiquilla festivalera gracias a que la pareja de jubilados que vive al otro lado del tabique están un poco sordos y además no cambian de emisora. Por si no fuera suficiente, las reuniones habituales de un grupo de jovenzuelos en el banco de ahí abajo, las amenizan ahora repitiendo una y otra vez el cedé de marras; ¡pirata, por supuesto! De modo que, digno es reconocerlo, la factoría Operación Triunfo ha hecho pleno en la diana del éxito. Lo que ya no tiene ninguna explicación es lo de TVE, bien está que se apunte al triunfo, pero que quiera convencernos de que su elección es la de todos los españoles, resulta cuanto menos una exageración impropia del momento. Más hiriente aún es si viene de TVE, tan hostil a todo aquello que merezca el calificativo de cultura.

En fin, nada de esto resulta novedoso, se ha dicho muchas veces y escrito bastantes más. Sin embargo, los preámbulos al evento eurovisivo nos permiten poner de manifiesto algunas cuestiones curiosas. Lo primero y más llamativo es el nuevo papel que parece se le está atribuyendo a la música. Al tipo de música que antes se llamaba ligera y ahora es de laboratorio. El referido producto cultural, en manos de una poderosísima industria, logra impactar en amplios sectores de la población, sin demasiadas diferencias de edad ni de clase. Más allá de identidades y sentimientos de pertenencia, este tipo de música aúna voluntades y sirve como pasta de unión frente a lo distinto. He ahí, pues, una nueva estrategia de la globalización y sobre la que TVE (también el resto de televisiones), a indicación de sus ideólogos, ha puesto todo su empeño con éxito notable. Los políticos profesionales han visto con claridad este fenómeno y por ello añaden variaciones a la partitura principal.

Una segunda idea es que como la globalización no es homogénea sino conforme a círculos concéntricos, donde los mejor globalizados ocupan el más pequeño, todos los demás son aspirantes. Un primer esfuerzo del meritorio es cantar en una lengua ajena. De ahí que el estribillo o alguna otra parte de la canción esté en inglés, en tanto que lengua franca del imperio (repárese en la cantidad de canciones que del referido festival se presentan en esa lengua). Es un primer peaje del aspirante, no el único, otro es el tener que simular de la mejor manera posible si se es un país “productor” de inmigrantes o receptor de los mismos. Las tensiones derivadas de esta circunstancia se tratarán de mitigar abriendo las líneas al “televoto” (telefónico o por internet), queriendo con ello “democratizar” las responsabilidades sobre el resultado final. De modo que se equivocaron quienes auguraron el fin de la televisión, pues más bien estamos siendo testigos de su renovado esplendor entre las audiencias. Eso sí, a cambio de sacrificar los contenidos inteligentes se implementa la innovación tecnológica, a lo que se suma el apoyo o silencio cómplice de las instancias políticas. El problema es que la polis sin televisión es posible, pero será un infierno cuando, pese disponer de muchos canales, se quede sin política.

 
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