He
aquí una nueva película argentina que parece dar la espalda a la triste
situación en la que se ve sumida últimamente ese país austral. Como si
las últimas películas argentinas nos propusieran aquello de que “a mal
tiempo buena cara”. No hay fuerte dramatismo ni visos de tragedia en
este filme, sino una suave historia amorosa, llena de melancolía y
esperanza.
Todas las azafatas van al cielo narra la historia de dos soledades
que se encuentran en un paisaje inhóspito: las heladas tierras de la
Patagonia. Allí acuden en avión, él, Ramón, con la amargura y la
tristeza de su soledad, tras el fallecimiento del gran amor de su vida: su
esposa. Viene a cumplir dos voluntades: la de ella, desparramar sus
cenizas en el mar donde se conocieron; la de él: suicidarse. También, en
viaje de trabajo, llega una azafata, Teresa, con el indeciso propósito de
interrumpir un embarazo incipiente y que no ha deseado. Ambos se conocen
en un barco que atraviesa el canal de Beagle. Surgirá entre ellos el amor
que parecía olvidado y la esperanza de una vida nueva que desdibujada se
mostraba antes.
Todas las azafatas van al cielo es una película gratificante, que
sigue la forma tan de moda en el cine de hoy, de meter un montón de
personajes y luego como teselas de un mosaico, se van ensamblando hasta
formar un dibujo reconocible. Aquí el dibujo es muy amable, pese que el
filme ronda situaciones muy cercanas a la tragedia. El humor, suave y
delicado, las salva y el contraste de actitudes vitales subraya todo un
elenco de valores humanos que convierten el filme, pese a su ligereza, en
un buen conductor de empatía con el espectador. Es agradable ver que los
protagonistas son seres bastante normales (el protagonista, por ejemplo,
no es ningún adonis, sino un hombre normal, gordito y con barba) y lo que
siente no es nada extraordinario. Incluso la decisión final de los dos
protagonistas, unir sus vidas, nace más de la necesidad de combatir
juntos la tristeza y la soledad que de la misma pasión amorosa.
Daniel
Burman recurre en muchos momentos a supeditar la puesta en escena a sus
ideas, como es el contrastar la ponderación de la azafata que protagoniza
el filme con los impresentables compañeros de trabajo, los pilotos que no
hacen más que correrse juergas y contar tristísimos y desgraciados
chistes machistas en el minibús que les traslada del hotel al aeropuerto
o también secuencias cargadas de simbólica ironía demasiado rebuscadas
como para que encajen en el contexto del filme: me refiero por ejemplo, a
las escenas del intento de suicidio por congelación, en la nieve, a la
intemperie.
Es
sin embargo un acierto algunos de los personajes secundarios del filme que
funcionan como voz de la conciencia de nuestra protagonista: la chica del
bar de alterne, la propia madre Teresa o el taxista sabio que le gusta
acertar la profesión de su clientes.
Hay
alguna cosas que chirrían el filme, como es una caída del ritmo en la
segunda parte, algún personaje simpático pero algo tópico y poco creíble
(la prostituta de buen corazón) o las inoportunas canciones horteras de
la Raffaela Carrá y los impresentables y poco creíbles machistas
pilotos, compañeros de la protagonista. A destacar la presencia de Norma
Aleandro, como madre de Teresa, y la actuación magnífica de los dos
protagonistas. Lástima que el sonido directo y el acento argentino hagan
la espectador que esta película fácil de ver sea algo difícil de oír.
Al menos para éste que escribe así lo fue.
José Luis
Barrera
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TODAS LAS
AZAFATAS VAN AL CIELO
Título
Original:
Todas las azafatas van al cielo
País y Año:
Argentina, España, 2002
Género:
COMEDIA
Dirección:
Daniel Burman
Guión:
Daniel Burman
Producción:
Patagonik Film Group, Wanda Films, BDCine
Fotografía:
Ramiro Civita
Música:
Víctor Reyes
Montaje:
Alejandro Chomski
Intérpretes:
Ingrid Rubio, Alfredo Casero, Norma Aleandro,
Valentina Bassi, Daniel Hendler
Distribuidora:
Nirvana Films
Calificación:
Todos los públicos
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