“El
punto de partida de la película La playa de los galgos es que la
violencia es igualmente terrible y destructiva tanto cuando se recibe
directamente como cuando se ejerce” nos
dice su director. Y así es: todos los personajes en esta película sufren
las consecuencias de la violencia; son víctimas y verdugos de una
irracionalidad que pretende sustentarse en motivos ideológicos, políticos
o personales. Al final, claro, ni siquiera
la fuerza del mismo amor puede llegar a tiempo para detener tal
perversión. Como los galgos del título, lentamente irán desapareciendo.
Mario
Camus es un veterano cineasta que, contra corriente y otras modas, ha
hecho siempre un cine muy personal, robusto y siempre muy interesante.
En su haber tiene algunas obras magistrales como son La
colmena o Los santos inocentes.
Otras con imperfecciones son, aunque ignoradas por el gran público, películas
muy dignas que enorgullecen la profesión de cineasta: me refiero por
ejemplo a Después
del sueño, Volver a vivir o
El color de las nubes. Siempre
este cineasta cántabro ha hecho un cine encarnado en la vida y en los
problemas morales, sociales y políticos de nuestro país, con historias
de hombre y mujeres cuyo pasado marca sus vidas. Esta es su gran virtud:
sus preocupaciones humanistas. Sus defectos son otros: guiones no del todo
conjuntados (en este caso algo prolijo y confuso, con personajes
desdibujados) y voluntad de contar en una sola película demasiadas cosas.
La
playa de los galgos nos habla de la lacra del
terrorismo y de las terribles secuelas y tristes consecuencias que
comporta. Ya este lamentable asunto lo había tratado en otro filme suyo
muy recomendable: Sombras en una batalla. El protagonista es Martín, un
sencillo panadero de un pueblo del norte de España que deja su
trabajo para buscar a su desaparecido hermano, antiguo militante de ETA
que mató otrora a un hombre inocente. Éste vive ahora en Copenhague, con
su novia, atormentado por el peso de su pasado. En este camino de búsqueda
se encontrará con el amor de una enigmática
mujer (una historia de amor que no funciona muy bien) y con la ayuda de un
psiquiatra lleno de una enorme fe en la curación de su hija autista, que
le dará pistas para encontrar a su hermano. Esto le conducirá a
descubrir el laberíntico y cruel mundo de la violencia.
El
filme es toda una severa y lúcida reflexión sobre las consecuencias
funestas de la violencia terrorista y Camus ha querido darle un aire de
abstracción de modo que la película no quiere centrarse en el problema
del País Vasco: aunque hay ciertas referencias muy concretas (la durísima
primera secuencia señala el asesinato del ingeniero que trabajaba en una
nuclear y el terrorista arrepentido recuerda el caso de Yoyes) la película
quiere plantear una situación general aplicable a cualquier momento y
lugar de la sociedad humana.
El
filme se divide en tres partes diferentes donde los personajes se repiten
y nos muestran en su actuar las enormes contradicciones de sus
sentimientos, de sus relaciones y de sus intenciones ocultas. A la vez,
son personajes inteligentes y llenos de dignidad que se mueven con coraje
en medio de entornos hostiles a los que dan encarnadura unos actores muy acertados. Es un
filme lleno de simbolismos que señala a cuestiones muy personales y
morales. Su mismo título hace referencia a la triste suerte que corren
los galgos cuando éstos ya no sirven para hacer carreras en el canódromo. La playa de los galgos en
un filme serio, digno, inteligente, que hace mucha falta en el desolado y
desencarnado cine español.
José
Luis Barrera
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LA
PLAYA DE LOS GALGOS
Título
Original:
La playa de los galgos
País y Año:
España, 2001
Género:
DRAMA
Dirección:
Mario Camus
Guión:
Mario Camus
Producción:
Urbana Films
Fotografía:
Jaume Peracaula
Música:
Sebastian Marine
Montaje:
Jose Maria Biurrum
Intérpretes:
Carmelo Gómez, Gustavo Salmerón, Claudia
Gerini, Miguel Ángel Solá, Ingrid Rubio
Distribuidora:
Lauren Films
Calificación:
No recomendado menores de 13 años
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