Al
decir de ciertos críticos, estamos ante una estupenda (y divertida) película.
Transgresora, además, desde una historia que se antoja libertaria. O,
vaya usted a saber, pero, en definitiva, es progresista y tal. Dos
mujeres, casi recién llegadas, firman la “peli” de tintes
reivindicativos. Nada menos que, en envoltorio, una toma de postura sobre
la intransigencia (o la libertad de elección) sexual. Una sexualidad
libre y consciente. O sea, se trata de un tema que vende por encima de su
enjundia.
No
nos dejemos engañar por las apariencias. No conozco qué intereses (u
otras cosas o nulidades) cercan a determinados críticos del acá y del
aquí, pero desde luego asombra que defiendan estas cosas. Medianías
insostenibles, in-culturizadoras
de la insensatez y de la (in)tolerancia. Jóvenes mimadas de la industria.
Ellas sabrán las razones. Daniela e Inés, el susodicho dúo, elige el tópico
y la sinrazón. Su aval, al menos el de una de ellas, es el haber sido
guionista de determinadas series de televisión. De esas inconsecuentes y
blandengues ofertadas en cadena por entes públicos y privados. En cine,
su “filmo” se constituye por otra “pelí” más como directoras y,
sobre todo, por la escritura del guión de una “peli” de cierto (e
inmerecido) renombre. Se trata de la nunca bien ponderada (por nosotros)
opera prima de Patricia Ferreira. La increíble pero bienintencionada Sé
quien eres. Un filme repleto de soluciones-idea tipo “qué más
da” o “todo es válido” como soporte de una historia con rasgos del
(o a lo) Recuerda hitchcockiano. A pesar del éxtasis de algunos críticos
aquella primeriza obra de Ferreira no pasaba de ser “vulgarita” y...
pretenciosa. Algo que también identifica a este título comentado (ahora
las dos escritoras están del otro lado de la cámara) engrandecido por la
creencia de su dos “autoras” y que (asombrado yo, asombradas ellas)
tiene la virtud de convertir a variopintos (y falsos) críticos en
visionarios. Como si no supiéramos desde tiempo atrás quiénes eran
ellas....
La
cosa, la película, no va mucho más allá de un episodio (o varios) de
una serie televisiva. Es decir sólo importan las acciones. Nunca las
motivaciones. Las cosas ocurren porque sí, sin ninguna razón. Tanto da.
Se trata de crear situaciones. Preferiblemente insólitas, cuanto más insólitas,
mejor. Los personajes de este entuerto hablan (y se comportan) igual que
los de cualquier serie televisiva originaria del grupo, digamos,
Globo Media. Una forma de conducir a los espectadores (cómodos y
mayoritarios) cinematográficos hacia modelos (conocidos y asumidos de
forma cómoda y mayoritaria) impuestos por las comedias seriadas de
televisión. Bien en cuanto las situaciones se acumulen. Pero mejor si
son, las situaciones, insólitas. Nada digamos cuando llega al paroxismo
de lo insólito.
Aquí,
en la “peli” ni hay personajes, ni realidad, ni crítica. Si hay que
sacarse de la manga (venga o no a cuento) el asunto de la extranjería (la
gente que debe salir del país porque no tiene papeles) se introduce con
total desfachatez. Da igual todo. Incluso se presenta a una absurda
estudiantes checa: lo de la nacionalidad queda muy bien y sirve tanto para
sacar “por los pelos” el asunto de la emigración como para que el
equipo de rodaje se marche una semanita a rodar a Praga. Bonita forma de
incrementar insensata y gratuitamente el presupuesto. Una checa tan difícilmente
creíble como esa madre interpretada (a su manera) por la Sardá. No se
sabe por qué la “madre”se enamora de la citada checa, ni cómo se han
conocido. No se entiende por qué la checa (quizás convirtiéndola en una
hija desamparada del amor materno) se enamora de la Sardá (y le es
fiel... hasta...). Y no digamos nada de la corte celestial encamada en la
historia. Las tres hijas son peritas en dulce, al igual que el resto de
los personajes que pululan a su alrededor. Todos y todas,
marcianos y marcianas, aterrizados en la pantalla donde vagan las
imágenes de este vulgar espectáculo con un (falso) enfoque a lo Colomo
(director que se permite un “cameo”, eso sí, con cierta gracia) o, en
otro terreno más distante o discutible, a lo Almodóvar. Pero eso es, a
pesar de la discutible referencia al manchego, otro cantar.
¿Quieren
ejemplos de fauna (nunca mejor dicho) inventada (insisto nada que ver con
la realidad) por las dos nuevas genios de nuestro cine? Pues nada, basta
con echar una mirada a cualquiera de los personajes secundarios si no nos
sirven los principales. Por ejemplo, el del psiquiatra o el del escritor.
Canelitas en rama, oigan. Nostálgico que es uno, no puede por menos que
recordar aquellas (buenas y medianas) comedias cinematográficas (también
había muchas malas) hispanas de los años 50 y 60 con toda la retahíla
de personajes episódicos encarnados por grandes secundarios de nuestros
cines. Y justo es decir que allí había mucha más vida que en estas
marionetas falsamente cómicas y modernas que deambulan (sin rumbo) por
estas películas españolas que se autoproclaman modernas. Vaya con los -o
las- genios de la (post) modernidad..
Insisto,
en este filme no hay ni historia, ni progresión. Tan sólo, y vuelvo a
insistir, existen, como en cualquier serie televisiva, situaciones
aisladas. Eso y personajes que salen y entran en la escena de acuerdo a
los gustos y exigencias de las “ilustres” directoras.
La
realización es funcional. Algunas escenas, conversaciones sobre todo, del
comienzo están bien rodadas desde un punto de vista académico, ajustadas
a unas reglas. Eso sí, rodadas sin maestría, ni inventiva, simplemente
poseen la placidez de alguien que cree conocer la técnica. Pero la técnica,
si detrás no hay algo más (un guión sólido, por ejemplo, que aquí
falta) sólo dará lugar a una artesanía más o menos respetable.
La
película termina cuando a las autoras se les ocurre que aquello ya ha
durado el tiempo que debe durar. Si fuera una serie televisiva seguirían
surgiendo más y más situaciones. Y termina bien, ¡como no!: todos
bailan contentos. Segundos antes las cosas, los problemas, parecía que no
tenían arreglo: luego todo se precipita por razones de metraje. El espíritu
trasgresor del relato se reduce a la madre “esa” (con una Sardá de
andar por casa), virtuosa del piano, que se enamora (por imposiciones del
guión) de una alumna (que le devuelve, por ídem, el amor) y al espíritu
libertario de todos: las hijas aceptan y comprenden el “amor” de su
madre (hasta se van a buscar a la “novia” de la mamá a
Checoslovaquia). Al final tiene lugar una “falsa” boda (por cierto,
podían aprender algo las directoras y guionistas de una “peli” como El
hijo de la novia) al tiempo que la hija mayor encuentra el amor (con
otro personaje que pasaba por allí) y puede enviar a la basura a su
insoportable marido. Pero ¡que valiente y progre es esta película!.
Pero, todo dentro de un límite. Para evitar infartos masivos se evita
llegar a una excesiva provocación. Es la razón por la cual las tres
“hijas” acaban enamorándose de seres del género masculino. Hombres,
hombres. Buenos, fieles, hacendosos, preocupados por sus mujeres,
colaboradores en el hogar, excelentes padres (y juguetones) para los hijos
de ella o ellas... ¡Vaya caterva de elementos!: un zoológico sin
desperdicio. ¡Y a esto se llama realidad!
Escasamente
graciosa, con chistes sonrojantes de puro dislate: debido a que su padre
el un estudioso, tonto la pera, de tomo y lomo las tres hijas se llaman
Jimena, Elvira y Sol -¿por qué será?-; el “novio” de la hija
mayor -ecologista de pro- tiene un negocio de plantas y llama a su
“industria” con un original (y graciosillo, ¿no?) nombre: Plántate.
Lamentable
realmente. No sé si la película en si o por (el espectáculo) de
aquellos críticos (razones, ¿razones?) que apoyan a un cine que nada
tiene de cine (al igual que hicieron con Menkes, Bardem jr, Albacete y
muchos Cía). Y que además presenta historias tan falsas (o más) como
aquellas del pasado cine español. Pero allí, en ellas, al menos se
respetaba el género y se sabía que se iba a lo que se iba: ganar un
(pequeñito) dinerito en la taquilla española. Sin otras ansias. Éste,
además, intenta, de forma sibilina, jugar la baza del (falso) compromiso
y de la (falsísima) provocación. ¿Por qué un amplio corifeo de
vocineros y escribidores les ríe las gracias? ¿Habrá que recordar una
vez más a los amigos y sus razones?
Ah!, se
me olvidaba este (nuevo) engendro ostenta una dedicatoria final: A
nuestros padres. Sin comentario.
Mr.
Arkadin
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A MI MADRE LE GUSTAN LAS MUJERES
Título
Original:
A mi madre le gustan las mujeres
País y Año:
España, 2001
Género:
COMEDIA
Dirección:
Inés París y Daniela Fejerman
Guión:
Inés París, Daniela Fejerman
Producción:
Fernando Colomo PC
Fotografía:
David Omedes
Música:
Juan Bardem
Montaje:
Fidel Collados
Intérpretes:
María Pujalte, Rosa María Sardá, Silvia Abascal, Leonor Watling
Distribuidora:
Lauren Films
Calificación:
Todos los públicos
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