Salvajes e Intacto
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Salvajes + Intacto

Imanol Arias y Marisa Paredes protagonizan una historia de amor que es lo único destacable de este filmeDos películas aparentemente diferentes pero tan iguales (y no sólo porque ambos realizadores se llamen Carlos) como equivocadas. Dos formas de presentar el cine español actual. Se tata de jóvenes realizadores que ponen en pie su primer proyecto en el campo del largometraje. Ambos provienen del corto. Molinero tiene algunos, dicen que interesantes, cortos. Fresnadillo vio, incluso, como su corto Esposados (no Encadenados, faltaba más) fue seleccionado para los Oscars de Hollywood. Toda una sorpresa. No hemos visto ese corto que esperamos sea mejor que la mayoría de los cortos españoles (en general una auténtica paliza) que tenemos que padecer. Lo malo, para el tinerfeño (de allá, de Tenerife, es Juan Carlos Fresnadilo), es que tamaña (e impronta) popularidad le haya llevado a creerse (al igual que ocurre desde Medem hasta León, no de Quiroga y pero sí de Aranoa, sin olvidar claro está a Amenábar) un genio (en ciernes, naturalmente).

Pues bien, Salvajes e Intacto, desde la juventud de sus autores, no son sino dos filmes viejecitos aquejados de falsa modernidad, que (ambos) tratan de certificar en la forma y en el fondo. La equivocación de planteamientos se generaliza en ellos por igual.

Salvajes desea ser una crónica sobre lo “salvaje” del mundo que nos circunda. Sin saber con exactitud, la razón, al final resulta (testimonios reales de emigrantes lanzados inmisericordiemente al espectador y superpuestos a los letreros finales) que estamos ante una denuncia sobre el racismo. El ver acciones de un grupo fachoso, hablar de ellos y de ello, suponer su externa brutalidad, no basta para aclarar esa denuncia. Bien es verdad que la película se abre con el asesinato (bastante ilógico como parece intuirse del confuso desarrollo) de una persona de color, pero también lo es que el guión corretea por aguas tan agitadas que nunca se sabe hacia donde se dirige.

Historias todas de fracaso las que muestra (malamente) Molinero. El núcleo central muestra a una familia desecha, dominada (es un decir) por la figura poca clara de la tía (bien Marisa Paredes) de tres creciditos e idiotizados vástagos por culpa de los excesos y... de las malas compañías. La desaparición de los padres ha obligado a la mujer ha hacerse cargo de la prole (dos chicos y una chica) con el fin de intentar sacar provecho de ellos (claro, darle unos estudios, que sean alguien en la vida...). Pero, como ella, pertenecen al amplio grupo de los perdedores.

La historia de los jóvenes (uno de los cuales es un Casamajor cada día más en alza) es tan tópica como falta de convencimiento. Ellos (los chicos) forman parte de grupos fascistoides violentos, que, sobre todo en su jefe, parecen recordar a los extremistas de American History X, mientras que el personaje de ella (la chica), entre la droga y el sexo, dibuja, si eso es posible, un personaje aún más falso. La despedida de las imágenes de esa chica, marchando a la muerte desde una poética relamida (el viaje con su “amor”, más bien amo, en un coche con un pañuelo aireando al viento), prueba el desbarajuste con el que Molinero acomete su fallida obra.

Más interés tiene la historia de amor al borde de la muerte entre el fracasado policía interpretado por Imanol Arias (muy bien en su papel) y Marisa Paredes (aparte de ejercer de tía trabaja como una imposible enfermera de, suponemos, un centro de salud). Esta historia dentro de las historias que narra Salvajes es con mucho la de mayor valor y entidad del filme. Al menos se comunica una veracidad de la que el resto está falta. Contando además con lo ilógico de algunos momentos. Pero los dos actores están bien y saben dar credibilidad a ese amor a las puertas de la desesperación y la muerte. Con ellos dos se cierra, o se concreta, el clima de horror, tristeza y paranoia que encierra todo el filme.

Historia, pues, sobre marginación y sobre seres marginales que falla, sobre todo, en la utilizada en su narración. No basta, ni mucho menos, el utilizar un tono irreal, casi infernal, para concretizar lo que intenta darse. Hay que profundizar de otra manera, y eso que la foto, con su carácter fantasmal (¿irreal?), es uno de los elementos más logrados. Es el caso de la ciudad irreconocible (Valencia) que se muestra.

Incapaz de ser defendido es el aparente modernismo que se imprime al relato.¿En qué consiste? En mover sin sentido una cámara, en montar las escenas (sobre todo las violentas) de forma que “no se vea nada”, que aquello sea un caos. Algo que, desde luego, se erige en lo mas relevante, por fallido y equivocado, del filme. La utilización de un montaje errático, cuando no ilógico, no produce el deseo de un caos “temático” y si de un caos (incompetencia) narrativo. Todo ello lleva a pensar que la forma utilizada no tiene más sentido que ocultar el escaso dinero con el que se ha abordado el proyecto. La forma de ocultarlo, desde una errónea modernidad, no logra más que mostrar la incapacidad del director por lograr un interesante producto. La molestia de lo que se cuenta no se muestra más que por la molestia que causa ver la negligencia, y la falta de su conocimiento, técnica que señalizan las imágenes.

Si la película no es nada desde casi ningún punto de vista (salvo las tantas veces enunciadas buenas intenciones), tampoco lo es desde el guión en el que ha colaborado Lola Salvador, toda una institución en el cine español. De su impronta sólo pueden olfatearse la construcción de ciertos diálogos naturalistas, contrarios por otra parte a la, ya citada, irrealidad del filme.

Pobre debut en el largometraje de Molinero, aunque acá, en Valencia, ciertos medios la han querido defender, probablemente por el hecho de ser una película valenciana. Un fiasco más de los directores del aquí.

Además de promocionar la Comunidad Canaria, a Fresnadillo le habría hecho falta un guión más serio para lograr una película interesanteDe otra Comunidad, la Canaria, procede Fresnadillo y su, igualmente equivocado, Intacto. Al igual que el filme de Molinero trata de imponerse desde un tono irreal. Más juicioso el utilizado por el canario, ya que en su caso la película opta por lo fantástico.

Lo que se nota en el filme de Frenadillo es que el joven realizador ha visto mucho cine. Está bien que lo conozca, lo que ya no está tan bien es que quiera hacer una película con retazos de otras varias. El indigesto cóctel incluye desde títulos de Hitchcock (en especial hay una idea, la de jugarse un dedo, procedente de uno de los telefilmes que dirigió el maestro) hasta Tarantino (el ajuste de cuentas final). Entre medias lo que les apetezca. Todo es válido hasta incluir, en la fiesta fantástica-aventurera, unas gotas de metafísica bergmaniana (¡pobre Ingmar!). Para aclararlo más se utiliza como actor a uno de los grandes intérpretes del cine del gran director sueco, Max von Sydow. ¿Qué expresa el personaje?

Sydow, en el filme, es la representación (nada menos) que de Dios, porque, al fin y al cabo, dentro de la propuesta fantástica del director, de lo que se trata (y trata el filme) es de que los personajes alcancen la categoría de un dios todopoderoso, en cuyas manos (de forma literal) está la vida de los otros. Un dios, si se quiere, solitario a la espera de enfrentarse a quién quiere disputarle el puesto. El enfrentamiento se cierra con una serie de juegos que llevarán al juego final. Aquí, surge uno de los graves errores del filme: los juegos son, a veces, irrisorios, faltos de imaginación, propios (algunos) más bien de una película cómica. Una cosa es la preparación del juego, otra la resolución. En aquella hay un ritmo logrado que nos lleva a algo inconcreto, misterioso. La resolución es caprichosa y pobre. Pienso en el juego del “bichito” o en, el más demencial, la carrera en el bosque, que, por cierto, parece “inspirada” en uno de los filmes del escritor Robbe-Grillet.

Tampoco es convincente el personaje del joven adiestrado para enfrentarse al dios-Sydow. Y no lo es porque debía mostrarse a un ganador nato, cosa que a lo largo del relato no se asienta al peder en varias de las confrontaciones. Tampoco ayuda mucho la dispersión, enorme, de las historias de los distintos aspirantes a convertirse en dioses. Eso, la acumulación de personajes, hace pensar que estamos ante “variados” (y dispersos) cortos que caminan con un idea común. Pero dispersos y dispersantes.

Tampoco el intento de inventiva se mantiene ya que el guión (desde lo insólito) camina por sendas trilladas (toda la pobre secuencia final), cuando no acomete errores de bulto (tan pronto tiene importancia que los personajes se nieguen a ser tocados –como forma de ser gafados- como se olvida tal idea).

Lo mejor es el tono del relato, conseguido por una excelente fotografía, que, a menudo, en el retrato, sobre todo, del paisaje, da la sensación de promocionar la isla de Tenerife, comunidad que, además de ser la natural de Fresnadillo, ha intervenido en la producción de la película. También hay que hacer mencionar a los actores. Todos están bien en su papel. Aunque, por encima, como es natural, destaca el “dios” Sydow. No es para menos.

Dos títulos, Salvajes e Intacto, vuelven a demostrar la vaciedad e inoperancia del actual cine español, la falsedad del aserto de que estamos en el mejor momento de nuestra historia cinematográfica. Desgraciadamente el cine español sigue siendo hueco, falso, de escasa inventiva y, además ahora, engreído y pretencioso. Esa es la verdad y así la contamos, aunque quisiéramos poder contarla de otra forma.

Mr. Arkadin

SALVAJES

Título Original:
Salvajes
País y Año:
España, 2001
Género:
DRAMA
Dirección:
Carlos Molinero
Guión:
Lola Salvador, Jorge Juan Martínez, Clara Pérez Escrivá, Carlos Molinero
Producción:
Brothers & Sisters
Fotografía:
Gerardo Gormezano
Música:
No tiene
Montaje:
Renato Sanjuán, José Recuenco
Intérpretes:
Marisa Paredes, Imanol Arias, Manuel Morón, María Isasi, Roger Casamajor, Alberto Ferreiro
Distribuidora:
Alta Films
Calificación:
No recomendado menores de 13 años
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INTACTO

Título Original:
Intacto
País y Año:
España, 2001
Género:
THRILLER
Dirección:
Juan Carlos Fresnadillo
Guión:
Juan Carlos Fresnadillo, Andrés Koppel
Producción:
Sogecine y Tenerife Film Comission
Fotografía:
Xavier Jiménez
Música:
Lucio Godoy
Montaje:
Nacho Ruiz Capillas
Intérpretes:
Eusebio Poncela, Leonardo Sbaraglia, Mónica López, Antonio Dechent
Distribuidora:
Warner Sogefilms
Calificación:

No recomendado menores de 13 años.

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