Cualquier
película cuyo título vaya acompañado de un número debe ponernos en
guardia en un principio, ya que su primera razón de ser es intentar
continuar el éxito comercial de la primera parte de la saga (o del enésimo
capítulo, suponiendo que el título que nos disponemos a ver sea el enésimo
más uno). Por ello, Terminator 3 a priori no es más que mero
producto comercial que intenta rentabilizar aún más una saga que había
permanecido muchos años esperando una nueva continuación.
Y esa
continuación no había llegado por la temible personalidad de sus
productores ejecutivos: los inclasificables Andrew G. Vajna y Mario Kassar,
los únicos capaces de hundir una superproductora que poco antes de irse a
pique estaba manejando asombrosas taquillas en todo el mundo, gracias a
franquicias como la serie Rambo, la serie Terminator y algún
otro título que aún no ha logrado convertirse en serie, como Instinto
básico.
Su
desmedida afición al despilfarro acabó conduciendo en la década de los
noventa a su productora, Carolco, a la bancarrota. Pasaron los años y,
tras pleitos, juicios y demás historias, hete aquí que reaparecen estos
individuos para hacerse con los derechos del personaje más atractivo de
su currículum: Terminator.
Pese a su
interés por salir a flote, la ansiada secuela ha tenido que esperar
varios años más por dos motivos: primero, James Cameron (el director de
las dos anteriores entregas) ya había salido a flote por sus propios
medios, gracias a, valga la paradoja, el hundimiento del Titanic;
además, Cameron no es que sea un amigo de estos dos individuos, por lo
que ha hecho todo lo posible por... ¡¡no volver a trabajar con ellos!!
Segundo, Schwarzenegger no estaba por la labor... hasta que una serie de
fracasos consecutivos en taquilla le han obligado a replantearse volver a
su personaje más fácil (no tiene que actuar apenas) y más taquillero...
para intentar salir a flote.
Resuelto
el problema de la estrella, faltaba una historia que contentara a todos. Y
aquí volvía a surgir un problema grave, como ya quedó claro en la
segunda entrega, que en realidad era una copia a nivel de guión del
primer Terminator. Pese a sus carencias argumentales, Terminator
2 arrasó en medio mundo gracias a sus asombrosos efectos especiales,
lo que dejaba claro dos cosas: una, Cameron era mucho mejor
“visualizador” que guionista (pese a lo cual ha seguido insistiendo en
escribir él mismo los guiones de sus películas); dos, volver a copiar el
guión del primer Terminator quizá no colara entre los
espectadores, por lo que había que buscar nuevas salidas a una ingeniosa
historia sobre la paradoja de los viajes en el tiempo que, dicho sea de
paso, ya estaba agotada en la primera entrega.
Y las
soluciones que aporta este Terminator 3 son ingeniosas... una vez
pasada la primera media hora que es, ni más ni menos que... ¡¡otra vez Terminator!!
Hay que reconocer, no obstante, a los numerosos guionistas (tres
acreditados y unos cuantos más sin créditos oficiales) que en esa
primera media hora se aporta una sana ironía para los amantes de la serie
(Arnold entra desnudo una vez más en un club para buscar ropa... pero
esta vez es un club de striptease lleno sólo de mujeres; cuando
encuentra ropa a su medida la coge, en una elegante elipsis, y cuando
prueba las gafas... son una horterada en forma de estrella que
corresponden al stripteaser del club). Además, se da entrada a
cierta autocrítica: conforme avanza la historia el ejército adquiere un
papel protagonista y (como también sucede en Hulk de Ang Lee) no
todas sus decisiones son correctas... de hecho acaban siendo los auténticos
responsables de la destrucción de la Tierra. Por último, también
aparecen otros elementos que renuevan la propuesta genérica, como el
hecho de que toda la saga a fin de cuentas ha comenzado porque un
Terminator ha matado en el futuro al líder de la revolución humana
contra las máquinas, John Connor, siendo su esposa quien manda a salvarlo
al pasado (atentos, que esto tiene gracia) al Terminator que le ha matado
en el futuro y que pudo infiltrarse en las líneas humanas gracias a que
Connor lo conocía precisamente por haberle salvado la vida en el pasado.
Está claro ¿no? A esto se le llama una paradoja temporal... o si no es
que no hemos entendido nada del guión.
Pues
bien, ahora que ya tenéis claros los motivos de producción y de guión...
olvidaos de todo ello, porque en realidad todos estos elementos son
secundarios en el resultado final. El elemento clave para que este
engranaje funcione, y creedme funciona, es el director, sí, el último
eslabón de la cadena, el personaje que en este tipo de producciones no
pinta prácticamente nada, es el que aquí salva la función: Jonathan
Mostow.
¿Por qué?
Sencillamente, porque sabe filmar las escenas de acción y dejar que el público
las vea. El mejor ejemplo quizá sea esa gran escena de destrucción de
coches y ambulancias mientras una enorme grúa persigue la camioneta por
las calles de una ciudad. Una larguísima secuencia, con mucho la más
espectacular de la película, curiosamente situada en el primer tercio del
metraje y resuelta con una pericia técnica difícil de ver hoy en día...
de hecho no recuerdo haber visto persecuciones automovilísticas tan bien
filmadas desde... desde Breakdown, precisamente la primera película
oficial de Jonathan Mostow.
Con sólo
tres películas en su haber (Breakdown, U-571 y Terminator 3),
Mostow parece llamado a ser el nuevo John McTiernan del cine
norteamericano, es decir, un director que sabe filmar la acción, que sabe
transmitir la sensación aventura y que consigue hacer creíbles incluso
las ideas más descabelladas. Curiosamente, sus tres títulos se
corresponden con algunos de los primeros filmes de McTiernan, ya que éste
también comenzó con un thriller de serie B (Nómadas,
protagonizado por un desconocido Pierce Brosnan), tuvo entre sus primeros
éxitos una claustrofóbica película de submarinos (La caza del
Octubre Rojo) y trabajó con Schwarzenegger en un brillante título de
ciencia ficción bélica (Depredador). Desgraciadamente, con el
tiempo ha acabado pagando la incomprensión de una de sus mejores películas
(El último gran héroe) y actualmente se gana la vida filmando con
pericia imposibles remakes (Rollerball, El secreto de Thomas
Crown) y secuelas de lamentable guión (Jungla de cristal: la
venganza).
Mostow
ofrece un equilibrio entre el avance de la narración y la tensión. No
escatima los efectos visuales, pero usa los precisos, sin abusar.
Visualiza las escenas de acción con una elegancia que debería hacer
enrojecer a Michael Bay, Simon West y toda esa trouppe de
videocliperos que se limitan a empalmar planos cortos desde todos los ángulos
posibles. Y logra que vayamos aceptando los giros de un guión que acaba
por presentarnos a una especie de Adán y Eva que desde su refugio
antinuclear van a dirigir la resistencia humana contra el dominio de las máquinas.
Una idea que, por cierto, le han plagiado a esta serie otro par de
espabilados del actual merchandising cinematográfico, los hermanos
Wachowski, para crear su “original” trilogía sobre el dominio de las
máquinas y la rebelión de los humanos: Matrix, cuya presunta
originalidad se viene a pique cuando uno ha visto el prólogo del primer Terminator.
Sabín
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TERMINATOR 3, LA REBELIÓN DE LAS
MÁQUINAS
Título original: Terminator 3, raise of
the machines.
Director: Jonathan Mostow.
Productores: Joel B. Michaels, Hal
Lieberman, Colin Wilson, Andrew G. Vajna y Mario Kassar.
Producción: Columbia Pictures. Música:
Marco Beltrami. Guión: John Brancato,
Michael Ferris y Tedi Serafian. Fotografía:
Don Burgess.
Intérpretes: Arnold Schwarzenegger,
Nick Stahl, Claire Danes, Kristanna Loken.
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