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Co,
co, co… (ni me ha dado
la tos, ni soy una gallina)… co, co-producción entre Alemania,
Luxemburgo, Canadá y Estados Unidos para William Malone, es decir, una
película norteamericana. Malone, se aparta del sello Dark Castle
Entertainment con el que realizó su anterior película, The house on
Haunted Hill (1999) un curioso remake, de la película de mismo
nombre dirigida por William Castle (al que homenajea la productora) en
1958, por cuanto mantiene el espíritu de la serie B y no se toma muy en
serio a si misma. Deja el tono de ironía y se toma a pecho esta historia
contemporánea, un enredado y terrorífico thriller cibernético
con cuarenta millones de dólares de presupuesto.
Justo
en el momento que comienza, la película se acaba; tiene un empezar que
mutila todo horizonte de expectativas.
Un hombre huye de algo, corriendo se mete en una estación de metro.
Aterrorizado asiste a la aparición fantasmagórica de una niña –
recurso repetido hasta la saciedad por el genero- de rubios cabellos y
vestido impoluto, que acaba siendo atravesada
por un tren. El asustado personaje muere de miedo y le sangran la
nariz y los ojos. ¿No resultaría interesante llegar a este desenlace sin
ningún elemento extraño previamente? Es decir, que el hombre llegara sin
ruidos estridentes, sin niña y sin tren; ausencia absoluta de lo
paranormal para fallecer de igual manera. ¿No inquieta más, o al menos
planeta una serie de dudas que dispararían nuestra curiosidad? ¿Será
que la tensión hoy en día no funciona, y solo valen los sustos?
Si
ya no atrae de entrada la trama, menos lo hace su desarrollo. Cuatro cadáveres,
en las mismas circunstancias, aparecen en Nueva York –filmado en
Luxemburgo-. Se encarga de la situación Mike Reilly (S. Dorff), un policía
atormentado por un caso que no pudo resolver en el pasado; el apoyo viene
dado por Terry Hudson (N. McElhone) una investigadora de sanidad (lógico
y normal, ya que el sangrado de ojos y boca puede ser causa de una plaga o
del virus de la gripe). Era de esperar que de tal estrecha colaboración
surgiera el amor; pero no un amor tan a primera vista, de pasión
desenfrenada que se salta los preliminares. Una relación sentimental que
se consolida en dos tardes de patrulla, el colmo del romanticismo. Al
descubrir los cuerpos de una pareja de estudiantes punk alemanes,
encuentran una videocámara en cuya cinta se habían grabado manteniendo
juegos sexuales y posteriormente (cada uno tienen sus costumbres, yo no
digo nada) navegando por Internet. Por si esto no fuera suficientemente anómalo, la grabación se encuentra realizada con constantes
incoherencias
por imposibles puntos de vista. Este es el maravilloso punto de par(t)ida
de la investigación.
Existen
en Miedo punto com varias ideas que le serian favorables si no
estuvieran tan mal explotadas por el lamentable guión y su nefasta puesta en escena. En internet se puede encontrar todo aquello
que deseemos encontrar: amistad, familia, entretenimiento, sexo… falta
tocar los limites de lo ético, el proceso de morir. De esto se encarga
Alistai Pratt (S. Rea) el sádico asesino, que escapo de Mike años atrás,
creador de una snuff web donde tortura a jóvenes hasta llevarlas
hasta la muerte. Por otro lado –aunque llegan a confundirse y se nos
cruzan en muchos momentos- está el dominio que da título al filme, capaz
de emitir energía negativa, haciendo realidad las peores pesadillas de
sus visitantes y materializar la frase hecha “morirse de miedo” en las
cuarenta y ocho siguientes a la visita. Que internet funcione como un
generador y transformador de emociones y sensaciones no es algo que
descubran los investigadores por si solos, ni siquiera algo que deduzcamos
nosotros, es necesario que alguien nos lo cuente, y quien sino mejor que
aquel que junto al doctor muerte (Rea) teorizó sobre la cuestión, nadie
le creyó, y hoy es día es un lúcido borracho de bar.
La
dirección juega con el internauta a castigar el placer de la mirada. El
morbo inscrito en esos deseos vouyerísticios los paga el
espectador siendo deleitado sin necesidad de previo pago con una retahíla
de imágenes violentas llenas de desnudez y tortura. Por ello es una niña
(parece que nacida en El pueblo de los malditos), la que a acude en
representación de la infancia perdida –del visitante y de ella misma,
por ser un alma en pena con necesidad de salvación- para castigar por
querer ver más y no involucrarse, materializando los temores llevándoles
a la muerte. Propone la niña –en versión adulta- como un juego: “búscame”
dice, pero como no se consigue, llega la niña con su curiosa pelota
blanca. Una pelota que viene metafóricamente de la pantalla del
ordenador, es el punto que precede al com, es un puntazo en el que viajan
los miedos de cada uno.
A la
pregunta de si quieren ver mas, digan que no, o que sí, que mas da. Hagan
lo que hagan van a sufrir la imagen desagradable porque sí, y el molesto
estruendo porque también. Y si cabe una versión interactiva, advierta a
todos los personajes nada mas comenzar la película que, como la
curiosidad mató al gato, por favor que digan miau.Israel L. Pérez
Israel L.
Pérez
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MIEDO PUNTO COM
Título
Original:
FearDotCom
País y Año:
EE.UU., 2002
Género:
TERROR
Dirección:
William Malone
Guión:
Josephine Coyle
Producción:
Neverland Pictures
Fotografía:
Christian Sebaldt
Música:
Nicholas Pike
Montaje:
Alan Strachan
Intérpretes:
Amelia Shankley, Stephen Dorff, Stephen Rea, Jeffrey Combs, Natascha
McElhone, Udo Kier
Distribuidora:
TriPictures
Calificación:
Todos los públicos
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