En
esta página haremos un pequeño análisis de algún libro o cualquier otra publicación vinculada con el mundo del
cine que, por sus especiales características, nos anime a recomendarla a
todos vosotros... aunque no todo lo que se publica es igualmente
recomendable.
SU
CIUDAD NO ES SALAMANCA, SINO EL MUNDO EN QUE VIVIMOS
Título:
La memoria de los sentimientos (Basilio Martín Patino y su obra
audiovisual)
Autor:
Juan Antonio Pérez Millán
Editorial:
47 Semana de Cine de Valladolid
Valladolid,
2002.
Este
libro ha sido escrito por Pérez Millán (actual director de la Filmoteca
de Castilla y León y colaborador del certamen vallisoletano) como acompañamiento
al homenaje que Patino ha recibido en el último certamen celebrado en
Valladolid.
El
proyecto de Millán viene, como él mismo indica en el prólogo, de muy
atrás. Un libro que llevaba intentando hacer realidad desde los años 90.
Con motivo del homenaje que el realizador salmantino recibió en el
certamen Cinema Joven nuestro director escribió ya un libro sobre su
obra. Al menos que se sepa (o se haya dicho) existía otro crítico
interesado en escribir sobre la obra de Patino, aunque probablemente
abandonó el empeño al enterarse de la existencia de otros proyectos. Se
trata de Carlos Heredero.
Pérez
Millán ha hecho realidad con esta obra, de fácil lectura, su aprecio e
interés por Patino, a quien, entre otras muchas cosas, le debe estar
agradecido por su cesión a la Filmoteca que dirige de todos (o la mayor
parte de) los fascinantes aparatos y artilugios relacionados con el cine
(linternas mágicas, teatrillos, primeros sistemas de proyección...) que
el realizador había adquirido en diferentes épocas y lugares.
Actualmente se pueden visitar en la exposición permanente situada en los
propios locales de la Filmoteca salmantina.
El libro
“La memoria de los sentimientos” puede considerarse como (importante)
complemento del escrito por el director de “nuestro” EN CADENA DOS, al
tiempo que aporta nuevas visión y datos sobre la obra y el autor. Lo
complementario estaría en haber ampliado de forma explicita algunos temas
(o senderos por los que caminaba) que de forma implícita aparecían en el
anterior libro. Pero, de cualquier forma, ambos son libros totalmente
diferentes. Mientras el primero trataba de buscar elementos comunes
relacionando toda la obra patiniana, Pérez Millán se encarga de realizar
una ordenación lineal de la obra del realizador, analizando por separado
(e individualmente) cada uno de sus títulos, es decir tanto de su obra
realizada en formato cine como en sus atrayentes experimentos video-infográficos.
Cada una
de las obras de Patino es estudiada/analizada, capítulo a capítulo, de
acuerdo al mismo método: circunstancias (razones, dificultades para
ponerla en marcha) en que la película fue realizada, profusa explicación
(a veces demasiado alargada) del argumento y, finalmente, un análisis-entendimiento
de la película. En este sentido existen, a mi parecer, algunas partes (análisis/estudio)
mejores que otras. Concretamente mi mayor interés se suscita con la
“parcial” defensa (o al menos el intento de sacarla del silencio al
que siempre se la ha condenado) de una de las películas de Patino más
duramente atacadas. Me refiero a Del
amor y otras soledades a cuyo análisis, además, se dedica una de las
más extensas partes del libro. Resultan sugerentes también los capítulos
dedicados a Querdísimos verdugos,
Los paraísos pedidos, La
seducción del caos y Octavia (así
como la parte dedicada al estudio del episodio Casas
Viejas, el grito del Sur en el capítulo dedicado a la serie
televisiva Andalucía, un siglo de
fascinación).
Resulta
también importante toda la extensa documentación aportada sobre los
problemas que tuvieron que afrontar diversas películas (Canciones...,
Caudillo, los mismos verdugos)
antes de poder reconocer su existencia o, simplemente, explicando sus
conflictivos rodajes. Todo ello además “apuntillado” coherentemente
con frases del realizador.
Por otra
parte (y de acuerdo al amplio conocimiento/estudio que Pérez Millán
posee de la cinematografía rusa y en especial de Eisenstein) se trata de
relacionar a Patino, en su montaje de contrastes y atracciones, con los
maestros soviéticos (deuda que sería reconocida en el “personal”
rodaje del episodio soviético de Casas
Viejas). De ahí también se infiere la importancia que el director
concede al montaje, quizá uno de los puntos más destacables de su obra.
Pero, se olvida, la importancia que el cine (los experimentos sobre todo)
de forma general tienen en la obra del realizador. De esa forma no se
valora, o no se tiene en cuenta en el libro, cómo las experiencias del
realizador se adecúan además a otras búsquedas novedosas. Por ejemplo
los caminos por los que transcurren las películas más arriesgadas de los
más innovadores realizadores de la nouvelle vague (Godard
especialmente).
Igualmente
en el libro se tratan de exponer las razones por las cuales Patino recurre
a un tipo de cine (falso) documental como forma de expresión de unas
determinadas ideas. Al mismo tiempo se trata de demostrar la intrínseca
falsedad de cualquier tipo de cine que trate de representar una realidad
objetiva. Es decir, se trataría de exponer a lo largo de los
“documentos” patínanos la falsedad del documental. Cosas que se
explicita ampliamente.
Sin
embargo hay ciertos puntos de Pérez Millán que me parecen más
discutibles, tal cual es el intento de reflexionar sobre la obra de Patino
desde el punto de visto prioritario de los sentimientos. Algo que en
cierta parte desmontaría o empobrecería el carácter decididamente
reflexivo, político y social que emana de sus imágenes. El que Patino se
acerque a una realidad que existió (y existe) desde el sentimiento no es
contrario a una visión político-social de unos hechos. La crítica y el
análisis de un determinado momento histórico es claro en toda la obra de
Patino. Y con ello su compromiso.
Tampoco
creo que sus películas sobre Salamanca (y en especial Nueve
cartas a Berta) supongan una “glorificación” de la ciudad. Más
bien pienso que, desde su apego a la ciudad que le acogió desde su niñez,
se procede a dar una dolorosa visión crítica sobre una ciudad que poco a
poco va quedando (cada vez más) reducida a un decorado.
No
entiendo tampoco el escaso aprecio que el escritor parece tener sobre Madrid,
probablemente una de las películas más complejas de Patino. En ella
parecen confluir todos los conceptos (temas, formas) que aparecen en la
totalidad de su obra ya sea simplemente de montaje o de ficción. Ahí
radica, para mí, su importancia.
Algunas
de las frases de Patino que aparecen en el libro (bien suyas, bien de sus
películas) van sirviendo perfectamente al autor del libro para poder
entender las razones del cine del realizador o sus “juegos” con la
televisión: “...la sustancia de las imágenes no es la verdad, ni la
mentira, sino la fascinación”; “...la TV va a ser
definitivamente la Historia, pero inventándola de otra manera”...
Un doble
reparo, no achacable a Pérez Millán, pero si a la edición de muchos
libros: acumular las notas al final de cada capítulo (en vez de
incluirlas, lógicamente, a pie de página) lo que lleva al lector a pasar
de la página “punteada” al final del capítulo o a abandonar
(aburrido) el sentido de dichas anotaciones. El segundo interrogante
(aparte del ya citado excesivo espacio dedicado al argumento de cada película,
ese sí debido al autor) haría mención a la colocación de las fotos. No
parecen formar parte del texto. Se acumulan en el centro y hacía el final
como si fueran bloques estancos. Algo desde luego que simplifica la edición
pero la hace menos sugerente.
Libro
interesante que, como el anterior ya citado sobre Patino, incide y
profundiza aunque en forma distinta en la obra de uno de los realizadores
más importantes de nuestro cine. Una obra la de Patino que trasciende de
lo particular a lo general, del entorno de una determinada ciudad al mundo
entero. Ese, probablemente, es el sentido que Pérez Millán quiere señalar,
con las palabras que de forma perfecta cierran el libro. Con ellas quiero
yo concluir la aproximación a esta aproximación al libro de Millán
sobre Patino: “Y, al cabo de dieciséis largometrajes ambientados en
lugares muy diferentes, su ciudad no es ya sólo Salamanca sino el mundo
en el que vivimos todos”. Un exacto y hermoso cierre final.
Mister
Arkadin
CIUDADANO
PATINO
Título:
Basilio Martín Patino, un soplo de libertad
Autor:
Adolfo Bellido López
En
colaboración con: Jesús Arranz, Adolfo B. Ramos y Sabín
Editorial:
Filmoteca de la Generalitat Valenciana, en colaboración con Cinema
Jove
Valencia,
1996.
La
oportunidad que brindó Cinema Jove a Adolfo Bellido no cayó en saco
roto. Consciente de estar enfrentándose al único libro entonces
existente sobre su amigo Basilio, Adolfo planteó el trabajo como si de
una pieza patiniana se tratara: no hay un único enfoque de su obra, sino
retazos aportados por amigos, colaboradores y familiares, además del
propio análisis del autor. Un complejo puzzle en el que cada pieza parece
haber sido dejada caer al azar, pero el azar no existe, todo funciona como
un meticuloso encuentro con la obra y la personalidad de uno de los más
importantes realizadores que ha dado el audiovisual español.
Tras
un prólogo epilogal a cargo del director de la colección de libros
“Textos” de la Filmoteca Valenciana, Ricardo Muñoz Suay (que fuera
colaborador de Patino en Nueve cartas a Berta), asistimos al
despliegue de diez cartas a Patino escritas por personajes tan variopintos
como José Luis García Sánchez, José Luis Blanco Vega, José Luis Hernández
Marcos, Enrique Torán, Antonio Mercero, Ignacio Francia, Pablo G. Del
Amo, Diego Galán, Juan Antonio Pérez Millán y Francisco Regueiro.
Los
textos varían en interés, longitud y profundidad. Pero todos tienen algo
en común: ofrecen luz sobre algunas sombras en la forma de trabajar y de
vivir de Basilio. Algunos escritos con la cabeza, otros con el corazón,
quizá alguno en un breve trayecto en el metro... pero siempre aportan
algo, un pequeño rayo, que sirve para ir completando la compleja
personalidad del cineasta. Sumándolas todas, estas “diez cartas”,
extraídas de la “vida real” de quienes han colaborado o vivido junto
a Basilio, sirven para documentar el libro con otros puntos de vista,
ofrecer otras ideas a las que en un principio pueda tener preestablecidas
el autor (o a aquéllas que vaya descubriendo en su incansable
investigar).
Porque
hay investigación. Mucha y buena. Las diez cartas van intercaladas con
siete capítulos donde se analizan temas monográficos en torno a su obra.
No se trata de realizar un análisis filme a filme, sino de extraer
aquellos elementos que forman un bagaje común en la filmografía de
Patino e ir descubriendo qué importancia tienen estos elementos en la
obra.
A
su vez, estos capítulos tampoco son siempre iguales. Algunos están
formados a base de exhaustivos análisis (como el capítulo 3º: Ocho
reflexiones sobre el cine de Patino); otros están basados en la
investigación y la documentación (capítulo 2º: Un paseo por las películas
de Basilio Martín Patino); hay alguno que se basa en la memoria, en
las vivencias del propio autor, que compartió mesa y mantel con Patino,
además de incontinencia verbal hasta bien entrada la madrugada, en sus años
jóvenes, costumbre que no ha perdido y sigue manteniendo un par de veces
al año (capitulo 1º: Acercamiento a la biografía de Basilio Martín
Patino). Por si fuera poco, también se ha procurado contar con la
opinión de muchos profesionales del cine, a través de un cuestionario
que han contestado, lógicamente, aquellos a los que les ha apetecido
(capitulo 4º: Diez hombres sin piedad).
Finalmente,
también el propio Patino tiene ocasión de expresarse (aunque ya se sabe
que lo que dice un autor de su propia obra no es más que, eso, una opinión
más... y no muy objetiva que digamos). Lo hace en un amplio capítulo
titulado irónicamente La ruta de Don Quijote.
Con
todo este maremagno, Adolfo Bellido ha construido un rompecabezas
exquisito, que se degusta por piezas (algunas cartas son antológicas) o
que puede seguirse paso a paso, porque nunca cansa, en su variedad no
existe posibilidad del aburrimiento. Lo vasto de la tarea le obligó en su
momento a echar mano de algunos fieles colaboradores, siempre dispuestos a
descubrir ese dato perdido en cualquier recóndito archivo de alguna
filmoteca (Jesús Arranz), a confirmar aquellos datos de primera mano,
aunque fuera secuestrando por unas horas al mismísimo Basilio (Adolfo B.
Ramos, que luego fue asistente de producción en Octavia) o
revisando el texto a ver si podía suprimir un paréntesis, añadir algún
que otro acento, o como mínimo hacer alguna foto de Basilio que pudiera
incorporarse a una edición, por lo demás, muy cuidada (Sabín).
El
resultado global es hoy una pieza de coleccionista difícil de encontrar.
Un libro escrito con la calidez humana que proporciona hablar de un amigo,
pero con la serenidad que otorga un trabajo de investigación exhaustivo,
en el que hasta la bibliografía o el índice onomástico del propio libro
han sido revisados a conciencia.
A
esto se le llama meterse en la piel del autor para escribir sobre él.
Adolfo ha creado un libro que podría ser perfectamente parte de la amplia
obra de Patino, por su forma y por su intenso contenido. Quizá Patino no
sea un hombre fácil de halagar, ni dado a los homenajes, pero el libro de
Adolfo es probablemente el homenaje más sentido que jamás ha escrito un
crítico de cine sobre un cineasta, al menos que este cronista recuerde.
Mr.
Kaplan.
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