Como cualquier
revista que se precie, la nuestra también tiene su sección dedicada a
las bandas sonoras. Habitualmente correrá a cargo de Juan Francisco Álvarez, un mozo con muy buen oído... como
podréis comprobar en cuanto se quite los cascos y atienda las llamadas
telefónicas que le piden, insistentemente, su crónica musical para este
número.
CARMELO
ALONSO BERNAOLA
Por
Juan
Francisco Álvarez
El
pasado 5 de junio, con 72 años de edad, nos dejó Carmelo Alonso Bernaola,
toda una institución en el arte de la composición. Maestro de maestros y
buen amigo de sus amigos, este vasco fue el más fiel colaborador del
salmantino Basilio Martín Patino, quien por su parte también anunció en
la pasada Seminci de Valladolid que dejaba el cine activo y pasaba a la
reserva.
Sirva
pues este pequeño trabajo acerca de la música del cine de Martín Patino
como homenaje al gran maestro desaparecido.
Llamado
Carmelo por haber nacido en un día del Carmen, Carmelo Alonso Bernaola
nace el 16 de julio de 1929 en Ochandio, Vizcaya. Muy pronto, con tan solo
siete años de edad, se traslada a la ciudad burgalesa de Medina de Pomar,
donde se inicia en la música. Su primer instrumento fue el clarinete, y
la banda del pueblo y el Trío Medinés sus primeras formaciones. A los 14
se traslada nuevamente, esta vez a Burgos, y allí estudia con los
maestros Amoreti, Blanco y Quesada. Ingresa por oposición en la Banda
Militar de la Academia de Ingenieros y en 1951, dada su condición de
suboficial del ejercito, es trasladado a Madrid, donde complementa sus
estudios musicales en el Conservatorio (con los maestros Pina, Massó y Gómez),
forma parte de un cuarteto músico-militar junto Cristóbal Halffter, Ángel
Arteaga y Manuel Angulo, y oposita a la Banda Municipal de Madrid, condición
que aprovecha para dejar el ejército. En 1957 es becado por la Fundación
Carmen del Río de la Academia de Bellas Artes, en 1959 logra otra beca
para el Curso de Música de Compostela y ese mismo año también consigue
la oposición Premio Roma sección española que le permite asistir a Roma
y ser alumno de nombres tan ilustres como Goffredo Petrassi y Bruno
Maderna. Con todo, prosigue su formación y la consecución de premios:
Mencion honorífica en el Premio Nacional de Música (1955), Mención
honorífica en el Premio Samuel Ross (1956) y Premio Nacional de
Compositores del SEU (1956). Asiste nuevamente a cursos de formación en
Alemania, bajo la tutela de Bruno Maderna, en Santiago de Compostela con
André Jolivet y nuevamente en Italia, donde estudia dirección de
orquesta con Sergio Celibidache.
De
vuelta a Madrid compagina su vocación de compositor con la de
clarinetista en la Banda Municipal. En 1962 consigue su primer Premio
Nacional de Música. Después pasa fugazmente de profesor de Armonía en
el Conservatorio de Madrid a su etapa como director de la escuela de
música “Jesús Guridi” de Vitoria, cargo que ocupa hasta 1991.
Durante todos estos años va compaginado sus labores educativas con las de
compositor y desarrolla ampliamente su faceta de compositor para la
imagen, ya sea cine, teatro o televisión.
En1990
es elegido académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando,
con un discurso de ingreso que fue contestado por su amigo y compañero
Luis de Pablo. En 1992 recibe nuevamente el Premio Nacional de Música,
compartido esta vez por el pianista Joaquín Achucarro y en 1998 es
investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid...
Además podríamos reseñar una numerosa cantidad de premios, menciones y
medallas conseguidas a lo largo de su carrera.
En
el campo de la música cinematográfica Bernaola ha sido premiado con un
Goya en 1988, por Pasodoble de José Luis García Sánchez y el
premio del Círculo de Escritores en tres ocasiones: Si volvemos a
vernos de Francisco Regueiro, Corazón solitario de Francesc
Betriú y Del amor y otras soledades de Basilio Martín Patino.
Además, pocos días antes de su fallecimiento, la Academia de las Artes y
las Ciencias Cinematográficas de España le concedió la Medalla de Oro
por el compendio de su trabajo.
Se
puede decir que Carmelo Bernaola tuvo unos maestros de lujo en el campo de
la composición cinematográfica, pues gracias a esa beca en Roma tuvo la
suerte de conocer al maestro Petrassi y posteriormente en un curso de
composición cinematográfica en Siena al gran Angelo Francesco Lavagnino,
quien le dio la oportunidad de colaborar en su composición para Campanadas
a Medianoche en 1965, y posteriormente en La Regenta de Gonzalo
Suárez en 1974.
Su
debut en la composición cinematográfica lo realizó de la mano de Jordi
Feliu con Diálogos de la paz, en 1964, y un año después ya
estaba componiendo para el cine español a un ritmo vertiginoso: Nueve
lecciones de amor, La barrera, Adiós cordera, El rayo desintegrador y
para Basilio Martín Patino, Nueve cartas a Berta. Así pues el
primer largo de Martín Patino es también una de las primeras
composiciones de Bernaola, y en ella ya podemos vislumbrar esa f ormación
clásica del maestro que transforma en una música densa, seria pero que aún
así no adolece de falta de melodía, sino que es capaz de crear leitmotivs
ajustados a la imagen llenos de una cuidada calidad y hermosura.
Esta
primera colaboración, les llevará a trabajar más estrecha y
concienzudamente en futuros proyectos; y así, en 1969, con Del amor y
otras soledades, Bernaola construye un tema principal precioso y una
partitura más sólida. Además Carmelo tiene una fugaz aparición como
actor en esta cinta.
Basilio
Martín Patino estrena en 1976 su siguiente largo, un documental sobre las
canciones de la guerra civil que titula Canciones para después de una
guerra, y en la que contará con las canciones de Manuel Parada y clásicos
de la Guerra Civil Española.
En
1977, con Queridísimos verdugos: Garrote Vil, abandona momentáneamente
su colaboración con Carmelo Bernaola, para trabajar con Antonio Gamero,
este actor y prolífico compositor que construye una partitura a la medida
de la película de Patino dada su amplia experiencia en partituras para
filmes ambientados en la posguerra.
Y
en 1985 se vuelven a encontrar Bernaola y Patino con Los paraísos
perdidos, donde el compositor vasco elabora su mejor partitura para el
director salmantino. El tema principal de este filme es de los más bellos
compuestos por Bernaola y, gracias al concierto que dio con motivo del II
Encuentro Internacional de Música de Cine en Mayo de 1988 en Sevilla,
podemos disfrutar de una pequeña suite en la que se funden los temas
principales de ésta y de Nueve cartas a Berta. En el compacto que
se grabó con motivo de este concierto, se incluyen otros temas de
Bernaola así como otros de Jesús Guridi dirigidos por el propio Bernaola
a cargo de la Orquesta y Coro Nacionales de España. Esta es la única
grabación de música cinematográfica en
compacto de que disponemos de la obra de Carmelo Bernaola. Esperemos que
en los próximos años, entidades como la SGAE, con su sello de música de
autor, nos deleite con más obras de este gran artesano.
Por
desgracia, Bernaola y Patino ya no colaborarán más juntos y para Octavia,
el último film de Patino, éste utiliza música clásica del XVIII de
Giovanni Battista Pergolesi.
Sin
embargo el trabajo de Bernaola se extiende mucho más allá y a sus
colaboraciones con Martín Patino hay que sumar las colaboraciones con
Pedro Olea: Días de viejo color, La casa sin fronteras, Akelarre, Un
hombre llamado flor de otoño, Tormento, Bandera negra, Pim, pam, pum,
fuego, etc.; Antonio Giménez Rico: Jarrapellejos, El hueso, El
cronicón, ¿Es usted mi padre? y Soldadito Español; Antonio
Drove: Tocata y fuga de Lolita, Mi mujer es muy decente dentro de lo
que cabe...; Roberto Bodegas: Los nuevos españoles, Vida conyugal
sana; José Luis Gª Sánchez: El love feroz, Adiós con el corazón,
Pasodoble; Fernando Fernán Gómez: Mambrú se fue a la guerra...
Su
trabajo también se extiende al teatro y a la televisión, donde cuenta
con sintonías de series y programas, y a sus archiconocidas músicas para
Verano azul y el programa de su amigo José Luis Balbín, La
clave, hay que sumar una larga lista de composiciones: Juan
Soldado, El caballero de la mano en el pecho, Página de sucesos, Plinio
y muchas otras.
Además
cuenta en su haber ser el compositor de la música del himno del Athlétic
de Bilbao, su otra gran pasión, así como de la canción popular El
cocherito leré.
Bernaola
abanderó lo que se ha venido en llamar Generación del 51, formada por
aquellos compositores españoles nacidos alrededor de los años treinta y
que adoptaron las corrientes más renovadoras de la música española a
finales de los cincuenta y principios de los sesenta.
Junto a él encontramos nombres como los de Cristóbal Halffter,
Antón García Abril, Luis de Pablo, Tomás Marco, etc...
A
pesar de sus más de 80 composiciones para la gran pantalla y sus
numerosas aportaciones en la composición de música para teatro, televisión,
música de cámara... Bernaola nunca ha sido lo suficientemente valorado
en nuestro país, y por el contrario en el extranjero ha sido ampliamente
reconocido. Puntualmente, en el campo de la composición cinematográfica,
lo ha sido gracias a sus composiciones para el cine de terror español de
los setenta, donde un trabajo selecto y perfeccionista superaba a la
calidad de las imágenes. Así títulos como El gran amor del
conde Drácula, El espanto surge de la tumba, El jorobado de Notre Dame...
o coproducciones internacionales como Ernesto, La casa sin fronteras
o El valle de las viudas se cuentan entre sus partituras más
recordadas fuera de nuestras fronteras.
Sin
saberlo y casi como presagio de su futura desaparición a causa de la
complicación de un cáncer, la última película que musicó fue Adiós
con el corazón de José Luis García Sánchez en el 2000. Y nada
mejor para concluir este artículo y para definir a esta gran persona, las
palabras que su amigo y contemporáneo Cristóbal Halffter pronunció al
conocer su muerte: “sobre todo era
un músico artesanal de los de obra bien hecha y con las ideas muy
claras”.
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