|  Estamos
      ante una lectura, y no una simple adaptación, de la primera novela del
      escritor chileno José Donoso. El argumento sigue fielmente lo que cuenta
      el novelista, pero, en su desarrollo, la película ha introducido una
      serie de variantes. Con acierto unas veces y otras de forma errónea. Ya sé,
      y así lo afirmó siempre, que una novela es una cosa y otra muy diferente
      una película aunque ésta se base en aquella. Pero, por lo que se refiere
      a éste filme quiero indicar, hacer notar esa oscilación existente entre
      lo bueno y lo malo porque el filme de Calozzi, en su totalidad, es un
      compendio de ambas cosas.
 La película
      desea radiografiar una determinada clase social, que se encuentra en plena
      descomposición. Lo primero que sorprende es la atemporalidad con la que
      se acomete la propuesta. El filme transcurre en Chile pero muy bien podría
      ocurrir en cualquier otro sitio. No hay motivaciones políticas de ningún
      tipo, inexistentes también en la novela original, pero ahí era más lógica
      esa falta, ya que fue escrita en 1968 cuando aún no había accedido a la
      presidencia Allende, y , por tanto, tampoco se había producido el golpe
      de Pinochet. La película al referirse, ahora, a una clase social de una
      determinada alta burguesía no aclara la época en la que se desarrolla la
      historia, aunque parezca centrarse en el hoy. Esa falta de concreción
      histórica sería discutible si lo que se quiere es analizar el “hoy”.
      Un hoy visto, o más bien entrevisto, entre las sombras de un pasado que
      se siente tan falsamente alegre como borroso. De ese pasado nacen las
      figuras de la dueña de la casa y de su sobrino. Los dos
      personajes principales forman parten de un pasado a punto de ser barrido.
      Uno de los errores del director consiste en querer señalar con
      insistencia y claridad la relación que existe entre (y atenaza a) la tía
      y el sobrino. Ambos son iguales. Están muertos en sus recuerdos. El filme
      lo insinúa en más de un momento, y por tanto la aclaración, aseveración
      final está de sobra. Como también lo están la introducción de los
      recuerdos juveniles de él (el miedo al pecado, el descubrimiento del
      sexo), que no sirven para enriquecer a un personaje, 
      más interesante en cuanto existe en si mismo y menos en cuanto a
      los hechos (no necesitan exponerse) que le han llevado al punto en el que
      se encuentra. Dice más del personaje la espléndida secuencia (no
      existente en el libro) de la borrachera junto al doctor que los (ya
      citados) negros recuerdos colegiales. Aclaraciones, insistencias sobre
      unos mismos hechos como forma de “hablar” y de “decir” de ellos de
      forma equivocada. Piénsese en la continua “mirada” a la estatua que
      desde lo alto nos “recuerda” la (torpe) escena en la que la aldeana
      pierde su virginidad. Otro de
      los errores en los que cae el filme consiste en presentar personajes,
      situaciones o acciones de forma confusa, carentes (por contrapunto de las
      anteriores) de la necesaria información. Por ejemplo es la ingenua
      presencia, en espacio, de la tienda en la que trabaja el chico, la ridícula
      escena de amor en las afueras o, por citar una más, la ídem observación,
      en la sombra, escondido, de las efusiones amorosas de la criada por parte
      del amo. Si eso es lamentable, también lo es que ciertos personajes no
      estén ni concretados ni definidos. Es el caso del hermano del novio de la
      criada, y del que tan pocas cosas (excepto que debe ser muy “malo”) se
      deducen. Y, nada digamos, de su mujer cuyo, por ejemplo, repetido gesto de
      taparse la boca no tiene ningún sentido en el filme. El único es adaptar
      tal personaje al de la novela. Ahí queda explicado tal detalle, aquí se
      suprime, de forma que no tendrá sentido excepto para los lectores de la
      obra de Donoso. Desmesurada
      en su duración, Coronación oscila entre las secuencias logradas y las fallidas. La
      fotografía, el claustrofóbico ambiente se encuentra en el balance
      positivo. Lo grandilocuente, la obsesión por comunicar un “mensaje”
      forman parte de lo negativo. Sin duda
      Buñuel es el referente con el que ha contado el director a la hora de
      construir la película. La presencia de los animales en el filme (el
      caracol aplastado, el gallo) forman parte por derecho propio del universo
      del genial aragonés, cuya existencia, así como lo surrealista de muchas
      situaciones, ha sido posteriormente asumido por la irregular obra de
      Ripstein. En ambos se refleja Calozzi para bien y para mal. Un ejemplo
      claro, el más claro de todos ellos, estaría en la (al igual que a lo
      largo de su ídem metraje) larguísima, desigual, insistente y disparatada
      secuencia final, no muy coherente en su generalidad (el “sueño” del
      sobrino en paralelo con el sueño-muerte de la tía). La sumisión a Buñuel
      es más clara aún en ese momento que en el resto de la película. Sin
      duda toda su estructura hace referencia a una concreta secuencia de Viridiana,
      aunque aquí las criadas borrachas bailando alrededor de su “muerta”
      ama, martirizándola, apaleándola en su dejadez, resultan discutibles en
      su tono esperpéntico. Pero, de todas formas, tienen una fuerza, que se
      rompe con el paso a la narración en paralelo del robo y a la no muy
      coherente presencia/actuación de la joven criada. Al final, con la
      conversación –punto y broche final realmente fuera de juego- entre la tía
      y sobrino, la película opta por la pintura de brocha gorda: la narración,
      de forma sorprendente, se centra en la imposible voz en off de la tía. Un
      final que rompe, desde cualquier punto de vista, una secuencia irregular
      pero con toques brillantes. Estamos
      ante una película insólita en muchos momentos, curiosa pero también
      fallida y torpe. Una lucha entre elementos antagónicos que nunca acaba
      por trazar un determinado camino. El suyo es el de las más absoluta
      irregularidad. Con todo, quedan dos o tres momentos muy logrados, una
      excelente interpretación y el ya indicado “tono” que posee está
      desigual película. Adolfo
      Bellido                
     | CORONACIÓN
      
       Título
      Original:Coronación
 País y Año:
 Chile, 2000
 Género:
 DRAMA
 Dirección:
 Silvio Caiozzi
 Guión:
 Silvio Caiozzi
 Producción:
 Andrea Films
 Fotografía:
 David Bravo
 Música:
 Luis Advis
 Montaje:
 Fernando Guarinello
 Intérpretes:
 María Cánepa, Julio Jung, Adela Secall,
      Gabriella Medina, Myriam Palacios, Paulo Meza, Luis Dubó
 Distribuidora:
 Nirvana Films
 Calificación:
 Todos los públicos
 |