Sin
que las dos entregas de X-men lleguen a ser grandes obras, su
resultado es muy superior a Spiderman o Daredevil.
Hollywood escasea de imaginación últimamente y quién mejor que Marvel,
la casa de las ideas, para ser explotada. Tres años ha tardado la secuela
de los superhéroes más vendidos de Marvel. Continuando con el tono y
fidelidad que se mostraba en la primera parte, demostrando el respeto y
conocimiento del noveno arte, esta entrega tiene más presupuesto - la
primera costó 75 millones de dólares, ésta 120-, más personajes y más
acción. Se dice que el cómic de Chris Claremont y Brent Anderson Dios
ama el hombre mata (1982) ha servido como base argumental a la película:
coincidencias como la aparición de William Stryker (el primer Hannibal
Lecter del cine Brian Cox) lleno de odio y prejuicios contra los mutantes
por ser su hijo uno de ellos, lo corroboran. Stryker es un malvado
absoluto, antiguo héroe de guerra resentido que controla un grupo de
elite llamado los purificadores; antagonista que sirve para unir a los dos
bandos mutantes por el bien común y para continuar indagando en el pasado
de Lobezno (Hugh Jackman).
En
una sociedad temerosa y desconfiada, los X-Men son héroes que no pueden
ocultar sus poderes. No tienen una doble vida bajo un disfraz, son como
son y han de aceptarlo. Los poderes los tienen porque han nacido así o
han evolucionado de esa forma.
Si
Intolerancia fue la gran obra de
Griffith al respecto, Stan Lee hizo lo propio con los X-Men. Formó un
universo en el que contaba historias sobre los inadaptados, los prejuicios
de las personas, los intrusos y los incomprendidos. La supervivencia de
unas minorías que ponían en peligro el american
way of life. Cuando Stan Lee y compañía gestaron X-Men, la
gran división que vivía la raza negra para la salvaguarda de sus
derechos dependía de pensar como lo hacia Malcolm X o como Martin Luther
King. De la realidad, esa fuente de inspiración inagotable, surgieron
Magneto y el Profesor Charles Xavier en defensa de los intereses mutantes:
uno pensando en la superioridad y la eliminación de la raza humana por su
demostrada intolerancia, el otro defensor de la igualdad y de la
convivencia pacifica, hasta el punto de defender en ocasiones a aquellos
que les odian ¿Son los mutantes una raza diferente o es la evolución lógica
del ser humano? Rechazados que se unen, en función de sus ideales y modos
de acción, a un líder para no ser o sentirse aplastados.
Por
esa (in)tolerancia y miedo a lo desconocido, el Senado quiere una ley de
etiquetado mutante, tenerlos identificados para que no se mezclen. A día
de hoy, el miedo mutante, que ayer era hacia la raza negra, parece el
miedo islámico post once de setiembre. El golpe de efecto en X-Men
2 es la petición al presidente de los Estados Unidos de una tregua y
algo de comprensión, cuando días antes ha intentado asesinarlo uno de
ellos. Lo más sorprendente es que escucha, razona y corrige, no como Bush…
que no se retractó de la negativa que dio a la petición del despacho
oval para la película. Suponemos que tampoco habrá visto los resultados,
o la habría censurado.
De
lo político a lo social, tan a menudo de la mano. Curiosa secuencia, tan
absurda como real, la salida del armario mutante de Bobby Drake -el hombre
de hielo (Shawn Ashmore) -, y su hermano llamando a la policía por no
soportar lo que escucha. O los problemas de Pícara (Anna Paquin), además
de los propios de la adolescencia, por si no fueran suficiente, se agravan
por su poder mutante, que si
toca a otra persona le absorbe la energía de su cuerpo hasta el punto de
poder matarla. He aquí uno de los secretos del mundo de los superhéroes:
número tras número esos personajes cobran vida e interesa más lo que
les sucede en su privacidad y no tanto cuando salvan al mundo. Eso empieza
a ocurrir en esta saga cinematográfica, pero la taquilla y su reclamo es
la acción.
Repasando
a los protagonistas, la malvada y hermosa Mística (Rebecca Romijn-Stamos),
toda una femme fatal capaz de
transformarse en cualquier persona, es una baza que Brian Singer aprovecha
(de lo que un servidor está encantado). Nuevos triángulos amorosos se
abren, viejos flechazos cicatrizan. Uno que no se llega a producir (que si
no recuerdo mal sucedía en el cómic) es el de Lobezno con la olvidada
Yuriko Oyama – Dama mortal (Kelly Hu)- su versión en femenino. Tan
olvidada como Cíclope desparecido, aunque tampoco se le echa de menos ya
que James Marsden no encaja bien en el personaje, le falta fuerza. En
detrimento suyo cobra mas importancia Tormenta (Halle Berry), en parte por
su Oscar, al que llevó el primer día de rodaje para enseñarlo. Singer
lo toco, le felicitó y ella le pidió mas tiempo en pantalla.
Lo
que sí es de agradecer es la parte de violencia demostrada por Lobezno,
cuidando de los cachorros en la secuencia durante el asalto a la mansión,
acercándose un poco más al solitario Logan de la viñeta. El actor Hugh
Jackman dice haberse inspirado para crear su personaje en Clint Eastwood
(aunque el puro le viene del tebeo), en el Mel Gibson de Mad Max y
en los combates de Mike Tyson.
Brian
Singer hace gala de excelentes momentos: la fuga de Magneto de la cárcel
extrayendo el hierro de la sangre de su guardián para usarlo como
proyectiles; la magnífica secuencia inicial de intento de asesinato del
presidente de los Estados Unidos, no por la intención, sino por cómo está
realizada y por cómo se han explotado las características de Rondador
Nocturno (Alan Cumming) –un alemán religioso con aspecto demoníaco que
se teletransporta-. Inexplicablemente, esas calidades chocan en exceso con
otras peores soluciones, como la lucha entre Lobezno y Yuriko, integrable
en la moda de no ver la coreografía por la velocidad del montaje.
Si
al hecho de que un filme tan coral parece que se le viene cuesta arriba al
director porque no encuentra el equilibrio entre los personajes le añadimos
un error o escasez en la pincelada que define a los personajes que menos
presencia tienen, al espectador no lector del tebeos le es casi imposible
llegar a familiarizarse con sus virtudes y defectos. Para una sola película
(en este caso es la segunda y eso hace que vaya más al grano), como en
los tebeos, en una entrega o número, se pueden ver grandes momentos y
ciertos detalles, pero es a lo largo de una colección cuando realmente se
aprecia el calado psicológico y los entramados de relaciones en el
universo mutante. Entretenimiento, largo pero rápido de ver. Irregular
pero de buena factura. Si Singer se lo planteara, el casi infinito
material gráfico del que dispone -recordemos que X-Men (y series
derivadas) llevan publicándose desde hace cuarenta años
ininterrumpidamente-, podría dedicarse toda su carrera a realizar nuevas
entregas
La
tercera parte se palpa en el ambiente. Un suceso importante ya se ha
preparado en esta segunda, además de haberse presentado a otros
personajes. Y los X-Men junior
están dispuestos: Coloso-Piotr Rasputin (Daniel Cudmore) convierte su
carne en acero orgánico, Sónica con un grito brutal, Kitty Pride
atraviesa las paredes o Júbilo, que controla los fuegos artificiales. Los
jóvenes son olvidados en el Pájaro
negro, aprenden a ser pacientes e intervenir realmente cuando les
toca. El impaciente se cambia de bando. Tenemos que ver lo que sucede con
esa impaciencia y cambio al lado oscuro de Pyros. Y la casi segura aparición
de Fénix Oscura, el ave que surge de sus cenizas (y por qué no, del
agua). Reconozco que quiero seguir viendo cómo evolucionan las mutaciones
de los humanos y, sobre todo, lo humano de estos mutantes.
Israel
L. Pérez
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Título:
X-Men 2
Título Original: X-Men 2
País y año: EE.UU., 2003
Género: Ciencia-Ficción
Dirección: Bryan Singer.
Interpretes:
Patrick Stewart. Hugh Jackman. Ian McKellen. Halle Berry. Famke Janssen. James
Marsden. Rebecca Romijn-Stamos. Brian
Cox. Alan Cumming. Bruce Davison. Anna Paquin. Kelly Hu.
Guión:
Bryan Singer.
Producción:
Lauren Shuler Donner. Ralph Winter.
Música:
John Ottman.
Montaje:
John Ottman.
Distribuidora:
Hispano Fox Films
Calificación:
No recomendado menores de 13 años.
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