Las horas del día
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Horas vacías

Aunque parezca una película rodada con gran libertad, todo responde a una milimétrica preparación.Excelente debut el que nos ofrece Rosales en esta película inclasificable y milimetrada hasta el máximo. Puede ser que alguien crea que estamos ante un filme que surge de forma espontánea en el rodaje, que no hay preparación alguna, que se trata de una película realizada sin guión en un intento de conseguir una obra libre, sin ataduras estilísticas, sin técnica visible. Pero, bien mirado, es todo lo contrario. Estamos ante una obra preparada concienzudamente, marcada hasta en sus más pequeña inflexiones adquiriendo el difícil modelo de un cine libertario pero planificado en su totalidad. Estamos en la recreación de una realidad a través de una creación cinematográfica. He ahí la gran lección de esta primera obra de Rosales que no todos han valorado como se merece. Estamos ante la dificultad de lo sencillo, de aquello sin importancia que encierra, como si de un borrador se tratase, un dibujo de un lugar y de un momento determinado.

Cuando leemos las confesiones (o lo que se dice de) un asesino en serie podemos encontrarnos con grandes sorpresas una de las mayores, quizá, será comprobar que aquella persona oculta entre las otras es una (aparente) persona normal en su vida personal y en sus relaciones. ¿Por qué mata entonces? No es el caso de un Landrú o (lo que es lo mismo) de Monsieur Verdoux que lo hacen para “poder vivir”. No, esos otros, como el reflejado en esta película, matan sin saber la razón. Quizá como forma de salir del aburrimiento, de buscar alguna emoción, de ponerse (o poner) a prueba, de, incluso, saberse vivo. El monstruo de Rosales es un monstruo creado por la vulgaridad de la vida, por una sociedad que le ha condenado desde su propio nacimiento a no tener ilusiones, a no saber, ni preguntarse, por el  sentido de las cosas. Más cerca de el protagonista de El extranjero, la extraordinaria novela de Albert Camus (la llevo al cine de forma poco convincente Visconti) que de los “pirados” retratados en el Funny games de Michael Haneke, el asesino en serie de Rosales habita sin saber si vive, duerme o sueña. No se siente vivo, se siente atado por muchas cosas. No hay palabras explicativas, insistencias en la imagen, subrayados innecesarios, y no hay nada de eso porque se puede decir que no pasa casi nada en este filme de dos horas de duración.

Una película cercana al universo de Haneke y "Funny games".Hay, si se quiere, dos asesinatos, y existen varios personajes con sus historias (de frustración) a la espalda. Pienso que, esta fauna ibérica que pasea sus desdichas y traumas por la pantalla, es un soberbio retrato de una parte de una sociedad dormida y acomodaticia. No es raro el comienzo ni el final en el que se cierra el circulo: un acercamiento desde lejos (comienzo) a una ciudad, a un barrio a una casa que será luego (en el final) un alejamiento de una casa, una ciudad o un barrio. Una casa situada en un barrio de una ciudad de nuestra geografía es el lugar escogido para “mirar”, observar a un habitante, seguirle. Alguien imperturbablemente cansino que se mueve en su monótona existencia marcada por los desayunos con la madre, los negocios de una tienda casi siempre vacía, la relación con la novia o con los amigos. Relaciones en las que también (la aparente incompresible confesión al amigo en la boda de éste cuando el protagonista le confiesa que ha tenido una relación con la mujer con la que va a casarse) aparece la mentira o la traición. Una forma quizá también de hacerse notar, saber que es capaz de “hacer algo” distinto. Y es que lo políticamente correcto...

No es casual que muchos planos de Las horas del día permanezcan estáticos: los personajes “salen” de cuadro dejando vacío el espacio observado por el espectador. Lugares tan vacíos como las vidas de los personajes, como el paso de las horas siempre iguales de días que nunca acaban.

Desde la primera imagen tenemos claro que estamos ante una película subjetiva, en la que no hay explicaciones embarazosas.No se juega con cartas falsas. Desde el propio plano inicial las cosas quedan claras sobre la “mirada” que Rosales utiliza en su película, cual son sus intenciones. Un plano larguísimo nos muestra el afeitado del protagonista. Le vemos reflejado en el espejo y contemplamos como se “mira”, trata de entrar dentro de si mismo. Quizá quiera conocerse o encontrar algo de vivacidad en su pasividad. su negación a ponerse en movimiento. Plano que puede alterar, ya de entrada, a cualquier espectador despistado que haya acudido a ver esta película. Plano insólito en nuestro cine y claramente explícito del sentido del propio filme.

Todo lo demás será una consecuencia lógica del personaje y de su vulgar arrastrarse por la vida. No se explican razones porque es el espectador quien debe encontrarles, quien debe trazar todo el contenido sociológico y (¿por qué no?) político que dibuja y refleja (como el espejo del inicio) el filme. Los dos crímenes, sin que exista (muy acertadamente) una investigación, están contemplados con el mismo lógico aburrimiento que el resto. Hace falta mucho talento para mostrar esos brutales asesinatos como lo hace el director, accediendo como siempre a un lugar vacío y con la referencia de un excelente sonido fuera de cuadro.

Hay personajes y situaciones muy logradas. Recordaré a la persona mayor que se sienta al lado del protagonista ( y conversa con él) en un tren de cercanias o la enfermera de la que se enamora, o por la que al menos se siente atraído, el protagonista. Momentos y diálogos que parecen extraídos de la cotidianidad más inmediata.

Pese a ciertas críticas fuera de lugar, la inexpresividad del protagonista es absolutamente lógica teniendo en cuenta el personaje que interpreta.Hay cosas rebuscadas, forzadas, como el nombre de protagonista, Abel nada menos, lo que da lugar, eso si, a un divertido chiste por parte de la enfermera. Pero lo positivo, y con nota, gana la partida.

Algunos han atacado la interpretación del protagonista. Dicen que no expresa absolutamente nada. Parece imposible que se ponga esa “pega” al filme por gente además que hace critica de cine: la interpretación está claramente en función del inexpresivo (de su máscara imperturbable) personaje que representa el protagonista.

Gran película. Una, sin duda, de las obras más logradas del último cine español que debe mucho en su estructura, sin duda, al cine de Jean Luc Godard.

Adolfo Bellido

LAS HORAS DEL DÍA

Título Original: Las horas del día

País y año: España, 2003

Género: Drama

Dirección: Jaime Rosales.

Interpretes: Alex Brendemühl. Ágata Roca. María Antonia Martínez. Vicente Romero.

Guión: Jaime Rosales.

Producción: Jaime Rosales.

Distribuidora: Nirvana Films

Calificación: No recomendado menores de 13 años.

 

 

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