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La
estética es algo de vital importancia para una película basada en un cómic.
Lo ideal (en la opinión de un servidor), salvando pequeños obstáculos
de decantarse por un mayor o menor realismo, es basarse en la propia estética
del cómic que se adapta, y alejarse del original lo estrictamente
necesario para no perder su esencia. Spiderman
lo consigue, gracias por un lado, a unos efectos especiales, que chirrían
al verlos en el trailer como faltos de calidad y muy cercanos al dibujo
animado, pero que resultan en su conjunto de lo más creíble. Por otro
lado, y muy en consonancia con el anterior ya que ambos conforman la
plasticidad del héroe, el actor Tobey Maguire, que ha conseguido
enfundarse el traje que le va a encumbrar definitivamente al estrellato
(que tenga cuidado porque “el poder implica una gran
responsabilidad”), ajustándose a las formas y figuras del “Trepamuros”,
calcando su kinésica.
Parece
imposible, una vez visto el filme, pensar en otra forma de plasmar al gruñón
Jonnah Jameson (J. K. Simmons), con el que tan mordaz critica a los medios
de comunicación desata, sus similitudes y carácter proceden directamente
de la viñeta. Sam Raimi, culpable del trepidante espectáculo, rinde además
un homenaje directo (dos, contando el cameo de Stan Lee) al noveno arte,
cuando Peter Parker está diseñando el traje de héroe. El fondo que
produce su figura en un plano medio, se convierte en los diseños sobre
libreta cuadriculada que él se supone está realizando de su futuro
traje, mostrando varios estilos de creación arácnida de la casa de las
ideas.
Pero
si guiños hay en un sentido, Raimi no podía ser menos y alguno específicamente
suyo debía incorporar. Su sello viene con el pequeño papel otorgado a su
actor fetiche Bruce Campbell, que es quien bautiza al héroe como spiderman
(digo esto desde al versión doblada) en detrimento del hombre arácnido,
propuesto por Peter Parker.
Qué
bien reflejada está la dualidad del villano Duende verde (Defoe sin irse
hasta el extremo), hablando consigo mismo por desconocimiento de su otro
yo que se está apoderando de él. Éste, no es el único personaje que
oscila entre dos polos, todos ellos se mueven en un constante vaivén
provocador de conflictos. Mary Jane entre Harry y Peter, Peter entre el
hombre que es y el superhéroe que puede ser, o Harry entre Mary Jane y lo
que diga su padre. Una constante también la de la ausencia de una familia
modélica: Harry vive sólo con su padre, MJ con una familia que no vemos
pero con la que el trato no es muy cordial, y Peter está con sus tíos
porque es huérfano.
Hasta
aquí, la corrección y el interés nos producen satisfacción. Pero
ahora, hagamos un ejercicio de imaginación. Imagínense a Sam Raimi y
David Koepp preparando una película a partir de un guión que ha pasado
por más zarpas que las que tiene el Dr. Octopus (un villano que iba a
salir en un principio en lugar del Duende verde). Supongamos que Spiderman, es una araña (uff, qué perspicaz estoy) a la que van a
someter a una prueba de vital importancia.
Se
le quita una pata al arácnido, como podría ser metafóricamente, que de
la sensación de estar resuelta como un planteamiento de situaciones y de
presentación de personajes para las próximas entregas. Los
investigadores situados a una distancia pertinente, llaman a la araña y
ésta, renqueante por su carencia, alcanza su situación.
Se
le quita otra pata: el homenaje a los sufridos neoyorkinos con ese “el
que se mete con uno de nosotros, se mete con todos” que gritan desde
el puente, por lo sucedido en el World Trade Center, es penoso. ¿No habría
sido más contundente incluir la secuencia del trailer inicial (hecha en
exclusiva para éste) de un helicóptero de terroristas capturado por una
telaraña en medio de las dos torres?.
La araña acude a la llamada, pero con más dificultad. De esta forma, se
van reduciendo el número de extremidades.
Aparecen
varias imágenes falsas que recuerdan a la cutre versión antigua: como
cuando habla con el bombero o corre por la calle tras el ataque del
Duende.
Spiderman
no es tan fuerte como para sujetar un teleférico, ni se desplaza tan rápidamente
por la ciudad. Con cuatro patas, a la araña ya le es costoso acudir. El
experimento continúa.
La
dualidad interna héroe-hombre debe ser más acusada. Spidey
no es ese superhéroe tan seguro a partir de una única duda. Su
autoestima es más frágil que todo eso.
La
araña no debe ser alterada genéticamente, sino radiactiva, pues estaríamos
hablando entonces de un x-men. Algo que casi queda patente en los primeros cuarenta minutos,
que parece la escuela de jóvenes talentos del Profesor Xavier o Sensación
de vivir con superpoderes. Después extraerle el sexto miembro, lenta
y temblorosa consigue llegar al punto donde le esperan Raimi y Koepp.
La
telaraña que lanza el héroe no es biológica, la fabrica Parker con sus
conocimientos de ciencia y la incorpora al traje (muchas veces se ha visto
en problemas porque se le acababa). Era más humano, como inhumano es ver
a una araña desplazarse a una pata entre diminutos saltos y arrastrándose.
Finalmente,
hay que hacerla prescindir de su última: la araña que pica a Peter
Parker no es negra, viste de blaugrana (algunos todavía preguntan por qué no eran albinas).
Tras varios intentos, hasta llegar al grito, llamando al arácnido, éste
no se mueve del sitio.
Los
dos científicos, llegan a una conclusión: que cuando le arrancas las
patas a una araña, se queda sorda (o coja, ya no lo sé). Como no se
mueve, la dejan quieta para que todo el mundo vaya a ver el fenómeno, y
de paso ganar algo de dinero.
Y
así ha sido, ya están destripando otra araña.
Israel L. Pérez
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SPIDERMAN
Título
Original:
Spider-Man
País y Año:
EE.UU., 2002
Género:
ACCIÓN
Dirección:
Sam Raimi
Guión:
David Koepp
Producción:
Columbia Pictures Corporation, Sony Pictures Entertainment
Fotografía:
Don Burgess
Música:
Danny Elfman
Montaje:
Arthur Coburn, Bob Murawski
Intérpretes:
Tobey Maguire, Willem Dafoe, Kirsten Dunst, James Franco, J.K. Simmons,
Rosemary Harris
Distribuidora:
Columbia-Tristar Pictures
Calificación:
Todos los públicos
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