La
caza de brujas que convulsionó allá por los cincuenta al mundillo hollywoodense
vuelve a las pantallas (hace dos años Tim Robbins nos deleitó con Abajo
el telón) en forma de película de buenos sentimientos. Frank
Darabont, que pierde fuelle como director película tras película, ha
intentado evitarlo apelando al patriotismo (que no falte el himno y la
bandera), aunque hablemos de una mancha en la historia norteamericana, y
sobre todo a ese optimismo con el que la voluntad de uno y la fe en sus
ideales puede conseguir cualquier cosa.
Un
guionista de reciente éxito es acusado por el Comité de Actividades
Antinorteamericanas. En la consiguiente borrachera al conocer su acusación
sufre un accidente de trafico. Inconsciente y sin memoria aparece en la
playa de un pueblo donde es tomado por uno de los muchos jóvenes hijos
desaparecidos en la guerra. A partir de aquí un largo y tortuoso trayecto
de sensibleras ñoñerías sufre el espectador hasta la toma de conciencia
y la confluencia de las dos vidas, debido a la tranquilidad con que se lo
toma su director con el extenso e innecesario metraje. Y cuando por fin
sucede algo nuevo en la narración, la cosa se traslada al discurso
exaltador de valores frente al sistema en la declaración frente al comité,
y su esperado happy end.
La
importancia del cine en la película no solo se reduce al contexto, sino
que el protagonista, junto a su supuesto padre deciden reabrir el cine The
Majestic, entre un retorno al pasado y un paralelismo. Doble adicción cinéfila
en las dos vidas: la de guionista y la de taquillero, como si de ella no
se pudiera escapar. Dos formas de ser partícipe de proporcionar ilusión
y evasión a las personas, de salir adelante siendo fiel a uno mismo,
enfrentándose a quien sea necesario, manteniendo la cabeza bien alta
mirando las barras y estrellas y con la constitución en la mano.
Un
idílico pueblo donde apenas existe un ápice de maldad, utópico en
colores (recuerda al de Pleasantville)
y de donde uno no querría irse, aunque falso e irreal como las imágenes
de celuloide. Un Jim Carrey que repite la seriedad de El show de Truman o de Man on
the moon, y se queda en eso, en una simple repetición alcanzando por
los pelos la corrección. Salvo en dos momentos mágicos, uno replica del
otro, en los que su hieratismo alcanza su mejor momento gracias al
planteamiento del punto de vista de la narración en el que se enmarca el
relato (pero mejor no desvelarlo). Como todo es posible con la bondad y en
mayor medida en ese país, se ha comparado a Darabont con Capra, y como de
costumbre las comparaciones son odiosas.
Mr.
Arkadin
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THE
MAJESTIC
Título
Original:
The Majestic
País y Año:
EE.UU., 2001
Género:
MELODRAMA
Dirección:
Frank Darabont
Guión:
Michael Sloane
Producción:
Castle Rock Entertainment
Fotografía:
David Tattersall
Música:
Mark Isham
Montaje:
Jim Page
Intérpretes:
Jim Carrey, Martin Landau, Allen Garfield,
Laurie Holden, Jeffrey DeMunn, Amanda Detmer, Bob Balaban
Distribuidora:
Warner Sogefilms
Calificación:
Todos los públicos
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