Una
primeriza película es algo que casi siempre se nota. Por la necesidad de
decir cosas y por la premura con la que se tratan de decir. De ahí
proceden muchos de sus males. En muchos casos estos filmes tratan de
enfrentarse (o presentar) problemas y situaciones personales o muy
conocidas. Algo de eso hay en este película de Hannes Stöhr que recibió
el pasado año el segundo premio del festival Cinema Jove. Gracias a ello
se estrena ahora, casi, casi, cuando aquí en Valencia está a punto de
comenzar el nuevo certamen de los jóvenes valores. Parece ser que
igualmente recibió el premio del público en el festival berlinés del año
pasado. Se entienden ambos galardones. El primero, en cuanto responde a
aquello que se puede esperar –y es- el cine joven; el segundo, por
motivos puramente sentimentales.
Pese
a esos premios y otros muchos que pueda recibir, hay que decir que se
trata de un filme insatisfactorio. Una cosa es lo que se intenta contar,
otra cómo se cuenta y otra lo que queda después de realizar el balance
global.
Se
trata, en la presente ocasión, de lanzar un discurso sobre la actual
Alemania. Nada mejor para ello que tomar a un personaje recién salido de
la cárcel. El dato más importante es cuándo fue a la cárcel y la razón
por lo que ocurrió. Nada menos que en el mismo instante en que cayó el
muro. O sea el último detenido de la República Democrática Alemana,
como se encarga de repetir el filme. Las cosas quedan claras, pues, desde
el principio: en la actual Alemania, no dividida, siguen imperando las
normas del ayer dividido. Aclarando: una serie de personas permanecen
encarceladas de acuerdo a unas leyes “manipuladas” –o por unos
hechos alterados- en la Alemania del Este. Bien es verdad que nuestro
protagonista se encuentra encarcelado por la muerte de un hombre, pero
también lo es algo que se le niega: fue una muerte accidental y no un
asesinato.
El
comienzo altera la narración de manera un tanto absurda. Se une el pasado
(la radio proclamando la caída del muro) con el presente (la liberación
del “último” preso del Este), pero sin que tal unión tenga más
sentido que el de trazar –desde el comienzo- la necesidad de su simple
discurso: los tiempos son otros pero la citación (o la gente) es la
misma. No hay diferencia entre una Alemania y otra porque en las dos existían
los mismos e irascibles funcionarios (¿acaso latente un sentido
fascista?). Por si no se tuviera claro en un instante, hacia el final, el
protagonista dirá al policía que le interroga que no puede ocultarse,
que es claramente un antiguo policía de la RDA. Antes de que el
protagonista salga de la sala en la que se encuentra, el policía le dejará
claro que él nació en la Alemania Federal. Una ingenuidad que trata de
explicar, con alevosía, que no hay equivocación posible: todos (unos y
otros) son iguales. O sea que la Alemania partida (una feliz y la otra
desgraciada) no era más que una forma de ocultar malas conciencias.
En
sus inicios, la historia parece decantarse hacia la confrontación entre
el pasado y el presente con la clara dificultad que tiene, de
“aterrizar” en el hoy, un personaje que estaba “fuera de circulación”
desde 1989. Así se expone su desorientación al intentar coger el metro,
adaptándose a la nueva moneda, el mostrar en su deambular que se
encuentra en una ciudad muy distinta a la que dejó..., pero, después, la
película va hacia otro lado. Confluye en su andadura tanto la dificultad
de ser alguien, de existir, como de incidir en la semejanza de métodos
entre las dos Alemanias. No estamos, por supuesto, en ningún paraíso. Y,
probablemente, no sea Berlín la única ciudad que realmente sea (o esté
o pertenezca) a la Alemania actual.
La
manera de narrar la llegada a Berlín se monta en paralelo con la salida
de la cárcel. No se entiende muy bien la narración de ese obtuso
procedimiento, cuyo único sentido es la arbitraria relación de ambientes
y situaciones. Luego, la primera parte, la más interesante, servirá para
colocar a nuestro protagonista en su nuevo hábitat. Lo que ocurre es que
aquí, situaciones y personajes, resultan forzadas e inconexas. Es, por
ejemplo, el caso de la mujer del protagonista. Nunca tendremos claras las
razones por las cuales pasó a (intentar) olvidar a su marido. Como
tampoco tiene sentido el posterior enamoramiento (y lucha) por él. Junto
a ella aparecen otros personajes mal dibujados, unos por su manifiesta
incapacidad y otros por su forzada presencia en pos de unas determinadas
conclusiones. Claros hombres y mujeres que se mueven en el grupo de los
buenos, los menos buenos o los malos. Aunque al final puedan surgir
sorpresas respecto a todos ellos. Eso sí, desde su elementalidad. Es el
caso de la prostituta o el encargado del sex
shop y sus sucios (y poco claros) negocios.
Como
prueba de la escasa fuerza del guión, sirva la manera, cuando menos
forzada, en que se nos cuenta el delito de nuestro pobre protagonista: lo
hace en un penoso flash-back la mujer del protagonista.
Elemental
en su progresión (nuestro hombre que ha tenido la fuerza suficiente para
dejar de fumar vuelve a hacerlo cuando “todo” se le comienza a torcer:
para eso ha valido tanto –inútil- esfuerzo), acumula tópicos en pos de
unas conclusiones tan obvias como ingenuas. Para remate se oferta un final
abierto a la esperanza, con lo que, en parte, se anula el propio sentido
del filme. Es irrisorio que el antiguo compañero de celda, el ya citado
encargado del sex shop, se entregue para explicar que nuestro hombre nada tiene
que ver en sus oscuros negocios. Como también lo es la aparición del
taxi del otro amigo encarcelado (¡un cubano!), que sirve para recogerle a
la puerta de la cárcel: una segunda “entrada” en Berlín. Una nueva
oportunidad, se supone que para bien ya que entre otras cosas, ahora, le
espera su “familia”. O al menos eso se insinúa.
Una
buena descripción de ambientes, un intento honrado de darnos a conocer
algunos personajes o determinadas formas de conducta en el Berlín (o en
la Alemania reunificada) de hoy, no bastan para hacer olvidar la
mediocridad a un filme demasiado obvio. Dura poco, pero le sobre metraje.
Antes de la mitad ya se ha dicho todo lo que se quería decir. Lo demás
es dar vueltas a la noria. Tan bienintencionado como frustrado paseo
cinematográfico por el camino de un forzado compromiso.
Mr.
Arkadin
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BERLIN
IS IN GERMANY
Título
Original:
Berlin is in Germany
País y Año:
Alemania, 2001
Género:
DRAMA
Dirección:
Hannes Stöhr
Guión:
Hannes Stöhr
Producción:
Deutsche Film- und Fernsehakademie Berlin, Filmboard Berlin-Brandenburg
Fotografía:
Florian Hoffmeister
Música:
Florian Appl
Montaje:
Anne Fabini
Intérpretes:
Jörg Schüttauf, Julia Jäger, Robin Becker, Tom Jahn
Distribuidora:
Sherlock Films
Calificación:
No recomendado menores de 13 años
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