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Como
espectador tengo que decir que me sorprendieron dos cosas: primero, la película
se me hizo cortísima, con lo que eso implica de intensidad y absorción
del espectador por las imágenes, y segundo, algunas de las escenas me
parecieron las más imaginativas y surrealistas que jamás había visto en
un filme, teniendo en cuenta que pretende ser un reportaje, una road
movie, sobre la realidad afgana de poco antes del atentado contra las
torres gemelas de Nueva York. Y es que la pobreza, la religión, la
guerra, la política y las costumbres han generado una realidad en la que
la razón ha saltado deshecha en mil pedazos, absorbida por un conjunto de
precariedades que generan unas actuaciones y unas personas que nada tienen
que ver con el código de conducta occidental y donde nadie es lo que
parece y la disociación entre lo que se dice y lo que se hace es extrema.
De este contraste y de la ausencia de razonamiento es de donde viene la
irrealidad de algunas imágenes; por ejemplo, los paracaídas lanzados por
los helicópteros con las piernas artificiales para los que las han
perdido a causa de las minas y esa carrera, que parece un esperpéntico
ballet de tullidos que se pelean por llegar primeros al lugar donde van a
caer; también es divertido y trágico al mismo tiempo cuando el médico
descubre que las barbas son artificiales y que no es médico ni talibán,
sino norteamericano. Cuando las normas no tienen en cuenta a las personas,
las personas se vuelven esquizofrénicas para adaptarse a las normas o
para rehuirlas y esto, claro está, provoca una sociedad irreal.
La
cámara, aunque adopta el punto de vista de la mujer afgana que vuelve a
su país después de recibir una cultura occidental, se pasea limpiamente
sin prejuicios, sin subrayados, por los confines de este mundo loco en el
los que subsisten son los pícaros o los fanáticos que controlan a la
población y no son capaces de restaurar el deteriorado entramado social
ni la inseguridad que reina en todas partes. La película nos narra los
encuentros con una diversidad de personas que sirven para tomar el pulso a
una situación insostenible a causa del hambre, de la violencia de la
guerra y del integrismo religioso, que en este caso es a la vez político,
y para comprobar que las personas son las mismas en todas partes y tienen
que inventarse la vida día a día para seguir adelante; pero no por ello
deja de ser poética, no por la perfecta planificación del encuadre, sino
por la atmósfera que el mismo genera en el espectador.
Rechazamos
la situación y comprendemos a las personas. La película llega muy
profundamente y el guión está muy bien planificado, pues da la sensación
de ser una historia reportaje vivida, cuando los temas están
perfectamente seleccionados lo mismo que el itinerario. La visión del
espectador es la visión de una realidad compleja en la que se mezcla la
Edad Media con la actualidad, la picaresca con la generosidad, y el
mimetismo con el poder para seguir viviendo y la tiranía de ese poder que
no admite contestación.
Daniel
Arenas |
KANDAHAR
Título
Original:
Safar é Ghandehar
País y Año:
Irán, 2001
Género:
DRAMA
Dirección:
Mohsen Makhmalbaf
Guión:
Mohsen Makhmalbaf
Producción:
Makhmalbaf Film House
Fotografía:
Ebrahim Ghafori
Música:
Mohammad Reza Darvishi
Montaje:
Mohsen Makhmalbaf
Intérpretes:
Niloufar Pazira, Hassan Tantaï, Sadou
Teymoury, Hayatalah Hakimi
Distribuidora:
Golem
Calificación:
Todos los públicos
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