Sin perdón
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Hannibal

1. Mucho se había especulado sobre una secuela casi obligada, después del éxito de crítica y público de El silencio de los corderos. Ocho millones de dólares (oficialmente) convencieron a Thomas Harris para escribir una tercera novela sobre el personaje de Hannibal el caníbal. Nueve millones de dólares (oficialmente) permitieron a Dino de Laurentiis adquirir (nuevamente) los derechos de esa nueva novela para llevarlos al cine. Hace dieciséis años, Dino ya había producido Hunter (Manhunter), basada en la primera novela de Harris sobre Lecter (“El dragón rojo”). Como fue un fracaso, el bueno de Dino regaló (sí, han leído bien: regaló) los derechos del personaje a Jonathan Demme para que rodara la segunda película. El resultado ya es conocido: Demme se forró de dinero y de prestigio. 

2. Además del dinero, también el factor humano entra en juego. Oficialmente, Demme se niega a dirigir el nuevo film “por exceso de violencia” (¿de verdad es este el mismo joven que se formó en la factoría de Roger Corman con sexploitiations de serie Z?). Oficialmente, Jodie Foster no interpreta de nuevo su personaje por “diferencias creativas” con el guión, en alusión también a que el final original de la novela era muy duro para su personaje (¿de verdad la Foster leyó el guión final? Pero si su personaje cambia radicalmente respecto a la novela, quedando como una persona íntegra que en ningún momento se deja seducir “por el lado oscuro”). Oficialmente, Anthony Hopkins no tiene ningún problema en meterse de nuevo “en la piel” de Hannibal el caníbal (diez millones de dólares también habrán ayudado lo suyo). 

3. Después de tantas versiones oficiales,¿qué es lo que queda?. 

La última cena: uno de los "platos fuertes" de este "Hannibal" que más parece un producto facturado para una "cadena de hamburgueserías".En primer lugar, Anthony Hopkins. Está en el personaje de su vida y se nota. Disfruta y nosotros con él. Incluso ha añadido mucho humor negro a Lecter, algo de lo que carece el interesante libro de Thomas Harris. 

En segundo lugar, tenemos a Clarice Starling, esta vez en la piel de Julianne Moore. Su trabajo es impecable durante la primera media hora del filme. Pero cuando Lecter entra en escena devora (literal o figuradamente) a todos sus compañeros de reparto, por lo que Clarice pasa a ser un secundario de lujo... quizá esa sea la verdadera razón por la que la endiosada Jodie Foster se negó a interpretar el papel (o incluso la razón por la que Gary Oldman no aparece en los créditos, pese a que el personaje que interpreta, el deforme Mason Verger, está presente en gran parte del metraje). 

En tercer lugar, tenemos a Ridley Scott. Parecía que con Gladiator había recuperado el rumbo, así que no es de extrañar que se rodee del mismo equipo para su nuevo filme (Mathieson en la fotografía, Zimmer en la música, Scalia en el montaje). Sin embargo, el batacazo con este Hannibal es monumental. ¿Razones? 

Quizá el motivo fundamental de la desilusión que produce este título es que Demme sugiere y Scott muestra. Una escena ilustra perfectamente lo dicho. Cuando en El silencio de los corderos hablaban de lo que hizo Lecter a una enfermera, mordiéndole la cara mientras sus pulsaciones no pasaban de ochenta, el espectador siente un profundo estremecimiento; sólo hemos oído lo que hizo, mientras Clarice ve una foto que nosotros sólo alcanzamos a imaginar, pero nunca vemos. En Hannibal esa misma escena está narrada en un explícito flash back: ahí tenemos al bueno de Lecter agarrado a la mandíbula de la enfermera disfrutando de un improvisado banquete. El encanto y el temor de la versión anterior han desaparecido por completo y todo queda reducido a una bonita imagen demasiado explícita. Y así una y otra vez: la tortura de Mason, la muerte de Pazzi en Florencia, el festín de los cerdos... Todo es mostrado literalmente por un Ridley Scott que, con su entusiasmo por los efectos especiales, ha olvidado por qué fue un gran triunfo Alien, el octavo pasajero: precisamente porque creaba un clima, una atmósfera, donde el mal estaba siempre presente, lo podíamos sentir, pero casi nunca lo veíamos explícitamente. 

4. Ridley Scott ha tenido siempre una peligrosa tendencia a ilustrar historias antes que a contarlas. Es mejor fotógrafo que narrador. A él, como a muchos otros cineastas actuales, le pesa mucho su origen publicitario y videoclipero: se entusiasma con un bonito encuadre, con una luz sabiamente dirigida... y se olvida de dirigir al resto de elementos que componen la película. Así las cosas, es normal que Hannibal sea un filme bello de contemplar, pero sin alma, sin ese perfecto engranaje que convertía El silencio de los corderos en una obra inolvidable. 

5. Por último, queda el guión. Ted Tally se limitó a podar tramas secundarias en la adaptación de “El silencio de los inocentes” y eso dio mucha mayor concentración (y un Oscar al guión) a la narración central de El silencio de los corderos. Aquí, el primer guión de David Mamet siguió derroteros parecidos: mucha fidelidad al libro original y los retoques imprescindibles. Pero en el cine actual el desfile de guionistas es imprescindible. Incluso Ridley Scott reconoce que contrató un nuevo guionista porque ese final “no era el adecuado” (¿quiere decir que no daba pie a una tercera parte, que en realidad es cuarta, de las aventuras de Lecter y Clarice?). El resultado ya lo habéis visto en pantalla: el final del libro es totalmente alterado, incluso dando un giro inexplicable al personaje de Lecter: aquí Clarice ya no es seducida por el lado oscuro del animal que todos llevamos dentro (sino que permanece íntegra), Hannibal ya no es un íntegro y delicioso degustador de semejantes (sino un pobre mortal enamoradizo y castrado –literal y figuradamente- en sus deseos hacia Clarice), y, en definitiva, todo parece apuntar a que queda abierta la puerta para un futuro enfrentamiento entre el caníbal (que ya no lo será tanto) y la intrépida agente del FBI. Como en el Correcaminos y el Coyote. O como en Tom y Jerry. Es normal que De Laurentiis, para su próxima película sobre el personaje ya haya deshechado una reedición de “El dragón rojo” y esté más interesado en un nuevo guión (¿original?) escrito por Ted Tally: de lo que hablaremos en el futuro es de una franquicia como James Bond, con su cine bianual con el público. Una pena.

 Sabín

Hannibal 

Nacionalidad: EEUU, 2000. 

Dirección: Ridley Scott

Guión: David Mamet y Steven Zaillian. 

Argumento: la novela de Thomas Harris 

Música: Hans Zimmer

Montaje: Pietro Scalia 

Intérpretes: Anthony Hopkins, Jualianne Moore, Giancarlo Giannini, Gary Oldman (no acreditado).

 

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