Un
caprichoso y egoísta niño de siete años criado en la ciudad se ve
obligado, a causa de las ocupaciones de su madre, a convivir durante un
mes con su abuela, una entrañable anciana que vive sola en el campo en
una casa cercana a una aldea donde los avances tecnológicos de la
sociedad moderna no parecen haber llegado. Al principio, la relación
entre ambos será difícil, ya que el pequeño Sang-Woo se resistirá a un
cambio de hábitos que no le complacen, mientras su abuela intenta hacer
todo lo posible por contentarlo. El rechazo inicial del niño hacia su
abuela -los insultos y las burlas- se irán tornando poco a poco, conforme
compartan experiencias, en una relación de amistad y compromiso.
Ante
semejante planteamiento parece que uno sólo puede esperar la clásica
historia de aprendizaje con buenos sentimientos, previsible de principio a
fin. En cierta medida así es. De hecho, Sang-Woo
y su abuela no se esconde de sus indiscutibles intenciones comerciales
basadas en ofrecer una historia sencilla llena de emoción. Desde un buen
principio sabemos ante qué clase de historia nos encontramos, cómo se
desarrollará y, finalmente, cómo concluirá. Pero el film coreano
consigue sobreponerse a este gran hándicap y ofrecernos un relato
inteligente y rico en matices. Esto lo consigue, en primer lugar alejándose
de los sempiternos efectismos sentimentales que caracterizan este tipo de
producciones (sí, estoy pensando en Disney). Véase sino el personaje de
la abuela. Aparenta ser un personaje frágil, con la inclinación de su
espalda, su bastón, su lento andar y su poca vista. Pero nada más lejos
de la realidad: la abuela es una mujer fuerte y resistente -curtida por la
vida en medio de la naturaleza, en oposición a la fragilidad de aquellos
criados en la urbe- que soporta de manera estoica los ataques y rechazos
de su nieto.
Una y otra vez, éste le jugará malas pasadas, como
esconderle los zapatos para que tenga que andar por el bosque descalza o
romperle un valioso jarrón; y una y otra vez ella lo asumirá y seguirá
luchando por contentarle. Muy fácil habría sido hacer llorar a la abuela
cuando Sang-Woo desprecia la comida que ésta le ha preparado con todo su
amor, emocionando de este modo al espectador y allanando el camino para el
posterior arrepentimiento del niño; pero sólo en dos momentos la mujer
llora a lo largo de la película, y en ambas ocasiones lo hace de
felicidad: cuando Sang-Woo y ella se han unido definitivamente y en el
momento de la despedida. La opción de puesta en escena en el momento de
abordar estos cruciales instantes no podía ser más coherente. En el
primero, la cámara se mantiene a una escrupulosa distancia mientras la
abuela derrama lágrimas cuando, ante la pronta despedida de ambos, Sang-Woo
intenta enseñarle a escribir algunas frases para que de este modo se
puedan escribir y no perder el contacto. No llegaremos a ver las lágrimas
de la emocionada mujer, pues ésta se encuentra de espaldas y la cámara
no se moverá de sitio. En el segundo, la apuesta es aún más radical, ya
que el montaje nos privará del (¿lógico?) contraplano de la abuela
mientras el chico la despide desde el autobús, que ya se aleja. Sí que
veremos llorar a Sang-Woo, al que ya hemos visto llorar muchas veces,
aunque ahora lo hace por un sentimiento distinto, fruto de su evolución;
pero las lágrimas de la abuela, debemos contentarnos con suponerlas.
Gracias
a esto el personaje de la anciana no despierta compasión, ni siquiera en
los momentos en que se ve más maltratada por su incomplaciente nieto. Sin
duda esto provoca un cierto distanciamiento del espectador respecto a los
hechos, sobre todo cuando la cámara -como antes- le priva de observar las
emociones desatadas. Precisamente la película se hace rica por su
sencillez evocadora. En lugar de impactar al espectador con escenas
cargadas de dramatismo, apuesta por las insinuaciones y las metáforas,
siempre a partir de pequeños detalles, que es de lo que se compone la
narración. La evolución dramática de los hechos no es clara ni rotunda,
se trata de pequeñas escenas que relatan el día a día de sus
protagonistas, evocando fragmentos de ideas y emociones. Los agujeros
narrativos deberán ser rellenados por el espectador.
Pero
que todo esto no lleve a pensar que Sang-Woo
y su abuela es una película cerebral o intelectualizada, ni mucho
menos, fría. La historia está llena de emoción como no podía ser de
otra manera, y la forma con la que se nos muestra no la elude en ningún
momento. Se permite que las risas y las lágrimas afloren con facilidad,
pero, eso sí, sin forzarlo en ningún momento, haciendo de la honestidad
su principal estandarte.
Jordi
Codó
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SANG WOO Y SU ABUELA
Título
Original:
The way home
País y Año:
Corea del sur, 2002
Género:
Drama
Producción:
Cinematografica Emmeci, Cooperativa Cine España
(Copercines), Cooperativa Cinematográfica Unión
Distribuidora:
DeA Planeta
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